El Virus de la Purga

Capítulo XIV

Afuera el bullicio que hacían los soldados crecía exponencialmente. Me acerqué a la ventana y haciendo a un lado una de las tablas que la cubrían pude aprecian la hermosa luna nueva que lo iluminaba tenuemente todo. Entonces, aguzando un poco el oído, puede percibir poco de lo que decían, por lo que peleaban. Uno de los soldados que había presenciado toda la revuelta que se suscitó con el Capitán se lo había contado todo a sus compañeros, no se buena manera cabe señalar. Todos los subordinados parecían preocupado de la salud de su dirigente al ser mordido por uno de los “blancos” y de la inestabilidad mental que mostro al exigir que fuera inyectado para convertirse de igual manera que el infectado, era obvio que se referían a mí. Por más que hice por encontrar la ubicación del capitán entre todo ese bullicio, no lo conseguí. Entonces comprendí que el alboroto era en parte porque su Capitán no había aun mostrado la cara, ni intentado aclarar todos y cada uno de los rumores que se cernían sobre él. La excitación crecía con forme pasaban los segundo y pude ver varios grupitos hablando entre sí coléricos. Hasta los centinelas que tenían que estar resguardando el perímetro se encontraban peligrosamente cerca.

Ya no era la resistencia, más bien parecía una muchedumbre enardecida con alto entrenamiento militar. Pero no todos eran de la milicia, puede contar a vario civiles entre ellos, los cuales transpiraban miedo. En eso uno de los soldados se encontró con mi mirada y rápidamente codeando a su compañero le indicó que me estaba poniendo al tanto de sus planes. Sin pensarlo deje de fisgonear, no era necesario escuchar más, cualquiera sabía lo que se suscitaría a continuación. Teníamos que salir de ahí si queríamos continuar con vida.

—Tenemos que marcharnos cuanto antes —dije, pero tanto Flavio como Jorge se encontraban alelados con la criatura que descasaba ya a un costado de su madre—. Esto no pinta bien. Algo pasa ahí fuera y los hombres no parecen mirarme con buenos ojos…

—¿Y qué esperabas? Si tu sola presencia les causa temor. Si por lo menos Martínez les contó con claridad el cincuenta por ciento de lo que has pasado, entonces están en su derecho a temerte. Eres un supe humano, un…

—¿Un monstruo? —Le interrumpí.

Flavio dejo de examinar su conejillo de indias y me dirigió la mirada.

—Un ser único —dijo después de lo que me pareció un largo silencio—… Una esperanza para toda la humanidad.

Fue entonces que Flavio quien cubría con su cuerpo a aquel no nacido se apartó para que pudiera apreciarlo. Lo que al principio pensé que era un líquido negruzco, no era más que su negra piel embarnizada de líquido amniótico. Sus delgadas extremidades parecían ramillas secas a punto de resquebrajarse. Una de las manos la examinaba con detenimiento Jorge, parecía no tener uñas. Pero después de mirar con detenimiento me di cuenta que no era del todo cierto, puesto que la punta de los dedos era extrañamente larga.

—¿Eso es una garra? —Dije sorprendido.

Jorge asintió con mirada anonadada.

—Esto es del todo antinatural, inhumano. Es como si…

—Un demonio hubiera fornicado con la mujer —terminó Flavio la frase y en su semblante puede ver una oscura sonrisa.

—¡Dios santo, no! —Exclamó Jorge y rápidamente se llevó la mano al rostro y se persignó.

 —Pero eso parece, ¿no Jorge? —Continuó Flavio divertido— Mira nada más esos dientes enormes con forma de aguja, como los de los peces que revolotean en el basto abismo marino, donde solo las criaturas sacadas de las peores pesadillas pueden habitar. ¿Y qué me dices de esos enormes ojos? No tienen nada de humanos, nada. Toda la fisonomía de esa criatura es extraña. Como si hubieran experimentado con ella…

—¿Es eso posible? ¿Qué alguien hubiera hecho esto a propósito y qué no fuera producto de la naturaleza?

—Podría ser —Flavio se rascó la barbilla antes de continuar—. Pero, crear algo así llevaría mucho tiempo y experimentos fallidos. No sería algo creado de la noche a la mañana. Así que lo dudo en verdad. Podría ser una simple mutación, tal vez el producto una vez fuera del vientre no funcionaría y a los pocos minutos de nacer moriría.  Pero eso jamás lo podremos saber.

—¿Y si en la ciudad hay más? ¿Más mujeres embarazadas? ¿Y si algunas ya han dado a luz y las criaturas no han muerto? ¿Qué pasaría si eso fuera una realidad?

—Los cuerpos de la azotea —dije—. Todos ellos estaban partidos por la mitad y sus entrañas esparcidas. Y en las cubetas llenas de sangre había trozos de carne que no nos ocurrió revisar. Y también está ese olor.



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En el texto hay: apocalipsis, virus, pandemia

Editado: 08.09.2019

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