Por fin me he dado cuenta de porque actué así en aquella fiesta, como tu dijiste: «Idiota».
Ese día me contaste lo del bus, ¿Recuerdas? Bien, aquello me dejó mal, porque no pude hacer nada, no podía ni siquiera repararte, no podía hacer nada. Ni un «Todo estará bien» hubiese servido ese día.
Nada.
No puedo proteger nunca nada, ni a mi mamá, ni a ustedes, ni a ti.
Ni siquiera a mi misma.
Coraza, coraza, escudo.
Cruzadas.
Espero realmente no estar más aquí cuando leas estas cartas, de verdad lo espero. Quizás sea mi mayor acto de valentía.
Quizás soy de las personas que se van y no vuelven, ¿Verdad?
Ahora cada vez que te abrazo, te siento incómoda, quizás no debería hacerlo más. Quizás no haga más cosas que les incomoda a todas.
Solo quiero un soplido más en mi corazón, intentemos avivar mi llama una vez más.
Gracias por todo lo vivido, por los sueños y los pensamientos, por los llantos y por las risas, las locuras, los arranques, todo.
Hoy sentí que realmente te amo.
Gracias.