Él Viste De Negro

Día uno

Maximiliano

Estaré preso hasta que llegue el día del juicio, trataré de pensar en cómo saldré de esta pocilga llena de ratas. Estoy convencido que lograré salir. 

-¡HEY! 

Volteo y veo a cinco hombres acercandose, sonrien.

-Dinos- juega con su lengua- ¿qué sentiste al matar a esas personas?- se rien.

Yo les doy la espalda y sigo mi camino. Todos aquí parecen demente, sobra decir que soy el único que podría hablar bien y comportarse como un verdadero ser humano.

Me empujan.

-Vas a saber lo que se siente estar cerca al infierno- se rien. 

Uno de ellos me toma los brazos, haciendo que quede indefenso, trato de zafarme pero es inútil. Me golpean en el estomago, me halan del cabello. Caigo al suelo. 

-¡Ayuda!

Grito al guardia que se encuentra cerca y este solo sonrie, no se inmuta ante la agresión que recibo.

-Cállate- Me escupen.

No puedo con el vacío que siento en mi estomago. Las lagrimas brotan y no las puedo detener, me patean.

-Ya, ya estuvo. -dice el guardia acercandose.

-Todavía aguanta otro poco, cap- le dice uno de mis agresores al guardia.

-No, he dicho basta-me sonrie- él debe sanar y luego podran volver a hacer lo mismo.

Ya no puedo evitar lo que mi cuerpo siente y vomito. Todos me ven y se asquean de mí, jamas había sentido ese tipo de mirada, salir de aquí con vida sería un triunfo que parece que no voy a alcanzar.

-Por favor- escupo sangre- por favor mátame aquí, ahora- tomo el pie del guardia- me patea.

-¿Cómo podríamos darte ese regalo?-me escupe - Llevénlo a enfermería, ahora.

*****

Han pasado cinco días desde que estoy en la enfermeria y me he recuperado de los golpes. Estoy hinchado y con morados en todo el cuerpo. Al ver mi reflejo no pude reconocerme.

-Ya debe estar en su celda, está completamente recuperado-camina hasta la puerta- ah sí, lo había olvidado, tiene visita- me dice el enfermero y se va.

Con pasos lentos y las manos sobre mis costillas me dirijo hasta la sala de visita y lo veo a él.

-¿Cómo puedes estar con vida? - me sonrie

-Sabía que estabas esperando mi muerte, papá.

Nunca había sentido escalofrío al escuchar esa palabra pero por alguna razón que desconozco mis piernas tiemblan, mis ojos comienzan a picar pero trato de ocultarlo.

-No lo esperaba, lo juro- lo miro a los ojos y sé que no me cree- Joaquín, debes sacarme de aquí, por...

-¿Por qué lo haría?- se cruza de brazos- sé que eres inteligente y por eso asumo que sabes que fui yo quien te puso en este lugar.

-Pero no tienes pruebas de nada, en el juicio se sabrá todo y yo quedaré libre.

Se rie y eso me aterra.

-Padre, por favor. Te creiste superior a todos y ¿qué crees? Yo iba un paso adelante. Tenía audios, videos, el arma que disparaste al padre de Rosa ah y Andrea, ella era victima y testigo de tus maltratos. Logré escapar de ti y de la muerte, ahora te toca a ti luchar.

Joaquín se levanta y mi terror crece aún más.

-Hijo, no. ¡Estás equivocado! - Las lagrimas caen.- Joaquín soy tu padre, debes ayudarme.

-Nunca te he visto como padre y hoy no será la excepción.

Joaquín se va y mi pecho arde.

-¡HIJOO!

Grito. Mi rostro herido e hinchado y ahora lleno de lagrimas me hace saber lo mucho que temo estar aquí.

-Debe volver- me dice un guardia.

Volver significa golpes y humillaciones, ¿Acaso un hombre respetable como lo soy yo, merece tal trato? Me niego a aceptarlo.

-Ya está bien nuestro amigo- me abraza un recluso que no había visto.

-Ay miren su carita, está tan feliz que llora-se burlan.

-Hoy te vamos a consolar, sientate- me obligan a sentarme.

Comienzan a hablar de tonterias a las que no le doy importancia. Mi cabeza está llena de las cosas que hice y que aunque no me arrepiento de hacerlas, deseo haber sido mas cauteloso con Joaquín, ¿cómo podría saber que me estaba vigilando? 

-Llegó el regalo para nuestro amigo, el nuevo-todos aplauden.

Uno de los hombres trae una botella plastica y otro  se arrodilla frente a mi. 

-Es hora de marcar.

El hombre que está de rodilla frente a mi toma la botella y mete un metal en ella, lo saca y lo afirma en mi pierna como si fuera un papel. Grito tanto como puedo. Me estan quemando, me estan marcando como si de un animal se tratase. 

-Nadie vendrá a ayudar, cállate.- me golpean la cara.

Jadeo ante el dolor, no lo soporto, ya no puedo más.

-Joaquín, hijo. Por favor- susurro.

 

 

 

 

 




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