Él Viste De Negro

El culpable

Joaquín

-Fuiste tú -digo tirando mi bolso al sofá.

-Ya lo sabes. Decir eso te hacer ver mucho más estúpido.

-Siempre tratando de sacarme de los lugares que me agradan.

-Agradece que no maté a tus amigos, solo fue un susto, ahora ellos tienen que investigar y no podrán dar clases hasta nueva orden. Te tocará estudiar en casa, otra vez- se mete un mekato en la boca haciendo mucho ruido.

El señor Maximiliano, será mi destrucción, no importa lo mucho que me aleje, él siempre me alcanza y lo arruina todo. Él es todo lo malo que hay en mi vida.

-Responde algo más, ¿tú mataste a Marcia?

-¿Por qué preguntas hasta ahora? 

-Solo responde- digo apretando mis dientes.

Sé que mi vida o más bien desde que Maximiliano llegó a mi vida nada a sido casualidad. Todo tiene que ver con él, todo lo malo que me ocurre pasa primero por la asquerosa mente de ese sujeto. Y aunque sé que es el culpable de todo lo horrible de mi vida había una pequeña parte de mí que creyó que se trataba de una idea errónea, que él me quería solo por llevar su sangre. Pero el poco respeto que le tenía se esfumó en el momento en que sus labios se volvieron a abrir.

-Sí, y disfruté ver como caía en tus brazos- Sonríe.

No quería responderle con palabras así que mis puños respondieron y le propiné tres fuertes puñetazos. Haciendo que se caiga de espalda. 

Salgo de la casa a pasos agigantados y antes de salir lo vuelvo a escuchar con una gran carcajada.

-Tu vida ya está arruinada, desde el momento en que naciste estaba dañada, todo lo que tocas lo matas, yo me haré cargo de que esa profecia se cumpla. 

Mi mente quedó nublada por la rabia, no me pude contener. Me devolví y al estar cerca le di una fuerte patada en su cara, escupió sangre pero seguía riendo.

*****

Danica: Hey, ¿Todo bien?

Yo: Sí, estoy en el parque, disfrutando de la noche fresca

Miento.

Danica: ¿Quieres que vaya?

Yo: si no tienes otra cosa que hacer, ven. 

Sé que estoy siendo egoista, no quiero más muertos, no por mi culpa. 

Pasan diez minutos cuando veo llegar a mi vecina con una enorme sudadera rosa que le llega hasta la mitad de los muslos y un pantalón chándal  negro. 

-Hace algo de frío- dice apenas se sienta a mi lado.

-En serio no tenías algo más importante que hacer.

-La verdad es que no, todos los trabajos que teniamos han sido aplazados gracias al atentado.

-Supongo que ese te alegra.

-Supones mal, yo... ¿qué le pasó a tu mano?- Abre sus ojos en modo sorpresa.

Me miro las manos y veo que tienen algunas machas de sangue nada de importancia. Ella toma mi mano izquierda y me pide que la siga. Lo hago solo hoy la complaceré.

Llegamos a una pequeña farmacia, ella pide unas cosas para limpiar mi herida. La verdad me pareció un gesto adorable de su parte hasta que se dirigió a mí.

-Son 10.400 pesos- extiende su mano para recibir el dinero que debo darle.

Salimos nuevamente hasta el parque y nos sentamos en la misma banca.

-Pensé que pagarías por esto- señalo la bolsa que ella sujeta.

-Acaso no sabes lo peligroso que está en estos días el barrio, me pueden atracar por cualquier peso, es un riesgo que no correré. 

Me hizo sacar una pequeña sonrisa.

-Oye tienes una sonrisa simpática, deberías usarla más.

-¿Simpática?- me rio.

-¿Qué? ¿No lo crees?- me mira con su ceja izquierda levantada.

-No, no es eso. Es que es la primera vez que me dicen eso. Mi sonrisa es mucho más que simpática.

Entonces ella comienza a reir a carcajada y eso me hace reir aún más, su risa es contagiosa. 

-Tú- rie y se limpia una lagrima imaginaria -eres un narcisista.

-No, no lo soy. Debes aceptar la realidad.

Ella para de reir y me mira a los ojos. Su mirada es tan tierna, cualquier persona que apenas la ve no se imagina lo chismosa que puede llegar a ser.

-Esta bien, eres... bonito.

-Más que eso.

No sé porqué pero aprovecho su cercania y el buen momento que hemos creado, que ella ha creado y la beso, se trata de un beso tal como ella luce, un beso tierno.

Me separo de ella esperando una bofetada o algo por el estilo pero lo que hace me deja atónito. Me agarra de mi sudadera atrayéndome hacia ella y vuelve a juntar nuestros labios por una pequeña fracción de segundos luego se levanta y comienza a correr.

En mi cara crece una gran sonrisa y es que muchas personas creen que yo estoy demente pero en el barrio ya somos dos. 

 

 

 




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