Descubrí que me gusta escribirte cartas, que quizás nunca leerás, pero siento que la mayoría de lo que escribo ya lo sabes.
Estuve pensando, esto lo estoy escribiendo después de cierta desastrosa fiesta. No sabes lo impotente que me sentí cuando me contaste lo del bus, simplemente imaginar a ese tipo tocándolas hizo que mi sangre ardiera por horas, porque no pude protegerlas, a ustedes, mis preciadas niñas.
Maldito mundo.
Sé que vivimos nuestra adolescencia en una burbuja, que el mundo no es como pensábamos, que está lleno de cosas y gente mala que solo quiere hacernos daño.
Por eso tengo miedo de irme.
Siento que las estoy abandonando, siento que las voy a perder, no quiero perderlos, no quiero que todo lo que somos se vuelva un recuerdo nostálgico.
Joos, cuanto quiero a ese niño, me dijo algo que realmente me llegó: «cuando no estés, no sé qué voy a hacer». Mi pequeño niño, si me voy, solo quiero pedirte esto, cuídalo mucho, es mi rosa más preciada.
Nunca olvidaré cuando me abrazó tan fuerte, que sentí todo su miedo atravesar mis huesos.
Nunca olvidaré tu cara de decepción y miedo esa noche, sé que aquella noche te cuestionaste todo tu mundo. Pero también sé que te repondrás, niña testaruda.
No sé qué hacer con este mundo, conmigo, con todos. Quiero protegerlos, quiero ser egoísta, quiero gritarte todo lo que siento, sin miedo.
Sin miedo por una vez.
No quiero que ninguno de ustedes vea lo feo de este mundo.
Si llego a irme, voy a cuidar de ustedes, voy a cuidarlos siempre.
Que sensible me siento, asco. Pero aun así los quiero mucho.
Te quiero mucho.
Aunque nunca haya alcanzado a decírtelo...