El Viudo Joven

Capítulo 25

Dos días después, Alex estaba desesperado. Había intentado dialogar con Lucia, pero ella se negó a escucharle, dejándole claro que no le daría otra oportunidad, su relación había terminado. La amaba, la adoraba, la necesitaba, y estaba dispuesto a darlo todo con tal de conseguir su perdón. Inclusive perder su trabajo, estaría en Múnich el tiempo que fuese necesario. No se marcharía sin tenerla de vuelta.

Fue hasta casa de Blanca, dispuesto a encarar a Lucia una vez más. Al verla salir, su corazón comenzó a latir de manera desbocada. Se le acercó, y sin importarle su reacción, la asió de la cintura y la abrazó. Lucia permaneció inmóvil por unos segundos, permitiéndole aspirar su perfume.

Intentando prolongar aquel momento, acercó la boca a su oído y susurró:

—Te quiero.

Aguantando las ganas de besarlo, ella movió su hombro de manera brusca para que él se separara, le dio una mirada fría y espetó:

—Es una pena, porque yo no te quiero a ti.

Eso no podía ser cierto. Su mirada decía otra cosa. Su mirada reflejaba la tristeza y el dolor que había en su interior.

—Mientes, sé que sientes lo mismo que yo.

—No miento. Te quería pero ya no —dijo sonando lo más convincente posible.

Triste por oír aquellas palabras, el viudo decidió desnudar su corazón.

—Sé que soy un tonto, un idiota, pero también soy un hombre arrepentido y enamorado, que está dispuesto a dar todo por ti y no descasare hasta que te enamores nuevamente de mí y me quieras de vuelta.

Lucia cerró los ojos y suspiró, ¿Por qué Alex tenía que ser tan cursi? ¿Por qué tenía que pronunciar aquellas palabras con tanta convicción? Estaba a punto de derrumbarse, así que tomó fuerzas y musitó:

—Punto número uno, está más que demostrado que tú y yo no podemos estar juntos. Punto número dos, ya no te quiero, y punto número tres, Álvaro y yo nos estamos dando otra oportunidad —mintió. Quizás diciéndole esas palabras, él terminaría de darse por vencido y se marcharía —así que te repito, si realmente me quieres déjame ir —como pudo se soltó de su agarre y continúo su camino, ya no tenían más de que hablar.

Alex, sin darse por vencido, mientras la veía alejarse gritó:

—No lo voy a permitir. No permitiré que me olvides, que me reemplaces o que dejes de quererme.

 

***

Sentado en la zona más apartada, de la barra del bar del hotel, donde solo se oían los murmullos de los que estaban a su alrededor, Alex tomaba un trago tras otro.  Llevaba un par de horas en eso, intentando aclarar su mente, con cada gota de licor que ingresaba en su organismo. No quería rendirse, no quería regresar a Oviedo sin ella. De solo pensarlo le faltaba el aire, pero ya era hora de que abriera los ojos y aceptara su derrota. La había perdido. Por su idiotez, por su insensatez, y ya no había nada que hacer, Lucía no lo perdonaría.

Ya no te quiero…

Si de verdad me quieres déjame ir...

Álvaro y yo nos estamos dando otra oportunidad…              

Esas palabras resonaban en su mente, una y otra vez. ¿Cómo había permitido que sus miedos lo separaran de la mujer que amaba? Lucia era la dueña de su corazón, y de su alma. Con ella conoció el verdadero significado del amor, la entrega, la pasión y la complicidad.

Vio que alguien se sentaba a su lado, y se giró con la intención de darle la espalda. Tanto espacio disponible que había en la barra, y justo se fueron a sentar a su lado. Se había dirigido a esa zona con la intención de estar sin compañía, por lo visto ese no era su día.

—Buenas noches, sírveme lo mismo que el caballero está tomando —musitó una voz masculina.

Al percatarse de quien se trataba, se enfadó aún más. ¿Qué hacía ese tipo allí?

—¿Qué haces aquí? —le preguntó al recién llegado— ¿Vienes a vanagloriarte?, que sepas aunque esté contigo, ella me ama a mí, su cuerpo y su corazón me pertenecen —dijo balbuceando sus palabras. El alcohol ya estaba haciendo efecto.

—¿Cómo estás tan seguro? Hasta donde yo sé, no quiere saber nada de ti.

Tras escuchar esas palabras, Alex sollozó mientras se tomaba el resto de su bebida, y le hacía señas al barman para que le sirviera otra.

—Tienes razón. Lu no me quiere perdonar. La herí, le fallé, soy… soy una basura —bramó—. Pero no te quedaras con ella, haré que vuelva a quererme.

—¿Y crees que en ese estado en que te encuentras, y lamentándote, vas a conseguir que vuelva a quererte? —Álvaro se burló, con la intención de provocarlo.

¡Cállate! No sabes nada.

Al ver que aquel hombre sufría tanto como su amiga, decidió cambiar el tono de la conversación. Quería a Lucia y la quería ver feliz, y eso solo pasaría si arreglaba las cosas con Alex.

—No debería de decirte esto, pero sé que ella aun te ama—el viudo, sorprendido clavó su mirada en Álvaro, y este al ver que tenía toda su atención continuó—.  Lo que pasa, es que teme que su corazón salga lastimado nuevamente —afirmó—. Nunca la vi tan feliz, como aquel día que nos encontramos en el supermercado. Es más, ella me lo confesó, me dijo que estaba perdidamente enamorada de ti.




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