El Zorro Blanco I

Capítulo 7: Quedando a la deriva

"En la vida existe esa etapa en la cual no sabemos hacia donde vamos, solo lo que queremos lograr y es ahí cuando nos encontramos a la deriva".
-Taiga Bridger

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Capítulo 7:
QUEDANDO A LA DERIVA

No tenía la menor idea de cómo había llegado a ese punto en mi vida, pero me sentía realmente feliz. Por fin sentía el apoyo real de alguien hacia mis sueños y metas, además de que por fin tenía la oportunidad de repasar e investigar algo más que no fueran los mismos datos.

—Entonces, señorita Brown, veamos que tiene —dijo con la voz de "policía intimidante" que creía tener.

Di un paso atrás dejando que se acercara a los recortes en el suelo y mi estómago se sintió con algo de vértigo. Se agachó lo suficiente como para poder ver todo y comenzó a tomar uno y otro trozo de papel. Estaba nerviosa porque era la primera vez que alguien vería mi trabajo y, en serio, sentía mucha vergüenza de que fuera un policía.

Miró todo con detenimiento y luego a mí con una expresión confundida, o peor, atónita. No entendí la razón de su desconcierto, así que me atreví a decir lo primero que pasó por mi cabeza:

—Ya lo sé, no tengo nada concreto. Solo son recortes y pedazos de algo que aún no deja de ser inútil —hice una mueca luego de decir aquello.

—No se trata de eso —murmuró más para si mismo.

—Es justo de lo que se trata —respondí aún cuando sabía que no me había hablado.

Suspiró dando paso nuevamente a su sonrisa y luego miró hacia la puerta.

—Ahora que lo pienso, ¿vives sola? En el reporte dice que vives con tus padres —expresó confundido y se puso de pie.

Lo vi mirar el papel que había conservado en la mano; dicho papel tenía la noticia de la "llegada de El Zorro Blanco" y el parecía analizarla con detenimiento antes de preguntar.

—Vivo con ellos, pero son periodistas ¿recuerdas? Están en el estreno de la película de lobos y toda esa alfombra roja —expliqué subiendo los hombros sin mucha importancia.

Me resultó rotundo que no recordara que soy "La hija mimada de los Brown", aunque solo me limité a esa pequeña explicación. Estaba tan acostumbrada a su ausencia por trabajo, que en realidad me era indiferente.

—¿Y por qué no estás con ellos? Las chicas aman esas películas —se mostró confuso de nuevo.

Nuestras miradas cruzaron una vez más y me di cuenta de que la curiosidad reflejada en sus ojos era tan intensa que parecía que intentaba leerme la mente o algo así. Yo intenté sostenerla y dar defensa a mi orgullo, sin embargo, me era algo difícil.

—¿Qué te hace pensar que soy el tipo de chica que ama ese tipo de películas? —levanté las cejas con un tono de ironía.

—No lo sé, solo decía. Bueno, ya me había parecido raro que con tus gritos no habías despertado a nadie —confesó riendo entre dientes.

Me senté en el suelo y organicé de nuevo cada dato en su lugar algo agobiada.

—Tenemos que concentrarnos —le recordé señalando el sobre amarillo que él había traído.

Zimmer asintió sentándose a mi lado. Me di cuenta de que, desde su posición -y con la mía- era un poco más visible mi piel con la pijama, así que me puse de pie con intenciones de cubrirme un poco más.

—Dame un momento —dije y rápidamente fui al closet.

Entré y tomé lo primero con manga larga que conseguí y un pantalón largo de tela que literalmente me cubría como si fuera un saco de papas. Exacto, mi definición de vestuario para estar con un chico a solas en la habitación era usar la típica ropa de loca que todos tenemos. Seguidamente, solté la trenza de mi cabello y lo amarré en un moño alto. Me miré al espejo detallando mi "peinado" e intenté varias veces aplacar al mechón rebelde dentro de este, sin embargo, se resistió como un potro salvaje, así que al final lo dejé a su libertad de expresión y salí del lugar.

—¡Que bien! Te pusiste sexy para la noche. Me agrada —exclamó al verme salir.

—¡Cállate! Tengo frío, es todo —mentí tratando de no evidenciar la vergüenza.

—Conozco buenas maneras de aumentar la temperatura corporal en una mujer —levantó ambas cejas con picardía y sonrió con algo que evidente no era inocencia.

—¡Deja de decir cosas como esa! —le reprendí alzando un poco la voz.

Sentí mi rostro algo caliente y maldije internamente mi imaginación tan activa.

—¿Qué? Me refiero a cobijas, chocolate caliente y un buen rincón junto a la chimenea. Que pervertida eres —se hizo el santo fingiendo no entender lo que evidentemente sí entendía.

—Idiota —murmuré al darme cuenta de que había caído en su broma.

Volvió a reír un poco más audible y la vergüenza en mi ser aumentó. Me senté de nuevo a su lado tratando de ignorar lo anterior ocurrido y, de la nada, sentí mi estómago rugir nuevamente y mi mano temblar. No había comido nada desde la mañana y, sí, era una estupidez, pero comer me quitaría tiempo valioso que necesitaba para cumplir mi objetivo.

—Mi idea es sacar todo lo relevante de ambas investigaciones y crear una base de datos nueva y más sólida —comencé a decir tomando en mis manos el sobre amarillo.

—Me parece bien —se limitó a decir.

Comenzamos a romper lo inútil y guardar lo importante. Lentamente la cantidad de papeles buenos en el suelo fue disminuyendo y luego de separarlo todo, me dediqué a pasar los datos a mí libreta para llevar un orden específico de cada dato.

Después de varias horas, ya mi cabeza dolía como si algo me estuviera presionando y ya había pasado unos 50 artículos completos a lápiz en la libreta. Justo en ese momento me dedicaba a tratar de entender un grafica de las tantas que Zimmer había traído y, la verdad, no tenía ni idea de como leerla. Mis neuronas ya habían fallecido una por una al dar todo por la comprensión, sin embargo, yo seguía viendo simples líneas y números.




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