El Viudo Joven

Capítulo 11

Dando vueltas por la oficina, Alex no podía concentrarse en los documentos que tenía en frente. Por más que lo intentaba, no podía dejar de recordar aquel beso. Para ser sinceros, no había podido apartar de su mente ese momento en todo el fin de semana.

Pensó en ir a casa de Lucia al día siguiente, pero al llamarla en varias oportunidades y no obtener respuesta, decidió no hacerlo, seguramente cuando viera que se trataba de él, ni le abriría la puerta. Lo bueno, era que finalmente estaban en día laboral y no tendría excusa para no atenderle. Debían discutir un par de detalles referente a la Expo-Negocio y aprovecharía de encararla. Le importaba un rábano que estuviesen en el trabajo. Estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario, para que conversaran respecto a lo que había ocurrido un par de noches atrás.

Una vez más, se le vino a la mente aquella imagen. La manera en que ella intentó alejarlo, el contacto de sus labios, de sus cuerpos. Aquello había sido colosal y quería repetirlo.

Un sentimiento irracional se apoderó de él y salió de su oficina a toda prisa. Solo lo impulsaba el deseo de volver a tenerla entre sus brazos y reclamar su boca una vez más.

Cuando llegó a la antesala de la oficina de Lucia, se encontró con Samantha.

—Buenos días Sam, ¿Lucia está en su oficina? Debía mostrarle unos presupuestos a primera hora —mintió, la reunión la tenían pautada para después del almuerzo, pero necesitaba una excusa que justificara el porqué estaba allí.

—No, ella no vendrá el día de hoy —respondió la joven, dejando de lado lo que estaba haciendo para centrar su atención en el viudo—. Es extraño, me había dicho que la reunión era para después del mediodía —arrugó un poco la frente. Su jefa no solía equivocarse en los horarios. Si algo tenía la rubia, era que le gustaba llevar a detalle su agenda—. De igual manera me dio instrucciones de recibir las carpetas.

¿Qué no iba? Las personas como ella, no faltaban al trabajo a menos que fuese por una razón de peso.  

—No es necesario, prefiero esperar a que venga —queriendo saber el motivo de su ausencia, preguntó— ¿Le pasó algo? —Alex intentó contenerse y no preguntar, pero le fue imposible.

—¿Disculpe? —Sam estaba de vuelta en su ordenador y no escuchó su pregunta.

—A Lucia, ¿Le pasó algo? Es muy extraño que se ausente.

—No se preocupe Sr. Meyer, solo está resfriada. De seguro, mañana la tendremos aquí.

—Sí, claro. Gracias Sam —le guiñó un ojo a la joven y regresó a su oficina

«¿Realmente estará resfriada o está huyendo de mí?»

 

***

Lucia se sentía fatal. Por ello, decidió ir a trotar. Solo que esta vez lo hizo a un sitio más lejano. Quería evitar encontrarse con alguien conocido. Necesitaba pensar, necesitaba descargar la presión que sentía en su pecho, necesitaba sacar de su mente lo ocurrido con Alex. Lo que pasó estuvo mal, muy mal. Ellos eran compañeros de trabajo, además, tenía novia, o algo por el estilo. Ni en mil años aceptaría ser la tercera en discordia.

El trotar, la ayudó a despejar momentáneamente sus pensamientos, pero cuando iba de regreso a casa, una repentina lluvia la tomó por sorpresa y le provocó un resfriado, por lo que se vio obligada a faltar a su jornada laboral.

Estaba acostada en su cama, cuando el recuerdo de aquel beso se coló nuevamente en sus pensamientos. Alex la besó de una manera tan intensa, que arrancó todo pensamiento racional de su mente, salvo la necesidad de rendirse a él. Sin duda, era el mejor beso que le habían dado en la vida. Pero por más que le encantó, no podía repetirse. Él no era el hombre adecuado para ella y no porque fuese viudo y tuviese un hijo, sino porque era un mujeriego, además de su compañero de trabajo. No le parecía conveniente involucrar el trabajo con placer. Eso no era más que una bomba de tiempo, porque si no funcionaba, podía afectar las relaciones laborales.

Finalmente se estaba quedando dormida, dejando de lado el tortuoso recuerdo de los labios de Alex, cuando llamaron a su puerta. Como pudo, se levantó y  fue hasta ella. Se sentía débil, todo el cuerpo le dolía. Una vez frente a la puerta, observó por la mirilla y al ver quien estaba del otro lado, quedó petrificada.

«¿Qué demonios aquí?»

Tomó una bocanada de aire, como buscando una fuerza en su interior y abrió la puerta.

—Hola Lu —La saludó Alex con su típica sonrisa.

—Ho... hola. ¿Qué haces aquí?

—Sam me dijo que te sentías mal y quería comprobarlo con mis propios ojos.

—¿Pensaste que estaba mintiendo? —Frunció el ceño— ¿Qué clase de persona crees que soy?

Idiota. Ella no tenía la necesidad de fingir una enfermedad para faltar a su empleo. Que poco la conocía. Intentó cerrar la puerta, no tenía por qué demostrarle nada, no era su jefe, pero él se lo impidió.

—Lo siento, es que después de lo que paso…

—En lo que a mí respecta no pasó nada —espetó.

—Dios, ¿Ni enferma dejas de tener ánimos de discutir?

Nuevamente intentó cerrarle la puerta en la cara, y una vez más, él no lo permitió.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.