El Viudo Joven

Capítulo 5

Después de un día, que podría calificarse como, interesante, Alex, por fin, estaba llegando a su casa. Abrió la puerta para entrar en el departamento y de inmediato el pequeño lo sobrepasó y entró corriendo al lugar, soltando su mochila en medio de la entrada y saltando al sofá para encender la televisión.

—¡Hey, perezoso! —Exclamó—. La mochila no va allí, vamos, llévala a tu habitación y te das una ducha, que apestas —frunció la nariz simulado un mal olor.

—Oye no es cierto, me bañé esta mañana.

Alex soltó una carcajada dirigiendo al pequeño a su cuarto y luego de dejarlo tomando una ducha, se retiró a su habitación. Él también debía tomar un baño, así que comenzó a despojarse de sus prendas de vestir, y mientras lo hacía, pensó en lo extraño que se sintió al entrar a su nuevo hogar. Un lugar que todavía no consideraba suyo, puesto que solo habían transcurrido dos días desde que se instalaron. 

No podía negar que la gerente de Recursos Humanos había hecho una buena elección con el departamento. Era espacioso y a su vez acogedor, sin embargo, sentía que algo le faltaba. Y sospechaba que ese algo, era su familia. Aunque no vivía con su madre y hermana, hacía tres años que se había mudado a parte con Mateo, pasaban mucho tiempo juntos. Como en el caso de las cenas. Siempre que iba por su hijo a casa de su madre, luego de su jornada laboral, cenaban junto a ella para hacerle compañía, y luego se marchaban a casa.

Le fue imposible sentir un poco de tristeza por dejar sola a Megan. Era la misma tristeza que lo embargó el día que decidió irse a vivir con Elena a Sevilla. Desde que su padre falleció, él asumió el rol de hombre de la casa, apoyando a su madre y hermana, en todo lo que fuese necesario. Rol que no abandonaría. A pesar de la distancia, él siempre estaría para ellas.  

Salió de la ducha y fue a preparar la cena. No sin antes dar un vistazo en la habitación del niño. Le costaba que Mateo tomara un baño, pero una vez que lo hacía, el problema era sacarlo de la ducha. Al crio le encantaba jugar bajo el agua y debía obligarlo a salir. Una vez que comprobó que el pequeño se estaba vistiendo, fue directo a la cocina y se puso manos a la obra.

Cuando la cena estuvo lista, se dirigieron al comedor, donde degustaron unos  deliciosos sándwiches de pollos acompañados de ensalada.

—Me alegra saber que te sentiste a gusto en tu nueva escuela —comentó Alex. Queriendo retomar el tema que el pequeño había tocado camino a casa.   

Durante el trayecto de la guardería a su hogar, Mateo no paró de hablar de lo mucho que le había gustado su nueva escuela.

—Si Papi —afirmó—, fue muy emocionante. Conocí a muchos niños y todos querían ser mis amigos. La maestra Susana es muy linda y me dio una estrellita por mantener mi sitio de trabajo limpio y ordenado.

—Qué bueno, campeón. Dame esos cinco —chocaron las manos y Alex continuó con el interrogatorio. Quería saberlo todo— ¿Y qué tal la guardería?

—También me gustó, Angie es muy divertida.

—¿Quién es Angie? ¿Alguna amiga especial? —inquirió.

—¡Noooo! —Exclamó el niño—. Es una de las niñeras y es muy cool.

Alex se rió. Mateo aún era muy pequeño y no era muy fan del sexo opuesto. Las niñas le parecían sosas y aburridas.

—Allí también hice amigos. A Felipe, le gustan los superhéroes como a mí y me dijo que le preguntaría a su mamá si me podría invitar a jugar. Si su madre dice que sí, ¿Me dejarás ir?

—Sí, pero primero debo conocer a sus padres y conversar con ellos —El niño asintió y continuó contando las experiencias de su primer día.

El crio hablaba sin parar, y Alex lo miraba con orgullo, sin poder dejar de sonreír. Ver a Mateo tan emocionado lo hacía feliz. El cambio que había decidido hacer a sus vidas, estaba resultando satisfactorio para ambos.

Luego de cenar, pasaron a la sala de estar, donde vieron una película junto a un tarro de helado de chocolate, para celebrar el primer día de su nueva vida.

Después de dejar al niño en su habitación, fue directo a su cama y reflexionó sobre lo que había sido su día. Todo había salido de maravilla. La presentación con sus compañeros, el almuerzo con su jefe, el pequeño encuentro con Antonia, y Lucía Hill. Sin duda, la rubia, había sido lo mejor de su día. Era una mujer bella, inteligente y sexy.

«Lástima que sea tan gruñona», pensó.

Desde que la vio salir del ascensor y luego en la sala de juntas, le intrigó de tal manera que cuando la tuvo cerca no pudo dejar de coquetear con ella. Lo que más le sorprendió fue su reacción, se molestó por el simple hecho de haberla tuteado. Estaba acostumbrado a que con solo una sonrisa, las mujeres cayeran rendidas a sus pies. El hecho de que ella le respondiera de esa manera lo instaba a querer llamar su atención. No veía la hora de comenzar a trabajar con ella para conocerla mejor.

 

***

Lucía se sentía cansada. Al llegar a su departamento, fue directo a darse una ducha, necesitaba relajarse. Menudo día había tenido, y no era precisamente por motivos laborales, esa parte la tenía bajo control. Fue su nuevo compañero de trabajo, Alex Meyer, con su desfachatez e impertinencia, quien había provocado su agotamiento.




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