Danica.
- Mamá- miro por la ventana que da hacia la calle - ya viste que se están mudando a la casa que queda frente a la nuestra.
- Ah sí, escuché que la dueña de la casa decidió vender- dice sin mirar y sirviendo el desayuno.
- Verdad mamá?- digo sorprendida ya que la ex dueña de esa casa se negaba a vender- es muy raro cierto?
Sigo viendo como bajan muchas cajas del camión de trasteo, solo veo a un hombre adulto de unos cuarenta y algo con cabello oscuro y bien vestido, se encuentra en la entrada de la casa verificando todo lo que bajan. Me pregunto si luego vendrá su familia y él vino a adelantar la organización de la casa.
- Deja de mirar hacia aquella casa, te van a descubrir y sabrán lo chismosa que eres- volteo hacia ella.
- Mamá, no me digas así solo miro quienes son los nuevos y así informarte, así que no me distraigas.
Pongo mi vista hacia el frente de la casa y quedo helada bajo la mirada de un hombre y no es el hombre de cuarenta y algo es un joven, quizás de mi edad y me está mirando, está vestido completamente de negro y... espera, ME ESTÁ MIRANDO. Me aparto de la ventana hacia un lado espantada, ya no me visualizan.
- ¿Qué pasó?- pregunta mi madre.
-Mamá me vieron, me vio por mucho tiempo- me tiro a la silla más cercana - que pena mamá- ella solo se ríe- no volveré a salir de casa, que pena- coloco mis manos en la cara.
Eso es lo mas extraño que me ha pasado a mi corta edad ¿Cómo es posible que alguien me pudo dejar helada solo con mirarme? Ese muchacho será trabajador del camión o vivirá justo al frente de mi casa?
<Y si me asomo otra vez para saber si se queda o se va>
Con mucha cautela me pongo al lado de la ventana tratando de no ser descubierta, miro y el camión ya no está y el chico hermoso de negro tampoco. Respiro hondo y me asomo por completo y no hay nadie a las afuera de la casa. De seguro se fue con el camión de trasteo, que alivio.
Son las ocho y treinta de la noche y como de costumbre subo hasta la azotea donde tomo una foto al cielo estrellado para subirla a mi Instagram con una frase de algún libro que ya leí. Son pocas las casas que tienen una vista tan hermosa como esta. Desde este punto alto puedo observar gran parte del barrio. Me siento en la silla playera coloco la taza de café a un lado en la mesita que yo misma diseñé con unas cajas de gaseosas. Levanto mi teléfono para tomar la foto y algo raro capta mi atención. Me coloco de pie dejando el teléfono en la silla y camino hacia el frente con pasos suaves.
- Qué es eso?- achico mis ojos y rasco mi cabeza.
Sino quiero terminar en la terraza de mi casa en un charco de sangre provocado por mí misma, debería parar de caminar y quedarme con las ganas de saber que caramba fue eso que creí ver en la azotea de enfrente, cuando estoy por doblar mi cuerpo para volver a mi silla una pequeña luz me hace quedarme en esa posición, la pequeña luz me muestra a alguien que tiene una capucha y por ende no puedo ver su rostro, ¿Quién será? Como si conociera mis pensamientos ese hombre se quita la capucha y aun con esa poca luz sé que se trata del joven que vi esta mañana. Debido a mi asombro retrocedo sin apartar la vista de él. Tengo miedo, pero... por qué? él sonríe de lado y yo caigo al suelo de espalda. Me levanto lo mas rápido que puedo y bajo las escaleras olvidándome de mi teléfono.
- Niña estas sudada, qué pasa?- dice mi padre al verme.
- Papá no me siento bien, tengo mareo y me duele la cabeza, podría usted traerme mi teléfono, quedó en la silla que tengo en la azotea, por favor.
- ¡Claudia!- llama a mi madre - La niña no se encuentra bien, si algo gritas Danica, voy por tu teléfono- sube dejándome en la sala de la casa. Al poco tiempo llega mamá y al verme tira su teléfono al sofá.
-Estas pálida, mi amor- mamá toca mi mamo- y estas fría, dime que sientes.
-Mamá... yo
No sé que sucede conmigo, no suelo enfermarme nunca. Soy a la que las enfermedades le pasan por los lados pero jamás me tocan. Ya no aguanto mi propio cuerpo y me desplomo.