-Aquí el vuelo 21, en la pista número 2 del aeropuerto internacional de Canadá, listo para despegar- fue lo que dijo el capitán del avión, en el que viajaba un joven llamado Ricardo. Él tenía 19 años, era un muchacho pelirrojo, bajo y con algunas pecas en su cara, estudiaba psicología y luego de unas largas vacaciones en Canadá, volvía a su país, Argentina.
El avión despegó normalmente, llegando a Cuba las azafatas le ofrecieron bebida, el joven pidió una botella de agua. Cuando estaba por beber el agua, hubo una leve turbulencia, la misma provocó que Ricardo se empape de agua.
Pasando Venezuela, y sobrevolando Brasil, el joven se dirigió hacia el baño para cambiarse la ropa. Pero cuando intentó salir, la puerta del baño se trabó, y en ese mismo instante hubo turbulencias de vuelta. El avión comenzó a caer y Ricardo se golpeó la cabeza, provocando un desmayo.
Al despertarse la puerta estaba abierta, y sin pensarlo dos veces salió corriendo del baño. Manchas de sangre y personas pidiendo ayuda, al joven se le hizo un nudo en la garganta, ayudo a las personas y bajaron del avión. Al intentar pedir ayuda se dieron cuenta que los móviles estaban completamente destruidos, y el avión, prendido fuego. Ricado fue a explorar el lugar, era un selva.
-Ustedes quedense aquí y pidan ayuda, yo iré a explorar el lugar- dijo Ricado, alejándose del resto. Pasó por varios árboles y altas palmeras, hasta que encontró una cueva y decidió entrar.
En la cueva había personas muy raras, haciendo una ronda y cantando canciones al rededor de una fogata. Desde ese momento, no se supo nada más de Ricardo.