Después de la confrontación con Alex en su departamento, Lucia dio gracias a que los días del Oktoberfest habían llegado, y su jefe le había dado esos días libres. Al saber lo que estaba ocurriendo entre ella y su Gerente de Ventas, pensó que quizás el estar unos días separados ayudaría a recapacitar al joven enamorado.
La promesa que le hizo a su madre meses atrás, le cayó como anillo al dedo. No tenía ánimos de volver a la oficina y tener que encontrarse con Alex, esos días lejos de todo le harían bien, y los aprovecharía para meditar e intentar olvidarlo.
Al llegar a Múnich fue recibida con mucho cariño. Su madre al ver que llegaba sola y no acompañada por Alex y Mateo como esperaba, le preguntó por él y al notar la cara que traía su hija, comprendió que algo no andaba bien, pero no era el momento de ahondar en el tema.
Luego de instalarse se acercó hasta el pequeño taller de artesanía que tenía su madre. No quiso pasar mucho tiempo en aquella habitación donde por primera vez, Alex y ella hicieron el amor, le fue inevitable no entristecerse al recordar aquellos maravillosos momentos.
Blanca se encontraba armando unas vasijas de cerámica para unos clientes. Al ver que su madre estaba ocupada, pensó que lo mejor era no interrumpirla, pero esta ya había notado su presencia, y le indicó que pasara y tomara asiento en una de las sillas que allí se encontraban, tenían que hablar.
Entre lágrimas y sollozos, Lucia le contó a su madre todo lo sucedido. Blanca no podía creer lo que estaba escuchando. Alex estaba muy enamorado de su hija, lo sabía por la forma en que la miraba y lo especial que había sido con ella en los días que compartieron, pero sus miedos le estaban ganando la batalla al amor, solo esperaba que cuando él reaccionara no fuese demasiado tarde, conocía a su hija y si bien le había dado una segunda oportunidad, no estaba segura de que lo hiciera por una tercera vez.
Para intentar animarla, la invitó a dar un paseo a donde se iba a efectuar el Oktoberfest. Frederick se encontraba en el lugar en compañía de sus trabajadores, armando el stand donde darían degustación de sus cervezas artesanales. Lucia aceptó la invitación sin ningún problema, a pesar de que el conversar con su madre sobre lo que atormentaba su corazón, había sido liberador, aun no podía sacarse a Alex de su cabeza, y lo que menos quería era seguir dedicándole sus pensamientos, mientras más ocupada estuviese, mejor.
Llegaron al sitio donde se desarrollaría el festival, y se dirigieron al stand donde se encontraba el esposo de su madre. Tras saludarlo, este comenzó a presentarles a sus trabajadores. Minutos después hizo acto de presencia una morena sonriente, de piernas largas, ojos cafés y cabello rizado, indicando que había sido enviada por la empresa de marketing, para fungir como promotora del evento y promocionar la marca de Frederick. Lucia al fijar su mirada en aquella chica que desencajaba por completo con el resto de las promotoras, sintió curiosidad, por lo que se acercó a ella.
—Es raro ver a una morena tan guapa como tú en medio de tanta rubia estirada —usó un tono amigable, en lengua alemana para hablarle. Afortunadamente, dominaba un poco el idioma.
La morena al ver que aquella joven se dirigía a ella respondió
—Necesito completar el pasaje para volver a mi país —le contó, usando la misma lengua.
—¿De dónde eres?
—De Valencia, España.
Lucia, al ver que la chica y ella eran paisanas no dudó en utilizar su lengua materna.
—Que sorpresa. Mi madre y yo también somos españolas, aquí el Alemán es su esposo.
La morena suspiró aliviada de conseguirse con una paisana, en medio de tanta rubia estirada.
—Que emoción encontrarme con alguien de mi tierra —dijo en español, dando ligeros saltos y aplaudiendo—. Esta gente es muy fría, y las compañeras de trabajo no me pasan, me miran con guasa.
Lucia soltó una carcajada. La morena era una joven muy expresiva.
—Me atrevería a decir que te miran con envidia. Por si no lo has notado, la mayoría de los caballeros presentes no apartan los ojos de ti.
—No quiero saber nada de hombres, no hacen más que dar problemas —resopló—. Por culpa de uno de ellos estoy en esta situación, juntando monedas para poder volver a casa con mi familia —dijo con pesar.
Apenas la conocía, pero al ver y sentir la sinceridad en sus palabras, la rubia musitó:
—Lo lamento, no quise ser inoportuna. Pero comparto tu opinión sobre el sexo masculino. Son todos unos idiotas, inseguros, tramposos y mentirosos, que les encanta jugar con nuestros sentimientos.
Mientras soltaba aquellos improperios, Lucia se tocaba la cadenita que aun llevaba sobre su cuello, recordando al causante de sus males y lo que le había hecho sentir con cada una de sus mentiras.
—Y yo que pensaba que lo llevaba mal —se mofó la morena—. Pero veo que tú, estás peor que yo
Ambas rieron. Era mejor reír que llorar. Ahora solo les quedaba seguir adelante.
—Mucho gusto, soy Lucia —se presentó formalmente tendiéndole la mano a la joven.
—Y yo soy Anisa.
Luego de la presentación, conversaron por un par de minutos. Lucia, encantada con aquella muchacha, le ofreció su ayuda, pero esta apenada la rechazó. Luego, ella se fue con su madre a hacer un recorrido por el resto de los stand, mientras que la morena recibía instrucciones por parte del personal de Frederick, al día siguiente comenzaría el festival y todo debía salir perfecto.
Editado: 01.05.2021