Ya en la calle me llamó la atención un perro que estaba sentado sobre el camellón. Creí sentir que me miraba fijamente. La muchedumbre pasaba junto él, pero esto no parecía importarle. Su cuerpo famélico se bamboleaba de un lado hacia el otro. De pronto como asediado por mi mirada se levantó a cuatro patas y caminó hacia mí. Pero antes de poder avanzar más de un metro, su cuerpo empezó a temblar y unas horcajadas le arrebataron de esa mirada la serenidad. Los ojos se le sumieron por completo y un vómito amarillo le salió por el hocico como un torrente. En pocos segundos el animal perdió la mitad de su grosor y se desplomó. Aun tirado sobre el asfalto las horcajadas y el vómito continuaron hasta quedar sólo la piel pegada a los huesos.
Nadie pareció prestar atención a aquel aterrador espectáculo salvo por un hombre que se detuvo a mi lado. Me miró a los ojos intentando encontrar respuestas.
—¿Qué ha pasado? —Me preguntó esperando a que le respondiera.
Yo instintivamente me llevé la mano a la cintura y sujeté por el mango al arma.
—¡Eh! ¡Eh! ¡Tranquilo! —Dijo echando su cuerpo hacia atrás—. Vivimos en el mismo complejo. Departamento diecisiete, el de la camioneta familiar roja.
—No te conozco —no metí.
—Lo sé, lo sé, no soy muy social. ¿Eres el nuevo, el pintor, verdad?
Asentí con la cabeza y miré sobre mi hombro en busca de alguien más.
—Estoy solo. Mis hijas insistieron en venir pero me negué.
Unas sirenas volvieron nuestra atención de nuevo a las calles. Una unidad antidisturbios entraba en acción intentando contener a la multitud a base de chorros de agua a presión y rifles de goma. Algunas personas terminaron inconscientes en el suelo. Latas de comida rodaban por todos lados. Bombas molotov volaron por los aires intentando impactar contra los cuerpos policiacos, dejando autos en llamas. Un hombre corría envuelto en fuego pues al intentar aventar una de estos proyectiles, éste le cayó encima al recibir una bala de goma que le reventó en la mano la botella.
—Tenemos que salir de las calles. Conozco un camino que nos llevará al edificio aunque con demora, pero será más seguro. Pero hay que caminar entre área verde.
Rodeamos el centro comercial mientras escuchábamos gritos a nuestras espaldas. Corrimos lo más deprisa que nos fue posible y siempre que veíamos a un grupo de personas tratábamos de escondernos o buscábamos la maneras de evitarlos.
Al llegar a la parte del área verde, le conté lo que sabía y me sorprendió que no hubiera visto la televisión en las últimas semanas. Aunque la sorpresa que le había dado la muerte del perro y el relato del gato, no podía superar a ninguna otra.
—¿Por qué no ves televisión? —Le pregunté para intentar cambia de tema.
—Sí veo televisión. No es que sea una especie de cavernícola encerrado en una cueva —intentó bromear—. Lo que pasa es que las noticias de los animales muertos afectan mucho a mis hijas y lo enlazan mucho con el calentamiento global y el fin del mundo. Ya sabes, los maestros de hoy en día buscan la manera de crear conciencia por cualquier medio posible. Entonces decidí desconectarla mientras pasaba la contingencia medioambiental.
Era verdad que todo esto había empezado hacía tiempo. Hace una semana en áfrica en un sembradío se encontraron miles de langostas muertas. Después en china las alcantarillas se taparon por los miles de cadáveres de ratas que murieron de una manera misteriosa. En Francia los gatos morían como moscas y se temía de una nueva sepa de la enfermedad, pero los cadáveres de los felinos se descomponía tan aprisa que la putrefacción habitual no tenía lugar. Hace unos días en New york se encontró una piscina llena de cucarachas muertas, las cuales parecían ser sólo el exoesqueleto. Las noticias de animales muertos empezaron a abundar en internet. Había videos de aficionados que mostraban a algunas aves que parecían haber sido momificadas, pero aun conservaban todo su plumaje.
Lo medios de comunicación ya hablaban de una contingencia medioambiental. Una enfermedad que afectaba exclusivamente a insectos y animales pequeños, pero que aseguraban expertos, no afectaba en absoluto a los humanos. Algunos catedráticos y medioambientalistas aseguraron que la naturaleza había creado un mecanismo para regular la sobrepoblación de algunas especias, pero los científicos desmentían tal teoría, pues había ciertas especies endémicas de pocos individuos que también eran afectadas y erradicadas casi en su totalidad. Y estaban los que creían que todo era una conspiración de las superpotencias para crear un nuevo orden mundial. Otros creían que era un patógeno alienígena. Los supersticiosos creían que eran las plagas del evangelio y apocalipsis de un Dios que estaba por llegar.
Editado: 08.09.2019