Escribiré lo que, sin querer, te dije hoy cuando me encontraste vomitando en el baño (recuérdame nunca volver a ser tan cerda comiendo).
Te dije lo que feliz que estaba de haberme ido el día anterior, es que. ¡Hubieras visto la sonrisa de mi abuelita! Nada se compara a ella, ni el primer amor, ni ser correspondido, ni siquiera volver a ver a alguien a quien no veías hace mucho tiempo.
No soporto ver como se apaga un poco más cada día, y sí, eso es egoísta, lo sé. Es como si quisiera que viviera solo para mí, como si olvidara que ella es una persona aparte, que piensa y siente por sí misma.
Me imagino a mi abuela soplando cada día sobre mí, avivando mi corazón.
Mis ganas de seguir.
Siempre he dicho que no me busquen el día que le suceda algo, porque no será necesario.
Después de todo, ¿Qué sería de Coraje sin Muriel?
Jaja, amo esa referencia, desde pequeña siempre nos vi así, a los tres. Pero Justo ya se ha adelantado.
Una vez para su cumpleaños le regalé un dibujo de la señora y su perro, recuerdo que Abimelec me ayudó a pintarlo, porque yo pinto del asco, ella aún lo tiene guardado en su mesita de noche. Mesita que, por cierto, siento que la representa muy bien, las mesitas de noche no están en cada casa, cuando están se siente más elegante, más cálido.
Como si tuvieses que hacer algo antes de irte a dormir.
Cuando yo tenía una mesita de noche, era invisible, aunque guardaba cosas importantes para mí ahí. Cuando dejé de usarla, la alejé de mi cama.
A lo que quería llegar con esto, es que a veces las decisiones que se toman por instinto traen momentos muy felices, y como yo pienso mucho las cosas antes de hacerlas, quizás demasiado, hace que este aprendizaje sea bueno para mí.
Otro punto para la libertad.
Quizás deba aplicar esto contigo.