El zapatilla de cristal. Y si el hada no viene

Сapítulo 36

Pete Allen estaba de pie a la sombra de los árboles, como siempre: recostado contra un tronco, con los brazos cruzados sobre el pecho. Finalmente se enderezó y se dirigió hacia mí.

–Sabes –dijo–, yo en su lugar primero hubiera curado las heridas, y luego me hubiera dedicado a besar.

La sorprendida señorita se sonrojó como un tomate.

–Para ser sincera, todos corrimos al oír los gritos… Pero los chicos, al ver a un competidor, se ofendieron y se fueron. ¿Era ese el "misterioso desconocido"? – unos brillantes chispazos de diversión brillaban en sus ojos.

–Ajá –desestimé con la mayor indiferencia posible.

El chico se detuvo justo delante de mí y entrecerró los ojos. Ya no sabía si iba a regañarme o a burlarse.

–Lo que hace el amor con la gente… – Pete meneó la cabeza. – Sé cómo reaccionas ante el más mínimo rasguño, y ahora mismo veo que él se fue hace cinco minutos y tú todavía finges que te ha picado un mosquito.

–¡Y sabes que los mosquitos de aquí pican con bastante efectividad! – gimié, despojándome de todas mis máscaras. Quiero gemir. Quiero gritar. ¡Quiero un analgésico!

–Llegará, llegará… – bufó Pete. –Venga, sube a mis brazos, ¡oh gran valquiria! Te llevaré…

Archie observaba con los ojos muy abiertos. Lo único incomprensible era si era por lo espantoso que parecían mis heridas, o por lo espantoso que las habían curado. Y también que los chicos ni siquiera se habían despertado del todo y yo ya había hecho tantas cosas…

–¿Mucha, mucha pomada? – pregunté con incertidumbre.

–Ay, eso lo ha visto peor –desestimó Pete–. Como cuando Carrie se aplastó la mano con un árbol durante la tormenta…

Pero yo miré aún más convincente que Archie, y juntos lo hicimos callar.

Hablando de pomada. Como ya mencioné, es una pomada muy especial. La inventó el propio Archie, y fue gracias a ella por lo que fue tan excepcional antes de que lo traicionaran. Las hierbas para su elaboración eran muy raras y difíciles de conseguir (quizás fue allí donde aplastaron a los lobos)... Pero valió la pena.

Como me explicó el propio Archie, la pomada normal estimula el proceso de regeneración en el lugar de la lesión. ¡Pero su pomada actúa de forma mucho más grandiosa! Parece que concentra algo de todo el organismo y lo lleva al lugar de la lesión, y por eso la herida se cura varias –o incluso decenas o cientos de veces– más rápido de lo normal.

–Simplemente concentra todas las fuerzas regenerativas del cuerpo en un punto, ¿entiendes? – decía Archie.

Pero tiene un efecto secundario: cuanta más pomada entra en acción, más agotamiento sentirá el organismo después. Por lo tanto, en algunos casos puede ser peligroso: si la herida es demasiado grave y la pomada extrae demasiada energía del organismo, este puede simplemente apagarse y no volver a encenderse. Por eso hay que tener mucho, mucho cuidado con ella.

Pero unos rasguños tan ridículos como los míos (desde el punto de vista de Pete), se curan en un día sin problemas. ¡Así que para la cita estaré radiante y hermosa!

Y ya me disponía a encontrar un lugar cómodo bajo el sol para disfrutar todo el día de mis sueños sobre el encuentro de mañana… Pero Pete dio unas noticias que rompieron todo mi equilibrio espiritual.

–¿¡Un robo?! – exclamé. –¿Otro? ¿Mañana? ¡Si fue ayer!

–Sí, esto se sale un poco del horario… Pero es una oportunidad tan tentadora que sería pecado no aprovecharla.

–¿De qué hablas?

–Del príncipe y su escolta. Mañana al mediodía pasará por nuestro bosque.

–¿Espera, ¿el príncipe André? – pregunté. ¿Ese galán sin igual del que todos hablan, al que admiran como a un dios y del que suspira cualquier mujer, desde una campesina hasta una reina? ¿Y ese mismo canalla, malvado y simplemente miserable, verdadero hijo de su padre, que tan alegremente ayuda a las incursiones contra los campesinos y hace llorar a Beatriz?! –¿Ese mismo príncipe André?!

–Sí –asintió Pete–. Tienes que admitirlo: simplemente no podemos dejar de conocerlo.

—¡Ja, ja, ja! —rió Kerry—. Hermanita, le diste una paliza tan espectacular a ese pijo ayer que ya estoy deseando ver cómo le das una al príncipe.

—Ni hablar —la cortó Pete—. Nuestra Sonya está herida y tiene una cita mañana.

—¡¿Qué?! —parecía que no había nadie más en el campamento, todos los chicos estaban ahí, al instante.

Así que, durante todo el día, la pandilla se preparó para el atraco. Revisaron el plan, el terreno, perfeccionaron sus habilidades de combate… Y todo el tiempo me miraban con chispas de diversión en los ojos.

—¿Y qué pasa con que siempre roban usando el mismo esquema? —pregunté—. ¿No sacan conclusiones y no pueden preparar una defensa?

—O… o… —balbucearon los chicos.

—Quería decir que tú misma viste cómo se defienden esos héroes —explicó Pete—. Ah, sí: a la primera orden, se tiraban al suelo a contar hormigas que les cruzaban la nariz.

—¡*In pace leones, in proelio cervi*! —añadió Gaston.

—Pero…



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En el texto hay: reinos, primer amor, medieval

Editado: 10.04.2025

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