El visitante

El perro

El visitante

 

No es raro que el insomnio haga mella en mí. Desde que tengo uso de razón, he sufrido de noches en vela, las cuales son provocadas por las tristezas que desde niños me han invadido. Esa noche no fue la excepción. Eran ya las tres de la madrugada y no podía conciliar el sueño. Salí de la cama y me dirigí al baño; ni siquiera supe por qué lo hice, ya que mi vejiga estaba vacía. Atravesé el pasillo que separaba mi habitación del cuarto de baño. Mi perro que se encontraba descansando en dicho pasillo, me acompañó y sin miramiento alguno, entró conmigo al baño; esa actitud fue por demás rara en él, ya que nunca hacía tal cosa. No oriné, sino que, sin siquiera prender la luz, recargué la cabeza en una de las paredes. Mi perro estaba ahí, parado a mi lado y él también había recargado su cabeza en la misma pared que yo. Lo miré de reojo y vi su color negro. ¿Acaso su pelo no era de color gris? Vi que sus patas traseras eran más cortas que las delanteras. Además, esas púas que asomaban en su espalda y cabeza no las había visto antes. Había algo raro en él, pero opté por fingir que no me daba cuenta de nada, pues no sabía que tan peligrosa podría ser la criatura que estaba conmigo en el baño y que fingía ser mi perro. Además, tenía la esperanza de que la oscuridad del lugar podría estar engañándome. Hablé. Dije algo en un susurro para verificar la actitud de aquella criatura que estaba a mi lado.

 

Esto es desesperante. Dije en voz baja. Fue un comentario simple, pero me sirvió para darme cuenta de algo. La criatura habló.

 

Es verdad. Es terrible. Esas fueron sus palabras. La criatura se dio cuenta de que había cometido una imprudencia al hablar y se cayó de inmediato.

 

Salí del baño, fingiendo que no había escuchado nada, pues preferí no averiguar la reacción de la criatura si la encaraba. Caminé de regreso a mi habitación, seguido de aquella cosa que fingía ser mi perro; pero este, el verdadero dormía tranquilo en un rincón. A pesar de la oscuridad pude verlo de reojo. Me alegré que estuviera con vida. Hice eso de manera disimulada, para que aquella cosa no se diera cuenta que le había descubierto. Así que seguí caminando hasta entrar de nuevo a mi habitación.

 

Ahí, en la ventana abierta vi una especie de cuerda colgando, como si alguien desde afuera y en un nivel más alto lo estuviese sosteniendo, tal y como lo haría un pescador en un lago con la intención de atrapar algo. Eso era en sí, la intención de quien estuviese sosteniendo aquella cuerda desde arriba. La carnada no era otra cosa más que una especie de esfera negra, la cual, por alguna razón que ni yo mismo entendía pero sabía que servía para teletransportar a alguien o algo a un mundo fuera de toda lógica. Me asomé por la ventana abierta y vi en lo alto a un par de "mujeres" cual si de valquirias se tratara, esperando que aquella criatura que se encontraba a mi lado "mordiera el anzuelo".

 

Aquel ser me miró con ojos de angustia y tristeza, diciendo con esa mirada y sin necesidad de soltar palabra alguna, que no permitiera que se lo llevaran aquellas criaturas aladas, pues de ser así, en aquel mundo le esperaban las más terribles torturas.

 

Fin



#54 en Terror
#1877 en Otros
#443 en Relatos cortos

En el texto hay: tristeza y dolor

Editado: 28.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.