Una semana había transcurrido desde aquella discusión. Una semana donde no se dirigían la palabra, más que para tocar algún tema laboral. Los últimos días habían sido tensos, Alex había castigado a Mateo por haberle ocultado la citación de la escuela, no podría jugar con sus videojuegos, ver televisión o andar en bicicleta, durante dos semanas. Sin embargo, eso era lo que menos perturbaba al niño, lo que lo tenía realmente afectado era la ausencia de Lucia. A pesar de que, ella lo visitaba todos los días en la guardería, no paraba de recriminarle a su padre el hecho de que no pasara las noches en su hogar. Extrañaba jugar con ella, que lo acostara a dormir y le leyera sus cuentos infantiles.
El niño no era el único que sufría, tanto Alex como Lucia habían tenido unos días terribles. Por las noches, apenas podían conciliar el sueño, los recuerdos y la ausencia del calor corporal del otro, les impedía descansar. Los últimos meses se habían comportado como una verdadera familia y no sería fácil desacostumbrarse, y más porque aún separados, el amor que se tenían crecía cada día.
Era lunes y tenían la reunión trimestral, Edgar Monsanto junto a su secretaria harían acto de presencia. Lucia llegó más temprano de lo normal a la empresa, quería asegurarse de que todo estuviera listo para la presentación. Una vez que verificó que todo se encontraba en orden en la sala de juntas, se dirigió a su oficina a enviar unos correos que tenía pendiente. Estaba concentrada tecleando en su ordenador cuando sintió que alguien llamaba a su puerta, alzó la vista y vio que se trataba de su jefe. De inmediato, se levantó para saludarlo.
Conversaron durante casi media hora. Edgar le preguntó sobre la salud de su madre, a quien consideraba una gran amiga, y recordaron momentos vividos junto a su difunto padre. No tocaron ningún tema laboral, puesto que para eso estaba convocada la reunión. Él, al notar que ella reflejaba una tristeza en sus ojos, preguntó si se debía a un mal de amores. Al no tener una respuesta, se dio cuenta que así era, y como siempre, aunque ella no lo pidiera le dio un consejo.
—El amor, es la emoción más pura y bonita que puedas sentir, y aunque a veces duela, y las promesas e ilusiones se rompan, nos quedan los recuerdos y las enseñanzas de lo vivido.
Sin poder evitarlo, los ojos de Lucia se empañaron, esas palabras le habían llegado al alma.
—Tú eres una mujer excepcional —continuó—. Si quien te está causando este malestar tiene más de dos dedos de frente, no tardará en darse cuenta del terrible error que cometió. Y si no lo hace, me avisas para ir a patearle el trasero.
Lucia sonrió ante la ocurrencia de su jefe.
—Solo recuerda que la vida sigue, mujer bonita —se puso de pie, dejándole un beso en su frente y se marchó dejando a la rubia analizando cada una de sus palabras.
Minutos más tarde, se encontraban en la sala de juntas, con todo listo para iniciar la presentación. Lucia suspiró al ver la manera descarada en la que Antonia jugueteaba con la corbata de Alex. Al parecer, había vuelto a sus andadas. Estaban en su sitio de trabajo, y aun así no perdía la oportunidad de coquetear con aquella mujer. Era un descarado. Dio gracias cuando Edgar irrumpió en el lugar, obligándolos a separarse.
La presentación comenzó y mientras cada jefe de departamento hacía su intervención, Edgar se percató de la tensión que existía entre Lucia y Alex. Este último, tenía la misma mirada triste y bolsas debajo de los ojos, que tenía ella. Así que era a Alex a quien debía patearle el trasero.
Al salir de la reunión, fue a la oficina de Alex a conversar con él. Tocó la puerta, y al escuchar que podía pasar, se adentró en el lugar. Para su sorpresa, allí se encontraba su secretaria. Tenía más de cinco años trabajando con Antonia, no podía negar que era eficiente, de lo contrario ya no trabajaría para él, pero no podía negar que era una mujer liberal a la que le gustaba disfrutar de la vida y del sexo masculino, cosa que no le había molestado, hasta ese momento.
De manera no muy sutil le pidió que se retirara y los dejara solos. Una vez que ella se marchó, se sentó al frente del escritorio de Alex y comenzó a hablar.
—¿Qué ha pasado con Lucia? —preguntó, yendo directo al grano.
—Nada, hemos hecho juntos la presentación ¿Algún problema con eso? ¿Algún dato del que tengas duda?
—Sé que hubo algo entre ustedes. ¿O crees que pienso que fuiste a Múnich con ella porque eres un buen compañero?
Alex tragó grueso y asintió. Al llegar a Oviedo su jefe le había advertido lo especial que era Lucia para él. Desconocía si ella le había contado lo ocurrido, pero de igual manera había defraudado a Edgar, así como se había defraudado a sí mismo al hacerla sufrir.
—Te puedo explicar —comentó—. Si hubo algo entre nosotros, pero se ha terminado y te prometo que nada de eso ha interferido en nuestro ámbito laboral.
—No he venido aquí en plan de jefe que no quiere que los asuntos emocionales se mezclen con los laborales —soltó—, vengo a conversar como lo haría un padre que está preocupado por la felicidad de su hija.
—Entiendo —asintió—. Te confieso que estuvimos juntos unos meses pero no funcionó.
No era la verdad, pero ¿Que más le podía decir? Le daba vergüenza admitir la verdadera razón de su ruptura.
Editado: 01.05.2021