10 de marzo
Dicen por ahí, que la noche es el final de un capítulo de nuestra vida, para dar inicio a uno nuevo que es el día.
En la tranquilidad de la mansión, tres personas se preparan para salir con un destino incierto. Los tres suben a un vehículo todo terreno saliendo del lugar cuya compañía es la luna.
—¿De verdad, no sabes quién era la persona que llamó?— dijo Mohamed, al mirar por el retrovisor a su compañero que estaba en la parte trasera.
—¿Cuántas veces te dije lo mismo? ¡No!— exclamó Leonardo, cuya voz se notaba molesto.
—Cariño no es la primera vez que alguien nos hace eso— agrega Seniha, para aliviar la tensión del momento.
Luego, el vehículo se sumió en un silencio incómodo, pero a la vez cargado con incertidumbre. Al cabo de unos minutos, Seniha quiso romper el hielo.
—Oigan, esto me recuerda al viaje que hicimos a Siria— dijo Seniha.
—¿En la parte de casi muero o que alguien se la pasó quejándose de tener hambre?— dice Leonardo, dejando de mirar la ventana para luego mirar a donde estaba Mohamed.
—Eso te pasa por no escucharme, si hubiera hablado los convenzo—dijo Mohamed, lo cual fue un ataque.
—Mohamed—dice Seniha, con los brazos cruzados mirando a su esposo.
—Dudo que esos locos te vean como hermano sabiendo el historial que tienes—menciona Leonardo contraatacando.
—¡Los dos dejen de pelear!—gritó Seniha.
—Bien— dijeron los dos al unísono.
Luego de varias horas de camino, llegaron al centro de la ciudad que se encontraba solitario y oscuro, un contraste con el día. Los esperaba una camioneta y unos hombres bien armados vestidos de negro. El equipo se detuvo a unas cuadras con las luces apagadas estaban mirando a través de unos binoculares.
—Creo que llegamos al lugar—dijo seniha, usando los binoculares.
—Esta persona no se ve nada amigable—dijo Mohamed.
—Si nos quisieran matar lo hubieran hecho y no nos llevarían a la boca del lobo—explicó Leonardo, que miraba a través del vidrio.
—mmm…—gruñó Mohamed.
—él tiene razón—dijo Seniha, en respuesta a su esposo.
—Voy a bajar—dijo Leonardo, a la vez que abrió la puerta del vehículo.
—¿Te volviste loco?— exclamó Seniha, entre susurros alarmada de lo que haría su compañero.
—¿Lo dudas?—preguntó Mohamed, girando la cabeza en dirección a Seniha.
—No es la primera vez que nos llaman de este modo, salgan ya—dijo Leonardo con un tono frío y autoritario.
Mientras el trío salía de camino al destino, en el grupo de hombres, dentro de un vehículo blindado estaba un señor viejo hablando con alguien por el teléfono.
—Escucha niña, ya te dije que no hablaré más sobre el tema—explicó el viejo hombre, por el celular.
—Trate de buscarte para que me des información, viejo asqueroso—dijo una voz femenina del otro lado.
—Mira mocosa, si quieres información de este mundo no tendrás mucha—dijo el señor, molesto.
—Mi jefe pide información, yo voy a contactar un traficante para que después encuentre un callejón sin salida—dijo la chica.
—En este tipo de negocio, los soplones no viven mucho, niña—advirtió el hombre.
—¿Te busco mercenarios para tu trabajo y así me pagas?—exclamó la chica.
—En este mundo no existen los favores, niña—dijo el hombre con tono burlesco para luego colgar la llamada debido a que estaba viendo aproximarse un grupo de tres personas.
Los hombres al ver a los desconocidos prepararon sus armas, listos para una sola orden. De un vehículo salió un anciano con un sentido del humor que ayudaba a apaciguar el ambiente cargado, para algunos fue raro pero para dos del trío la recordaban muy bien.
—Casi pienso que los mataron—dijo el hombre, con un mal sentido del humor.
—No nos gusta dejar rastro—dijo Leonardo, con un poco de amenaza en su voz.
—Lo cual es raro que nos encuentren—le siguió Mohamed a su compañero.
Sin decirlo el grupo de hombres apuntó sus armas, el trío estaba en una apretada situación, donde cualquier palabra sería una sentencia de muerte. El viejo se mantuvo serio, analizando a los dos hombres, que anteriormente les habían hecho un trabajo.
—Si va a matarnos hágalo rápido—dice Mohamed sin preocupación en su voz.
Leonaldo se mantuvo tranquilo, sabía que los necesitaban vivos, pero Seniha lo cortó con la mirada.
—Por fin alguien me entiende, me agradas—dijo el viejo, entre risas para después cambiar drásticamente su expresión de felicidad a un rostro serio y frío.
—Muchachos pueden bajar las armas—ordenó el viejo hombre, a lo cual los hombres con miradas cargadas de dudas respondieron a la orden.
—Me parece que la manera de recibirnos es un poco arriesgada—dice Leonardo, rompiendo el momento de silencio.
—Lo lamento señor Spencer, no quería asustarlos con estos idiotas—se disculpa el viejo hombre.
—Lo he notado, pero me parece muy exagerado la cantidad de personas y que tengan mucha munición—dice Leonardo examinando el escenario con su mirada.
—Ustedes bien saben cómo está la situación de este país, no nos podemos arriesgar—dice el anciano con una sonrisa.
—Buen punto, la protección es importante—menciona Leonardo, para luego dar una mirada a sus compañeros.
—Casi me olvido del señor Abdallah, su sentido del humor no es de olvidar—agrega el hombre al mirar a Mohamed.
—Al parecer esta persona debe conocernos bien, puede que sea un viejo cliente, pero no logro ver con claridad su rostro oculto en la sombre del vehículo—pensó Leonardo intentando ver bien quien es la misteriosa persona.
—Pero este compañero no lo he visto—dijo el anciano en referencia a Seniha que tenía el rostro oculto por un pasa montaña.
—Nuestro compañero, es alguien que no va mucho a nuestras misiones, dirige más los contactos—explica Mohamed con seriedad y un tono amenazante en su voz cosa que solo su esposa noto.
—Es muy reservado y no le gusta mucho hablar—agrega Leonardo.
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Editado: 29.08.2025