El zapatilla de cristal. Y si el hada no viene

Сapítulo 40

Pero el día siguiente solo fue difícil para los chicos: volvieron a registrar todos los rincones de Anderthal buscando información. Beatriz y yo hicimos lo mismo que el día anterior: el estado antes mencionado persistía, así que soporté dignamente la decimotercera lección de dibujo con palitos… Las palabras de Pete resonaban en mi cabeza. Sí, para un dolor así, se necesitan unos ojos así.

Me asombraba cómo lograba ocultarlo todo, sin que nadie sospechara nada… Y cómo cambiaba tan rápidamente. Parecía como si nada hubiera pasado. Porque ya por la mañana se veía como siempre, y por la tarde dirigía las reuniones con eficiencia y seriedad.

Escucharon la información obtenida.

– En resumen – dijo Pete–, la guardia real sigue siendo tan obtusa como siempre… Solo hay que temer al príncipe y a sus allegados, que volvieron con él del extranjero (él mismo los puso a custodiarnos). Después de superarlo, decidimos que todo lo que se contaba sobre él eran invenciones. ¡Y… sí! Los relatos sobre él no se corresponden con la realidad – ¡porque en realidad es incluso más hábil y peligroso de lo que decían!

– Pregunté – dijo Mástil–, y dicen que esgrime incluso mejor que Pete (¡pero no vamos a creer a esos mentirosos, que los coma una comadreja!), y que en combate puede resistir a varias decenas de atacantes.

– Yo pregunté – intervino Gastón–, y yo lo vi. Lo vi desde lejos, cómo esgrima… Y es simplemente algo increíble. Es aterrador, maldita sea. ¡Esgrima de tal manera que es imposible acercarse a él!

– Y nos encontramos con algunos zhangzhits – añadieron los jarays–. Y dijeron que el príncipe… coquetea mucho…

– Esgrima – corrigió Piers.

– Sí, esgrima, esgrima – asintió Niels–. ¡Esgrima tan bien que cien jarays no serían suficientes para él!

– ¡Y los zhangzhits saben cómo pelean los jarays!

– ¡Sí, vieron cómo luchamos por nuestra lengua! ¡Contra los zhangzhits luchamos!

–Y si los zhangjithi lo dicen, entonces el príncipe André es definitivamente… definitivamente… ¿irrelevante? ¿Insignificante? – comenzó a chasquear los dedos.

–Invencible – logré decir.

El desalentador veredicto causó una opresiva impresión.

–Pero eso no es todo – suspiró Pit con dificultad–. Solo hablamos de él como un terrible guerrero… y eso es solo una cara de la moneda. Porque cuando él asume el mando, incluso esos guardias reales, que son completamente estúpidos y corruptos, comienzan a representar una amenaza. Figurativamente hablando, si antes nos veían –y enterraban la nariz en el suelo… la mera vista del maldito André los aterroriza aún más, y se colocan en formación y pulen sus alabardas.

–Dicen que puede entrenar al más cobarde hasta convertirlo en un maestro guerrero.

–De esta manera, el bastardo de André representa una amenaza no solo como un maestro de la esgrima, sino como un hábil comandante – concluyó Pit–. Por lo tanto, primero debemos neutralizarlo para que toda la guardia real vuelva a sus viejos hábitos y no se le ocurra oponer resistencia… e Isabel lo hará.

–¡¿Qué?! – grité.

No, si antes dije que se me “caía la mandíbula”, aún no sabía lo que significaba realmente que se me “caía la mandíbula”.

–¿Y de qué te sorprendes? No podemos acercarnos a él –recuerda a todos en persona. ¡Y tú, no seas modesta! Un poco de tratamiento adecuado –y todos se colgarán de ti, hasta que te canses. Créeme, incluso ese engendro de príncipe no podrá resistirse a ti. Si te esfuerzas, por supuesto – añadió.

–Y para que lo sepas, ninfomaníaca –intervino Gastón–, tienes todo el derecho a su simpatía: eres una princesa, después de todo.

–Bueno? – preguntó Pit.

–¿Así que quieres que lo seduzca y luego lo noquee cuando menos lo espere?

–Sí – dijo Pit abiertamente.

–¡Perfecto! – refunfuñé y me dirigí a mi musgo.

–¡Mañana discutiremos el plan con más detalle! – me gritaron al irme.

Y toda la noche, y desde la mañana misma, estuve pensando en eso… Incluso el musgo parecía mucho más duro de lo que es, y la más mínima irregularidad –un hueco o una protuberancia– me molestaba tanto que el sueño llegó mucho después de la medianoche. Y aún así… el sueño no se fue tan lejos de la medianoche como me hubiera gustado.

Me desperté. Sigo sentada y pensando, sentada y pensando… Todavía me siento mareada por algo.

¡Qué papel tan bonito me ha inventado! Quiero matarlo. Y con mucho sufrimiento.

U-u-u… Bueno, ¿qué debo hacer? ¿Y si lo arruino todo?

U-u-u… Bueno, ¿cómo voy a neutralizar a ese maldito? ¿Con una palanca, por costumbre? ¡Pero ¿dónde voy a conseguir una palanca en medio del palacio real?!

–U-u-u… – esta vez en voz alta.

No pude resistirme y salí al aire fresco.

Amanecía. Los débiles rayos del sol mostraban su terquedad y se abrían paso con una furia impetuosa a través de las copas de los árboles. Mis ojos, acostumbrados a la oscuridad de la noche, lagrimeaban y se entrecerraban. Esos rayos traviesos los cegaban.

Tendré que cegar al bastardo con mi belleza.



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En el texto hay: reinos, primer amor, medieval

Editado: 10.04.2025

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