El Zorro Blanco I

Capítulo 5: La herida no sana

"Crees ser fuerte, hasta que algún hecho o persona  te rompe  el corazón lo suficiente como para que  unirlo sea uno de los mayores desafíos" 
Taiga Bridger.


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Capítulo 5:
LA HERIDA NO SANA

Su actitud me seguía resultando muy extraña y eso me hacía seguir buscando donde estaba la falla de lógica en todo esto.

¿La bebida estaba alterada? No, ya lo hubiera notado o el efecto ya hubiera ocurrido. Entonces, ¿qué era?

Sujetó la taza, miró el fondo y lo vi respirar profundo disimuladamente antes de beberlo todo de un sorbo, para luego encoger sus hombros dejándola frente a mí. Estaba vacía y él solo sonrió para restar importancia a toda la situación.

—Listo —dijo sin más.

Al menos no era veneno. Pero aún me seguía faltando algo.

—¿Es todo? —pregunté levantando la vista confundida.

—¿Esperabas algo más?, ¿confeti, una muerte o algo así? —soltó una pequeña carcajada.

La verdad, no tenía idea, pero su actitud fue rara en cuanto hice la sugerencia, y de eso estaba segura. Tenía que encontrar la razón a todo esto porque ya empezaba a sentirme paranoica.

—Estabas actuando raro —le acusé haciendo una mueca mientras ponía la taza sobre los platos.

—Creo que ya estás buscando acertijos donde no los hay. El sabor del café no es mi favorito, es áspero y un poco fuerte para mí paladar, es todo —me explicó sonriendo una vez más.

Lo enfrenté nuevamente tratando de ver si mentía, pero no pude notar ni una sola inseguridad en el fondo de sus ojos. No había nada, no podía decifrarlo y eso me estaba frustrando. Pasamos así unos minutos hasta que el sonido de golpes me hizo desviar la mirada de sus ojos hasta la mesa donde su dedo había comenzado a dar golpecitos contra la superficie repetidas veces de manera consecutiva. Eso me hizo pensar que estaba nervioso, pero ¿por qué estaría nervioso por estar conmigo?

—¿Tus ojos son reales? —solté otra de esas preguntas que me había estado guardando desde que llegué.

En realidad, solía ser una persona bastante directa, así que el hecho de que no lo hubiera preguntado antes ya era bastante extraño. Tomando en cuenta que tenía la duda desde que lo vi por primera vez.

—Tienes razón. Es realmente tarde y Jonathan está como loco mandando mensajes. Nos tenemos que ir —evadió mi pregunta poniéndose de pie y tomando los platos.

—¿Estas evitando responder? —cuestioné un poco incrédula. No era una pregunta difícil, no tenía porque ignorarla.

—Sabes que pasaron casi dos horas desde que vinimos, ¿cierto? El tiempo vuela cuando te diviertes —se dió la vuelta cargando todo en sus manos listo para alejarse.

Me puse de pie también y me apresuré a bloquearle el paso para que no pudiera escurrirse como una sabandija.

—Jonathan me cortará en rodajas si no llego en los próximos segundos —se excusó con impaciencia para que me hiciera a un lado.

—¿Lo son? —le recordé mi pregunta.

—Todos los ojos son reales, Janette. No olvides que podemos ver con ellos —de nuevo una de sus bromas fue la respuesta.

—Zimmer, sabes muy bien a que me refiero —repuse llevando las manos a la cintura con seguridad.

—Sí, lo son —dijo por fin.

Logró pasar a mí lado y caminar hasta la cocina donde debía dejar los utensilios.

¿Eran de verdad? Eso era imposible. En serio pensé que solo diría algo como: Son unas lentillas, o algo así, pero esto me ha dejado sin palabras.

Después de pagar y salir, ambos acordamos silenciosamente comenzar a caminar en la misma dirección. Él se dirigía a la estación de policías y yo hacía la parada que iba hasta mi casa, la cual quedaba en la misma dirección. El silencio se había prolongado mucho más tiempo del estimado y ahora caminábamos uno junto al otro sin decir nada. Podrían llamarme loca si quieren, pero lo noté nervioso. Era claro, demasiado claro. Literalmente no se quedaba quieto, y no me refiero solo a caminar. Hemos andando menos de una cuadra y ya ha pateado como cinco botellas del suelo, tarareando unas veinte canciones y se ha subido a incontables muros para hacer equilibrio y caer de nuevo al suelo plano. Si sigue así voy a considerar tomarle del brazo para cruzar la calle en caso de que quiera correr o algo.

—¿Te pasa algo? —me atreví a preguntar para romper aquel silencio, girándome un poco para mirarlo.

—¿Por qué lo preguntas? —cuestionó confundido.

En mi mente se dibujó una larga lista de razones por las cuales podría intuir que algo estaba diferente, pero me decidí a nombrar la cosa más evidente que había notado:

—Desde que salimos no dejas de chasquear los dedos como si fuera un reflejo involuntario, miraste tu reloj unas diez veces y si te conociera un poco mejor diría que algo está inquietándote o estás ¿nervioso? —le expliqué mis razones y luego encogí los hombros.

—¿Mmmm? —de inmediato miró su mano deteniendo aquel movimiento.

Nos detuvimos al estar frente a la estación de policía y él tardó un momento en hablar:

—No lo había notado —confesó mientras reía con un poco de nerviosismo.

—Por cierto, lamento la pregunta de los ojos y todo ese interrogatorio, no fue mi intención parecer una loca —me coloqué de frente.

—No te preocupes, solo estoy algo inquieto porque hace mucho que debía estar aquí y olvidé comprar el café de Jonathan —dijo y mordió su labio.

No pude evitar soltar una risa con ese dato. Este sujeto era de lo más particular.

—Bueno, fue un placer conocerte —bromeé poniendo la mano en mi boca para evitar reírme. No funcionó.

—Le diré que cierta periodista fue la responsable de mi retraso y que también se tomó el café. No me salvará, pero no me hundiré solo —advirtió con cierta gracia.




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