El Viudo Joven

Capítulo 10

Alex estaba sumergido en su trabajo, estaba muy cerca la fecha del cierre trimestral, donde debía mostrarle los resultados de su gestión a Edgar Monsanto. Estaba seguro que a su jefe le gustarían los números que vería. Aún no llegaban a la meta, pero cada día, estaban más cerca de ella.

Sonrió al recordar, la felicitación que había recibió o por parte de Lucia el día anterior. La rubia, había elogiado su trabajo y admitido que Edgar tuvo una buena idea al colocarlo al frente del proyecto. Su relación con ella tuvo un antes y un después, luego del encuentro en el parque, ocurrido semanas atrás. Se mostraba más cordial en el ámbito laboral, y cuando su hijo Mateo estaba presente, era la más cariñosa y dulce de todas. Sin embargo, cuando se estaban a solas, mantenía su distancia. Al menos, ya le permitía llamarle por su nombre de pila, sin que se desarrollara una batalla campal y le había aceptado un par de invitaciones a almorzar, donde el tema laboral había sido el punto de conversación.

Hacía todo lo posible por conocerla mejor, pero la actitud que le mostraba cuando estaban a solas, estaba provocando que se diera por vencido. Por más que lo intentaba, no lograba penetrar las barreras que ella tenía impuestas. Siempre lo frenaba y sentía que cada vez que hacia un nuevo esfuerzo por llegar a ella, establecía una barrera aún más alta. Era evidente que solo lo veía como un compañero de trabajo y lo mejor era dejar de insistirle, pese a que había creído que se sentía atraída hacia él. Quizás solo había malinterpretado las señales.

Ahora, debía hacer todo lo posible por sacarla de su mente. Tenían una linda amistad y no permitiría que el arrollador deseo que sentía por ella, interfiriera y la destruyera. Por ello, necesitaba volver a salir, necesitaba tener una aventura, necesitaba relajarse. Y estaba seguro de que lo lograría teniendo una noche para él, una noche en la que Lucia no estuviese presente.

En ese preciso momento, sonó su teléfono celular. El identificador de llamada mostraba el nombre de Paola, una de sus “amigas” de Madrid. Se trataba de una linda morena, muy sensual, que le proporcionaba lo que necesitaba, siempre que él lo deseaba.

—Hola, Paola —contestó con una voz seductora.

—Hola, bebé. ¿Adivina qué? —sin dejar que el contestara, agregó— Estoy en Oviedo y quiero verte, ¿Qué me dices? ¿Tendrás algo de tiempo para mí? —preguntó la chica con una voz lujuriosa

Alex aplaudió emocionado al ver que el universo había escuchado sus suplicas. Ya no pasaría la noche en vela, preguntándose el porqué del rechazo de Lucia.

—Por supuesto. Siempre hay tiempo para ti preciosa —respondió con voz cantarina.

Del otro lado de la línea, la morena soltó una risita y musitó:

—Me estoy hospedando en el Gran Hotel España, ¿Lo conoces?

—Sí, claro —afirmó.

—Perfecto. Espero tu visita más tarde bebé. Habitación 212. No faltes.

—No me lo perdería por nada —susurró él antes de colgar la llamada.

Maravilloso, esa noche le pondría fin a su problema, olvidaría por completo a la rubia que lo traía por la calle de la amargura. Solo había un pequeño detalle, no tenía con quien dejar a Mateo. Desde que se instaló en la ciudad, no había tenido la necesidad de dejar a su hijo al cuidado de alguien más, por lo que no conocía a ninguna niñera. Podría preguntarle a Judith, pero había notado como cuchicheaba a sus espaldas con las demás secretarias y lo menos que quería era alimentarles el chisme. En varias oportunidades, lo había interrogado con respecto a su vida privada, queriendo saber si existía alguien especial. Y sospechaba que esa información, le interesaba a más de una de sus compañeras de trabajo. Pero por extraño que pareciera, no quería repetir la historia de Madrid, no quería involucrarse con ninguna compañera, a menos que fuese Lucia Hill, solo ella merecía que rompiera su nueva regla.  

 

***

En su oficina, Lucia, al igual que Alex, se encontraba ultimando detalles con respecto a la feria estatal de Expo-Negocio y el cierre trimestral. Quería tener toda la información lista antes de la llegada de Edgar. Debía presentar cifras y proyecciones de los gastos que el participar en la feria conllevaría. Alex había hecho un buen trabajo con todo lo relacionado a relanzamiento de la marca, y ella debía plasmar en su presentación, todos los progresos que se habían conseguido hasta la fecha.

A pesar de estar concentrada en su trabajo, no podía sacar de su mente al padre de Mateo. Últimamente pensaba mucho en él. Podría decirse que eran buenos amigos. Desde su encuentro en el campo, su relación se volvió más amena. Ya no lo veía como un incordio. Ese hombre alegre y extrovertido, la hacía sentir de manera especial. Siempre estaba al pendiente de ella. Era el primero en darle los buenos días, le recordaba cuando era la hora de almorzar, había notado que al estar tan concentrada en el trabajo se olvidaba del tiempo y el espacio, de igual manera, le pedía que avisara cuando llegaba a casa en las noches que se quedaban a trabajar hasta altas horas. Definitivamente se estaba convirtiendo en alguien importante para ella.

El día que compartió junto a él y su pequeño, mientras caminaba de vuelta a casa, no dejó de pensar en el maravilloso tiempo que había pasado y lo fácil que había sido compartir con ellos. Hacía tiempo que no pasaba un día tan agradable. Alex era un excelente padre. Estaba criando solo a su hijo y hacia todo lo posible por hacerlo feliz, sin dejar de lado su educación. El niño era muy atento y educado. Mateo se veía realmente feliz, a pesar de la ausencia de su madre. Debió ser duro para Alex el perder a su esposa, pero había sobrellevado bien su muerte, saliendo adelante por el bien del pequeño.




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