El Viudo Joven

Capítulo 12

Alex iba en su auto, rumbo al trabajo, mientras recordaba lo maravilloso que habían sido los últimos días. Su relación con Lucia estaba fluyendo de manera natural. Su hijo la adoraba. Tenían muchos temas en común y podían pasar horas conversando sobre superhéroes. Le alegraba ver que a pesar del poco tiempo que tenían conociéndose, habían logrado construir un vínculo. Entre ellos, había empatía, complicidad y confianza. Cosa  que nunca observó anteriormente en su hijo, puesto que no solía relacionarse con mujeres fuera de su entorno familiar o escolar. Claro que sus inestables relaciones amorosas contribuían a ello. No podía presentarle a Mateo una mujer diferente cada noche, no sería correcto.

La rubia no solo había aceptado que tenía sentimientos por él, sino que también le había pedido no poner ninguna etiqueta que definiera el estatus de su relación. Eso en parte lo alivió. Desde Elena no había tenido una relación estable y lo prefería así. Sin embargo, se sentía un poco extraño. Mayormente, era él quien sugería ese tipo de cosas. Que fuese la mujer de hielo, quien se lo propusiera, lo desconcertó.  Quién diría que debajo de esa imagen de mujer correcta, existiera una tan liberal.

Al llegar a la empresa, vio que en el aparcamiento se encontraba el auto de ella. Y pensó en ir directo a su oficina para saludarla. Moría de ganas de verla, de tocarla. La noche anterior habían cenado juntos, en compañía de Mateo, por lo que tuvieron que despedirse de una manera fugaz y sin ningún beso. La necesidad de ella lo estaba matando, cada día que pasaba, aumentaba su deseo. Pero tenía que llevar las cosas con calma, no quería que nada dañara lo que poco a poco estaban construyendo.

Cuando estaba en la antesala de su oficina, se percató de que Samantha no había llegado, y sonrió al pensar que la suerte estaba de su lado. No solo la saludaría, sino que aprovecharía que no había moros en la costa para darle los buenos días acompañados de un beso apasionado.

Fue a golpear la puerta, pero la risa proveniente de la oficina, lo desconcertó y  provocó que se tomara el atrevimiento de entrar sin avisar. Y lo que vio al entrar no le gustó para nada. Lucia estaba sentada frente a su escritorio, hasta allí sin novedad, pero le molestó el hecho de que riera a carcajadas de las anécdotas que un hombre castaño, de ojos azules, le contaba. ¿Quién era ese tipo? Su rostro no se le hacía familiar y ¿Qué hacia allí a tan temprana hora?

Al verlo, ella se levantó de su asiento y se acercó a Alex para saludarlo.

—Alex, buenos días.

—Buen día Lu, disculpa no sabía que estabas ocupada.

—Tranquilo no pasa nada. Te presento a Raúl Córdova.

El aludido se acercó a Alex y le tendió la mano.

—Mucho gusto.

A regañadientes, Alex le devolvió el gesto y lo saludó.  

—Mucho gusto.

—Alex, él es el Gerente de Ventas y Marketing de la sede de Murcia —comentó Lucia

—He de decir, Alex, que he visto tu trabajo y estoy impresionado. Lo que has logrado estos meses ha sido formidable —exclamó Raúl.

—Gracias. Lástima que no puedo decir lo mismo de ti, hasta hace unos días no sabía que existías.

Lucia se sorprendió al ver que Alex trataba de esa manera tan despectiva al recién llegado. ¿Qué le pasaba? Él no era ese tipo de personas.  

—Bueno pero ya sabes de él —intervino con la intención de aligerar el ambiente—. Además, ha venido a ayudarnos con la Expo-Negocios —agregó.

—En efecto, he venido por órdenes del Sr. Monsanto —dijo el castaño—. Se suponía que llegaría hace una semana, pero tuve que posponer mi viaje por motivos personales. Ahora que finalmente he llegado, estoy más que listo para trabajar codo a codo con tu equipo para que el evento sea todo un éxito.

Alex cada vez más incómodo por la presencia de aquel tipo y por la manera en que veía a su chica, espetó:

—Qué raro, cuando Edgar me llamó, no me dijo que ayudarías, al contrario, me dijo que te ayudara, o mejor dicho, que te enseñara, cómo se manejan este tipo de eventos. Tengo entendido que se realizará uno similar en tu ciudad y no tienes idea de cómo organizarlo.

Lucia le dio a Alex una mirada fulminante ¿Por qué tenía que ser tan grosero?

—La verdad es, que nunca había estado tan feliz de no tener idea de cómo hacer mi trabajo. Eso me trajo de vuelta a Oviedo, y por ende, de vuelta a Lucia —se colocó a un lado de ella y pasó un brazo por encima de su hombro.

Alex apretó los puños. ¿Quién se creía ese imbécil para posar su brazo sobre el hombro de su chica?

 A Lucia no le gustaba para nada el tono que estaba tomando la conversación, así que intervino antes de que ese par de orangutanes comenzara una especie de lucha por marcar el territorio.

—Y ¿Que te trae por aquí Alex?

Alex centro su mirada en ella y musitó:

—Quería ver si podíamos almorzar juntos y así discutir algunos puntos de la Expo-Negocios que tenemos pendiente.

—Oh, lo siento. Tendrá que ser para más tarde, he quedado con Raúl para ir a almorzar —sonrió apenada. Le fue imposible decirle que no a Raúl, tenían tiempo sin verse y su amigo quería contarle sobre su experiencia en la sede de Murcia.




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