El zapatilla de cristal. Y si el hada no viene

Сapítulo 34

– ¡Querida, pajarito! ¿Qué ha pasado? – exclamó Romeo, y la chica se lanzó a sus brazos.

– ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! – gritaba ella.

—¡Beatriz, cálmate y habla con claridad! —tronó Pete. Evidentemente, su voz tenía un poder mágico sobre todos: la chica, que hasta hacía un instante temblaba y sollozaba desconsoladamente, en un instante se recompuso.

—Habla, habla… —susurró Teó, conmovido.

—E-el príncipe ha venido —logró articular Beatriz—. El príncipe, el tesorero, los guardias… Dijeron que les debíamos dinero desde hacía mucho tiempo… y se abalanzaron… ¡se llevaron todo! ¡Buscaron hasta en los rincones más oscuros y se lo llevaron todo! ¡Todo! ¡Y a los que intentaron defenderse, los golpearon sin piedad! ¡Casi hasta la muerte!

—¿Para qué el príncipe en persona se encarga de recaudar impuestos? —preguntó Pete.

—Él… él… —Beatriz volvió a temblar de terror y repugnancia—. ¡No buscaba dinero! ¡Buscaba a un criminal! Le dijeron que lo estábamos escondiendo… incluso le indicaron la casa… ¡y se fue directamente a la casa de Pedro! Y el príncipe comenzó a interrogarlo, pero Pedro no confesó… ¡y entonces empezó a golpearlo! ¡A golpearlo con saña! ¡Todos vieron cómo lo golpeaba y no pudieron hacer nada! ¡Cuando terminó, Pedro estaba casi muerto! ¡Más bien, medio muerto! Y el príncipe lo obligó a confesar, lo encadenaron y se lo llevaron… ¡Y yo… yo no pude… y vine corriendo hacia ustedes! —casi gritó entre sollozos.

—¿Ustedes estaban escondiendo al criminal?

—No lo sé.

—¿Ya se han ido?

—No lo sé. ¡Nuestros hombres debían detenerlos! —Beatriz no pudo contener el llanto.

—Bien —dijo Pete—. ¿Tomarán el camino del norte?

—Probablemente…

—Bien. ¿Y el príncipe?

—Averiguó lo que quería y se marchó inmediatamente.

—Bien. Teó… —le indicó al chico que estaba con Beatriz, quien sollozaba en sus brazos.

—Sí, claro —asintió Teó y se llevó a la chica.

Pete respiró hondo, miró a todos y dijo con voz ominosa:

—Reúnase, vamos de caza. Los alcanzaremos antes de la bifurcación.

La cuadrilla se lanzó a recoger sus cosas de las tiendas. Reunieron apresuradamente espadas, cuchillos y lazos. Y yo permanecí petrificada y aterrorizada, sin saber qué hacer. Era la primera vez, desde que estaba allí, que la cuadrilla se preparaba para una acción de este tipo. ¿Arremeterían contra ellos como verdaderos bandidos, destrozándolos? ¿Vería por primera vez lo engañosa que puede ser la apariencia y los monstruos que esconden en su interior? ¿Qué debía hacer: esconderme en un rincón oscuro o ir a consolar a Beatriz?

—Isabel, no te derrumbes. Estás con nosotros —dijo Pete de repente, y casi me desmayo.

— ¡¿Qué?! —grité horrorizada.

—¿Y para qué te estuve entrenando todo este tiempo? —frunció el ceño.

—¿Van a matarlos?

—Si es necesario —sentenció con una sola frase.

—No quiero —negué con la cabeza con fuerza y retrocedí.

Pete exhaló lentamente.

—¿Sabes quién es el tesorero real? —preguntó finalmente.

—¿Señor Bonne? —logré balbucear.

—¿Y su hijo?

—¿El joven señor Lorenzo?

—Sabes cómo ascienden los hijos de los tesoreros reales, ¿verdad? Esperan una situación problemática y con todo su brillo se lanzan a resolverla. Estoy seguro de que el grupo que desvalijó la aldea hasta el último céntimo está dirigido por Lorenzo.

—¿Lorenzo? —repetí, sin poder creer lo que oía.

¡Ese mismo Lorenzo que no sirve para nada y pierde la cabeza con solo pensar en Leonor! ¡Ese mismo Lorenzo que no puede mantenerse en su caballo y nunca ha empuñado una espada! ¡Ese mismo Lorenzo, el canalla, que fue el primero en sacar su espada y correr tras de mí para atrapar a la asustada niña, acusada de asesinato!

—Prepárate —dijo Pete—. Tu primer combate real contra tu primer oponente real.

Lo decidí en un instante: esa aterrorizada niña no podía vengarse del canalla.

¡Qué interesante es el bosque! Parecería que cuando está en su máximo esplendor, siempre es el mismo. Pero no estoy de acuerdo. ¿Con qué palabras se le describiría a una niña pequeña que se ha perdido y que ve monstruos siniestros tras cada arbusto? ¿Cómo lo ve una pareja enamorada que se ha escondido allí de todos y disfruta de cada momento? ¿Cómo lo veía yo cuando marchaba con ánimo a buscar a mis padres, y cómo lo veo ahora que ese insoportable bandido me ha arrastrado a un robo y me ha dicho que matarán si es necesario…

El camino discurría entre dos lomas, colinas inclinadas tras las cuales nos habíamos apostado. Pete distribuyó a los chicos en sus posiciones, y a mí me dejó a su lado. Ahora solo esperábamos la aparición de la carroza.

– ¿Así, sin más preparativos? – me inquieté.

– Nada de eso – replicó Pete – Tenemos lugares preparados en cada camino. En cualquier momento están listos para el asalto.



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En el texto hay: reinos, primer amor, medieval

Editado: 10.04.2025

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