Él Viste De Negro

El pasado

Joaquín

Me parece realmente fastidioso tener que compartir un aula de clase con esa niña del frente. Pensé  que solo la vería una que otra vez en su azotea.  Ya le di entrada para hablar conmigo, lo más probable es que quiera ser mi amiga. 

Cuando hablé sobre lo que estudiaría, lo hice de manera sarcástica, esperaba que me dijera que no era así, que estudiaría comunicación social o algo similar, 

- Esto es tan asqueroso- digo estando en la cocina preparando algo para comer en el almuerzo

- La cocinera que hará en el día de hoy- volteo y veo a Maximiliano recostado en el marco de la puerta con sus ojos entrecerrados, está que se cae de borracho. - Estoy hablando contigo, inútil- dice y juro que si no fuera por el poco respeto que le tengo le daría un puñetazo. - Me traes la comida hasta el sofá, Magdi - ríe mostrando sus dientes superiores y esta vez no me contengo- tomo una botella de vidrio del cual desconozco su contenido y se la tiro haciéndola estrellar justo al lado de él. Esta al reventar cerca de Maximiliano le causa unos pequeños cortes en su mano - Pero que carajo- se queja.

- Te he dicho que no digas nada alusivo a mi madre- Le señalo con mi índice. Magdi le decían de cariño a mi madre, su nombre era Magdalena Ardila. - Tu boca sucia no puede mencionar nada de ella, que quede claro.

Él se acerca a mi a pasos torpes y con la poca distancia que se crea puedo sentir el fuerte olor a alcohol. Maximiliano y yo somos de la misma estatura, por lo que no tengo que subir mi mirada al verlo.

- Sabes que me importa un bledo lo que tú quieres, hijito - hace un asqueroso puchero y lame uno de sus dedos ensangrentados. Se ríe de lado y saca un cigarrillo, lo enciende, lo aspira y luego expulsa el humo en mi cara, aprieto los puños a mi lado y él se va dando grandes zancadas torpes.

- Imbécil- digo sabiendo que no me escucha.

El hombre que me engendró es y seguirá siendo una completa basura. 

-Magdi, qué sucede esta vez? - habló cansada mi tía Yomira, mamá lloraba tratando de ser silenciosa

- Me llamó Max, dice que quiere volver a estar con nosotros

- Estás loca? - reprende mi tía - quieres que te vuelva a dejar en cama por mucho tiempo, recuerda que por él casi pierdes al niño- hubo un silencio que solo lo llenaba los sollozos de mamá- él solo quiere el dinero que tú tienes.

- Oh vamos, sabes que eso no me importa, deseo que se cree un vinculo entre él y mi hijo, para cuando yo no esté.

En ese momento no lo entendía, era muy pequeño para entender lo que sus palabras quisieron decir, a donde se iría mi madre y quien era Max. Mamá nunca supo que escuché a escondidas su conversación

Me apoyo en la mesa de la cocina recordando esa conversación que hubo aquella tarde en casa de mis abuelos. Yo fui feliz hasta que mamá se fue, mis abuelos sufrieron mucho tanto fue el dolor que a los siete meses de morir mamá, mi abuelo también murió. Mi tía siempre dijo que fue por el dolor de haber perdido a su hija favorita. Mi abuela no pudo seguir cuidando de mí ya que cayó en depresión y mi tía tenía que cuidarla por lo que el único recurso fue el orfanato. Pasé dos largos meses en ese horrible lugar lleno de niños no deseados, hasta que llegó mi padre, pensé que sería feliz al conocer a mi padre pero no, todo  fue cada día peor.

Hubo un día en el cual no llego sino hasta tarde de la noche, yo escuché desde mi habitación como se cerró la puerta de entrada por lo que esperé un rato para ir a ver si trajo algo para cenar. Yo no sabía cocinar y no tenía dinero para comprar algo para poder dormir con el estomago lleno. Así que me acerqué a su habitación tratando de no ser molesto ya que si lo hacía me podría golpear como solía hacerlo por cualquier cosa que según él yo molestaba. No quise tocar la puerta ya que si estaba dormido y lo despertaba también me llevaría una paliza no merecida. Al abrir la puerta la escena que mis ojos vieron fue asquerosa, mi padre poseía el cuerpo de una mujer en sus brazos y ella no ponía resistencia. Siempre era así traía una mujer diferente cada fin de semana.

Algunas de esas mujeres que se quedaban hasta la mañana siguiente me ayudaban con el desayuno mientras papá yacía en la cama dormido hasta tarde. De todas esas mujeres que Maximiliano trajo a casa hubo una que siempre voy a recordar con algo de cariño. Estaba alrededor de los ocho años de edad cuando mi padre entró con una mujer castaña besándola de una manera posesiva y aunque yo estaba presente él no se inmutó y siguió tocándola como si de una fruta se tratara, ella al percatarse de mi presencia lo empujó y me miró apenada.

- Oye, no me dijiste que tenías un hijo- le dijo a mi padre señalándome

- Has de cuenta que es una mascota- se burló mi padre, la tomó de la mano y se encaminaron a su habitación. Ella quiso abrir su boca pero la cerró depronto y me miró con lo que yo descifré que era lastima.

Paso un poco más de una hora, yo aún estaba en la sala viendo caricaturas absurdas, cuando escuché que se abrió la puerta de la habitación de mi padre, no voltee a ver. Sentí como se hundió el otro lado del sofá y al voltear vi a la mujer que había llegado con Maximiliano.

- Perdón por entrar a tu casa de esa forma- habló de una forma tan delicada que me conmovió- no sabia que él tenia un hijo tan guapo- sonrió y acaricio mi mejilla - Ya comiste?- preguntó, y con un movimiento de cabeza le dije no.

Ella se levantó y se fue hasta la cocina, yo lo seguí. Miró todos lo estantes de la cocina, abrió la nevera y se puso las manos en la cintura y me miró incrédula

- Donde está la comida?- pregunta y yo solo alcé los hombre y negué con la cabeza - Ese cerdo asque- me miró y se pasó las manos por la cara frustrada -Espera un momento- se fue y a los treinta minutos volvió con muchas bolsas en sus manos




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