Al ver que Lucia seguía en la pista de baile, Alex decidió invitar a bailar a una de las vendedoras, así estaría más cerca de ella y con algo de suerte podría sugerir un intercambio de parejas.
No soportaba verla al lado de ese tipo. No soportaba ver la familiaridad que había entre ellos. Ella no dejaba de sonreír y de mover las caderas al son de Lo Digo de Carlos Rivera ft Gente de Zona, y lo hacía de una manera tan sensual que su acompañante no dejaba de mirarla. Deseaba ir hasta donde se encontraban y golpear a Álvaro, ella era suya, él era quien debía estar allí bailando con ella, él debía ser el que motivara esa sonrisa. Pero gracias a la aparición de Antonia todo se había arruinado. Nunca imaginó que sus romances fugaces terminarían pasándole factura.
Por un momento había contemplado la idea de preguntarle a Edgar y ver qué información le podía dar sobre su contrincante, al parecer, lo conocía, tanto que lo había considerado un empleado potencial para la Corporación, pero descarto la idea, no quería quedar en evidencia delante de su jefe, sabía que Lucia era alguien especial para él y seguramente comenzaría a hacer preguntas sobre lo que ocurría entre ambos, y no era ni el momento, ni el lugar para tener esa conversación.
Pasadas un par de canciones, agradeció a la vendedora el haberlo acompañado, no tenía sentido seguir bailando. Lucia, ni había notado su presencia.
Fue por un trago y segundos más tarde, sintió que alguien tiró de su brazo. Al girarse se encontró con Antonia.
—Cariño ¿Por qué no me invitas a bailar?
—No estoy de ánimos —respondió tajante.
Ella se acercó un poco más a él y lo abrazó del cuello.
—No seas aburrido.
—Antonia por favor comportante, el jefe nos puede ver —con disimulo, intento quitar los brazos que tenía alrededor de su cuello, pero no lo logró.
—¿Tienes miedo?
—No es miedo, es solo que no está bien lo que hacemos.
Lucia, que se encontraba sentada en una de las mesas ocupada por compañeros de trabajo, observaba aquella escena. Para ese momento, todos los presentes se habían dado cuenta de que algo ocurría entre ellos y dio gracias porque nadie se notó el desliz que había tenido con él, de lo contrario sería el hazme reír de toda la empresa.
Era un descarado. Definitivamente, no podía confiar en él. Tenía a Antonia colgada a su cuello, después de haberle asegurado que hablaría con ella para ponerle fin a lo que tenían. Y después de haberle hecho una escena de celos por verla charlando con Álvaro en los pasillos de la Expo. Le pudo haber pedido disculpas y le pudo haber explicado que lo ocurrido no era más que un malentendido, pero, la imagen que tenía enfrente lo contradecía por completo.
—Guapa, ¿Te pasa algo? —preguntó Álvaro mientras le acariciaba la mejilla.
Su voz masculina la sacó de sus pensamientos.
—No es nada. Es solo que estoy cansada, ha sido un día muy largo para mí.
—¿Quieres que te lleve a tu casa? —se ofreció.
—No es necesario, he traído mi auto. Gracias —Álvaro, como siempre, se comportaba como un caballero.
—No tienes nada que agradecer, sabes que siempre estaré allí para ti.
Álvaro le dedicó una sonrisa afectuosa, y Lucia sintió un pinchazo en su pecho, lo que menos necesitaba en ese momento, era que su amigo malinterpretara las cosas. Afortunadamente para ella, uno de sus compañeros se acercó para despedirse e interrumpió la conversación, momento que ella aprovechó para indicarle que era hora de que ellos también se retirasen.
De vuelta al otro lado del salón, Alex no encontraba la manera de que Antonia desistiera de la idea de bailar con él.
—Vamos, llévame a la pista —insistió.
—¡He dicho que no!
¿Cómo podía una mujer ser tan insistente? Miró de un lado a otro en busca de ayuda. Con suerte, alguno de sus compañeros podría darse cuenta de que se encontraba en aprietos y le quitarían a Antonia de encima, pero en vez de eso, con lo que se encontró fue con la imagen de Lucia y su acompañante despidiéndose de Edgar.
La noche no podía terminar así, debía hablar con ella, así que lo intentaría una vez más.
—Antonia de verdad lo siento, búscate a otro para bailar —la hizo a un lado y se fue directo a la salida, por donde había visto irse a su chica.
Lucia había tenido suficiente. Afortunadamente, su jefe estaba conforme con los resultados del evento, y al final del día eso era lo que importaba. Se despidió de Álvaro en cuanto llegaron al aparcamiento, sus autos se encontraban en extremos opuestos, y se encaminó a donde estaba su vehículo. Estaba por llegar a su auto, cuando Alex la tomó por sorpresa. Estaba recostado sobre la puerta del piloto, esperándola.
—¿Te vas a ir con él? —preguntó con un hilo de voz.
—Ese no es tu problema.
—Respóndeme por favor.
Necesitaba saber la verdad, el solo pensar que ella pudiera irse acompañada por ese hombre, lo hacía perder la razón.
—¿Qué no ves que voy sola a mi auto?
—Sí, pero eso no quiere decir nada. Quizás hayas quedado en encontrarte con él más adelante.
—Qué manía la tuya de estar metiéndote en lo que no te incumbe.
Desesperado, la tomó por la cintura y la trajo hacia sí, quedando sus labios separados por escasos centímetros.
—Bésame —pidió.
—¡No! —colocó su mano sobre los labios de él para impedir el tan anhelado roce.
—Dame un beso, por favor —suplicó—. Tengo más de veinticuatro horas sin probar tus labios, no me prives de eso.
Ella trató de zafarse de su agarre. El sentir el rebote de su aliento mentolado sobre la palma de su mano la estaba volviendo loca.
—Eso debiste pensarlo antes de traicionarme con Antonia. Ahora suéltame por favor.
—Uno chiquitico. Será rápido, ni te vas a dar cuenta —continuó insistiendo. Estaba loco por sentirla. Llevaba muchas horas sin el dulce néctar de sus labios.
Editado: 01.05.2021