Él Viste De Negro

El todo

Joaquín

Nunca había sentido una atracción tan grande como la que siento por Danica, esa niña chismosa y dulce me trae loco. Quisiera decir que se me va a pasar pero, es que antes no tenía ni idea de este sentimiento. Por mi vida han pasado dos personas importantes, mi madre y Marcia. Mi amiga. Con ellas experimenté el dolor de perderlas físicamente, la muerte se las llevó y fue un golpe duro pero salí adelante, las seguiré amando. 

-Mira niño estúpido. -Maximiliano entra a mi habitación señalandome - Te vuelvo a ver con la vecinita y sabes lo que va a pasar. Aquí las reglas las doy yo y mi regla número uno es que no serás feliz mientras yo viva.

-¿Por qué debo ser infeliz como tú?- me le acerco- Te pedí que me trajeras contigo, te pedí que me maltratarás, te pedí que me hicieras vivir un infierno todo este tiempo, dime, ¿yo lo pedí esto? -le grité

La mano rápida del gran Maximiliano hizo lo mismo de siempre. Un fuerte puñetazo impactó mi cara.

Me rio en su cara. Siempre es lo mismo, si le respondo me golpea sino lo hago soy un idiota a sus ojos.

-Siempre vas a los golpes porque tu pequeño cerebro no da para responder. 

-No quieras actuar ni un hombre frente a mí, nena. Nunca estarás a la altura de un hombre, de un hombre como yo.

Escupo sus pies. Él me empuja.

-¿Crees que eres un hombre? - Me rio- podrás fingir ante los demás que eres un gran señor un gran hombre pero solo tú y yo sabemos la clase de basura que eres. 

Otro puñetazo viene pero esta vez lo evito y lo empujo. 

-Dime, querido papá, ¿Qué se siente que te digan la verdad en la cara? Y qué sentirás al ser expuesto ante el mundo como el verdadero fraude que eres.

-Esa niña está haciendo de ti un hombre valiente. Veremos que tan valiente eres.

Sale dando un portazo y en mi cabeza solo queda unas pocas palabras "Veremos que tan valiente eres"

Tomo mi teléfono y llamo a Danica.

-¿Dónde estás?- digo apenas ella contesta la llamada.

Ella me responde y quedo en pasar por ella a dar una vuelta al centro de la ciudad. 

*****

Estamos en una banca vieja y ella posa su mano sobre la mía.

-Joaquín, ¿pasa algo? -Miro su mano.

Tomo con delicadeza su mano y la uno a la mía entrelazando nuestros dedos. Ella se sonroja.

-Quería verte, quería saber si siento más de lo que quiero aceptar.

-¿Qué sientes?

La miro a los ojos y veo esperanza en ellos. Veo la luz que necesita mi vida para salir del infierno que he vivido todo este tiempo.

-Me siento feliz. 

 




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