El Viudo Joven

Capítulo 18

Cuando Lucia abrió los ojos, una enfermera se encontraba revisando a su madre. Está, ya se veía con mejor semblante. Minutos más tarde, entró el médico tratante informándole que, los últimos estudios que le realizaron a Blanca mostraban una considerable evolución y de seguir así sería dada de alta en las próximas veinticuatro horas.

Lucia no podía estar más feliz. En ese momento pensó en Alex, quería compartir esa alegría con él. Ya pronto lo vería y le contaría las buenas noticias. Aprovechó que todo estaba en orden para ir al baño y asearse. Al estar su madre en una habitación privada, tenía el privilegio de contar con un baño interno.

Al salir del baño se encontró con Frederick, lo saludó y no dudó en preguntarle por su chico. Este le explicó que él la esperaría en casa, ya que estaba realizando unas llamadas y atendiendo unos asuntos laborales. Cosa que no la sorprendió, ya sabía cómo era él de dedicado y perfeccionista en su faceta laboral. Se despidió de su madre, no sin antes, llenarla de besos y mimos, prometiéndole que estaría allí por la tarde y en compañía de su amado.

 Bajó del taxi y sintió cómo su estómago se contrajo de solo pensar que vería a Alex. Él siempre causaba ese efecto en ella, la ponía nerviosa. Entró a la casa y con un tono de voz alta lo llamó y este le respondió. Su voz provenía del despacho de Frederick.  Al llegar al umbral de la puerta, vio que estaba sentado frente al escritorio, iba vestido con un pantalón de chándal de color gris de camuflaje y una franela blanca, tenía el ceño fruncido y el celular pegado a su oreja.

 Alex alzó la vista y esbozó una sonrisa al verla. Como siempre, estaba encantadora. Se dio dos golpecitos en las piernas indicándole que se sentara. Ella no lo dudo, y se sentó a horcajadas sobre él. Sin importarle que estuviera al teléfono, dio un suave beso en sus labios y recostó su cabeza sobre su hombro, inhalando su perfume.  Alex cortó rápidamente la llamada y le rodeó la cintura con sus manos acercándola más. En ese momento no hicieron falta palabras, sus miradas hablaban por sí solas.

Mientras dejaba pequeños besos por toda su cara, fue llevando sus manos hasta sus mejillas y devoró su boca de manera suave, disfrutándola como si fuera un dulce. Cuando se separaron, Lucia tomó un poco de aire y preguntó:

—¿Problemas en Monsanto? —acarició su nariz con la de él.

—Lo de siempre —se encogió de hombros—. Hubo problemas con un despacho y el cliente está pidiendo un descuento. Hable con Edgar y me dijo que procediera —dijo restándole importancia— ¿Cómo ha pasado la noche tu madre?

—Bien. Le han hecho otras pruebas y la evolución es considerable, quizás la den de alta mañana.

—Esas son excelentes noticias —la beso nuevamente. No se cansaba de probar sus labios.

—Y tu madre y Mateo ¿Cómo están? —preguntó. Sus manos acariciaban el lóbulo de la oreja de Alex.

—Muy bien, te han mandado saludos. Creo que Mateo te extraña más a ti que a mí —bromeó y ambos rieron— ¿Desayunaste? —le preguntó. Aunque estaba casi seguro de saber cuál era la respuesta. Lucia pasaba por alto muchas de sus comidas.

—No.

—Señorita Hill usted y su mal hábito alimenticio —la reprendió—. Qué bueno que tiene un novio dedicado que se preocupa por su salud.

—¿A qué te refieres? y no eres mi novio —frunció el ceño.

—Claro que soy tu novio.

—Que yo sepa no has hecho ninguna pregunta y a mí me gustan las cosas a la antigua —bufó.

—Qué curioso, pensé que no te gustaban las etiquetas —soltó con ironía. Recordando que había sido ella quien se negó a ponerle etiquetas a su relación.

—Pero a ti sí.  Y si la quieres, debes hacer la pregunta.

Alex le dio una mirada seductora, puso sus manos sobre sus mejillas y susurró sobre sus labios:

—Lucia Hill, ¿Quieres ser mi novia? ¿Mía y de nadie más?

Lucia lo beso sin dudar. Pronunció de manera tan seductora aquellas preguntas que no pudo contenerse. Devoró su boca, chupando y mordiendo el labio inferior como a él le gustaba. Alex le respondió el beso y la abrazó con más fuerza.

—¿Eso es un sí? —preguntó colocando su frente sobre la de ella.

—¿Aun te quedan dudas?

Ambos rieron.

—Ahora señorita, vamos a desayunar.

Alex la levantó tomándola por los muslos, obligándola a que pasara sus piernas alrededor de su cintura y la llevó a la terraza, donde se encontraba una mesa puesta para dos. La sentó en una de las sillas, le dio un beso en la frente y le pidió esperara allí. Minutos después, apareció con una bandeja cargada de varios platos. Unos con pan tostado, huevo y tocino y otros con panqueques, wafles y fruta.

—¿Has preparado todo esto? —inquirió, impresionada por la cantidad y lo deliciosos que se veían los diversos alimentos.

—Así es —asintió— supuse que vendrías sin desayunar y no es bueno acostarse a descansar con el estómago vacío —se acercó a ella y le dio un pequeño beso en la frente— buen provecho nena.

Después de desayunar, se encontraban en la cocina. Alex se dejaba los platos en el lavavajillas mientras que Lucia estaba sentada sobre la encimera y lo observaba detalladamente. No se cansaba de verlo. Era muy ágil con las labores del hogar y supuso que era debido a que debía encargarse de un niño pequeño.




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