El Zorro Blanco I

Prefacio

"Las ovejas negras no nacen de ese color; su lana se va manchando con heridasdolores y cosas del pasado hasta que el alma no puede más y se rompe".

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PREFACIO

Washington D.C-Estados Unidos
11 de octubre del 2010

Otro día había iniciado en el Banco Central de los Estados Unidos. Los trabajadores del equipo nocturno abandonaban la institución para dirigirse a sus hogares, al mismo tiempo que los diurnos hacían presencia para comenzar el conteo, los informes y, por último, la apertura al público.

Esto debido a los recientes cambios en el sistema operativo de la economía mundial. Ahora, desde hacían dos años, no se utilizaban reservas físicas de dinero para evitar robos y secuestros al personal; sino que todo era llevado por algoritmos y tecnología avanzada. Dígitos, cuentas, el dinero disponible para hacerlo físico; todo regido por una base de datos mundial —o al menos contaba con las grandes potencias que deseaban estar a la altura económica— todos compartían una misma línea.

Desarrollado por expertos de los cuales la historia destacaba a Nathalie  Sokolov, una rusa experta en tecnología y programación; Tom Astruc, uno de los mayores desarrolladores de la robótica francesa; Keiko, un japonés con talento destacado en logaritmos de clase maestra; Cristóbal Birkin, Alemán dueño de la mayor instrucción dedicada al desarrollo de inteligencia artificial y también llamado «La sombra del internet» por sus grandes trabajos invadiendo sistemas,   y Kataro Bridger, un estadounidense economista reconocido por sus grandes habilidades para las relaciones exteriores e internacionales además de un experto a la hora de la contaduría. Cinco miembros fundadores de este sistema y nombrados "Maestros de la economía".

Desde ese momento, el trabajo se había convertido en algo muy rutinario, fácil y práctico de realizar. Las máquinas de efectivo daban lo que se solicitaba con respecto al fondo del país, los trabajadores solo debían hacer uso de botones para retirar y el sistema era tan seguro que solo  se podía modificar si se usaban las 5 tarjetas de cada miembro del consejo y todo lo que se realizaba en cada banco era registrado. Sin duda alguna, un invento que había traído la paz entre las grandes potencias y prosperado a los pequeños países.

En la admirable nación Norteamericana, la encargada de supervisar todo el sistema operativo era Alicia Jones; jefa del área administrativa a nivel tecnológico. Un cargo que llevaba con orgullo desde su inicio hacían ya 2 años.

Con el toque de su tarjeta, entró a la oficina, tomó asiento y se dispuso a iniciar una minuciosa revisión dando conteo a los fondos del banco. Dichos fondos representaban el 90% del capital que dispone el país entero. Eso sin contar el dinero efectivo que aún circulaba.

Una experta estudiada en el área y muy talentosa a la hora de cumplir con su trabajo. Codificar, registrar, archivar y por último, dar luz verde a la apertura del banco.

Después de colocar las contraseñas de ingreso, dió un largo suspiro y se acomodó en su silla mientras la página se actualizaba. Su libreta de anotaciones se encuentraba a un lado lista para ser usada, pero su sorpresa llegó cuando, en el lugar donde debería estar el monto capital, se encuentró un simple escrito que nunca había visto.

<<ZB>>

Confundida, volvió a cargar la página pensando en que solo se trata de una falla en el sistema. Después de todo, sería la primera vez y para todo existe una primera vez. Sin embargo, su confusión  se mantuvo al darse cuenta de que aún recargada la página, las letras seguían ahí.

Como último recuerdo, reinició la computadora, al mismo tiempo que marcaba en su teléfono de oficina el botón para contactar con la dirección.

El sonido del repique se escuchó dos veces, aún con su vista sobre la computadora que lentamente carga mostrando el mismo resultado.

<<ZB>>

Seguía escrito ahí en el mismo espacio remplazando los números. Pasaron unos  minutos y por fin alguien levantó el teléfono y contestó.

¿Alicia? —dijeron del otro lado de la línea. Esa voz, cálida y amistosa, era reconocida de inmediato por la trabajadora. Se trataba del director.

Nick Rockwell. Un hombre que había forjado su carrera desde abajo con esmero y dedicación, sin duda alguna, era el mejor para este importante puesto.

—Señor, mi computadora está fallando. No puedo ver el capital del banco, solo unas letras rojas —explicó la chica sin quitar los ojos de la pantalla. Se encontraba incómoda, pero era su deber notificar cualquier falla del sistema, aún cuando podía ser solo en su usuario.

—Déjame revisar si hay algún problema con tu ingreso  —habló con amabilidad.

¡No hay nada!

Un grito femenino, aparentemente de una de las secretarias, se escuchó en el fondo de la llamada con algo parecido a un ataque de pánico.

¿Cómo que nada? —la tranquila voz del hombre cambió a una de preocupación.

El impacto del teléfono contra la mesa indicó que lo habían dejado de lado, o eso intuyó Alicia, ya que las voces se hacían lejanas y ella tuvo presionar el auricular contra su oreja para poder oír mejor de lo que hablaban.

Las cuentas, el banco ¡No hay dinero! —la desesperada voz de la mujer era distante, pero clara.




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