Lucia se alistaba para ir al parque a trotar. Era sábado y el día estaba soleado, así que lo aprovecharía al máximo. Trataba de realizar actividades al aire libre, siempre que tenía oportunidad. Era una mujer a la que le gustaba ejercitarse. Entre semana lo hacía en el gimnasio que había en su edificio, pero los fines de semana, procuraba hacerlo al aire libre. Era necesario respirar aire puro y despejar la mente de toda carga que pudiera tener.
Tenía todo listo para partir, cuando su teléfono móvil sonó. Le dio un vistazo y al notar que se trataba de su madre, decidió contestar la llamada antes de salir. Tenía días que no hablaba con ella. Siempre que iba en camino del trabajo a la casa, decía que lo haría, pero al llegar a su destino se sumergía en las labores del hogar y lo olvidaba por completo.
—Hola mamá, ¿Cómo estás? —contestó a sabiendas de que le vendría una reprimenda. Seguramente Blanca estaba enojada por su abandono.
—Enojada contigo —soltó con molestia — ¿Cómo es posible que hace más de dos semanas no sé nada de ti?
Blanca era conocida por su carácter. Aparentaba ser una mujer dulce, pero tras esa fachada, había una mujer capaz de poner en su lugar a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino. Si bien, su carácter no era tan fuerte como el de su hija, Lucia era más parecida a su padre, al igual que ella, no dudaba en decir las cosas de frente cuando algo no le gustaba.
—Vale mamá, tienes toda la razón. He estado muy ocupada, sin embargo, sé que no es excusa. Pero te prometo que haré lo posible por llamarte más seguido. Ahora, cuéntame ¿Cómo estás? —preguntó antes de que su madre refutase.
—Estoy bien hija. Pero te extraño, ¿Cuándo vas a venir? —Suspiró— tenemos mucho tiempo sin vernos. Ya ni recuerdo tu cara —bromeó.
—Por favor, no seas tan dramática. —Lucia puso los ojos en blanco, mientras agradecía que su madre no pudiera verla. No le gustaba mucho que ella hiciera aquel gesto, lo consideraba una falta de respeto—. Estoy haciendo lo posible por ir pronto. Yo también te extraño. No sabes cómo me hacen falta tus mimos —confesó. No importaba la edad que ella tuviera, cuando visitaba a su madre, está, la mimaba y consentía como si aún fuera una pequeña.
—Trabajas demasiado, hija. El año pasado no tomaste vacaciones.
Tenían más de un año sin verse, Lucia estaba tan enfocada en su carrera profesional que había pospuesto sus vacaciones. No quería defraudar la confianza que Edgar había depositado en ella, al darle el cargo de Gerente de Finanzas.
—Lo sé, pero este año será diferente, lo prometo —esbozó una pequeña sonrisa.
—Sabes que te estaremos esperando con los brazos abiertos.
—Gracias mamá, y ¿Cómo está Frederick?
Luego de la muerte de su padre, Blanca había quedado devastada. Sentía que no podría volver a sentir amor por alguien más. Sus sentimientos, lo habían muerto junto a su esposo. Pero, un par de años más tarde, conoció a Frederick, un alemán que estaba de visita en la ciudad por motivos de negocios. Se conocieron en un café, Blanca lo había ayudado a elegir una tarta y él había quedado flechado por ella, por lo que usó como excusa el hecho de no conocer la ciudad para pedirle ayuda como guía.
Su estadía se prolongó y comenzó a cortejarla. Sin embargo, Blanca se sentía mal por tener sentimientos hacia otro hombre que no fuese su difunto esposo. Entonces, fue cuando Lucia decidió intervenir. Su madre merecía ser feliz. Así que, la animó a que se diera la oportunidad de volver a amar, a leguas se notaba que Frederick era un buen hombre. Y no se había equivocado, ya tenían más de tres años juntos. Tres años, en los que Blanca no paraba de reír, nuevamente era feliz.
—Él está bien cariño, dedicado a su trabajo como siempre. Por cierto, trata de venir para la fecha del Oktoberfest, la empresa de Frederick estará presente y nos gustaría que nos acompañes —agregó.
—De acuerdo. Haré todo lo posible, lo prometo.
—Eso espero. Tengo muchas ganas de verte —hizo énfasis en sus últimas palabras. Quería que su hija entendiera lo mucho que la echaba de menos—. Bueno, imagino que tendrás tus planes para hoy, así que no te ocupo más. Solo llámame más seguido, ¿Vale? Te quiero.
—Yo también te quiero mamá, espero verlos pronto, saludos a Frederick.
Tras colgar la llamada, soltó un suspiro. Adoraba a su madre, y hablar con ella siempre era reconfortante. La echaba mucho de menos, y tenía en sus planes viajar ese mismo año a Alemania, para visitarla, solo que no se lo había comentado, porque quería darle la sorpresa. El tema de sus vacaciones estaba conversado con su jefe, pero quería esperar a que la empresa saliera del bache financiero que estaba pasando, para poder viajar con tranquilidad. Si las proyecciones de Alex se cumplían, y confiaba en que así sería, podría viajar sin problema para la fecha en que se llevaría a cabo el Oktoberfest.
Tomó sus cosas y se dirigió al Campo de San Francisco, siempre que quería ejercitarse o despejar la mente, iba a ese lugar. Era un sitio muy hermoso, en el que se permitía conectarse con la naturaleza y despejar su mente del ajetreo de su día a día.
***
Vamos campeón, levántate —dijo Alex mientras acariciaba el cabello de Mateo—. Es un hermoso día.
Editado: 01.05.2021