Dicen que la madre naturaleza posee una sabiduría infinita y que sus designios son absolutos. Solo los hombres hemos sido capaces de quebrantar sus leyes y cada vez que ello pasa, los desastres comienzan a suceder, mientras que los animales y las plantas obedecen sin reclamar. Menuda ironía, la raza más inteligente del planeta es la más destructora de toda la Tierra, mientras los animales, que son supuestamente inferiores, son obedientes.
Así ocurre con la historia que voy a contarles, acerca de un ave muy especial, cuya existencia forma parte de este círculo de energías y sentidos que nosotros llamamos, Vida.
Corría la brisa en un pequeño árbol plantado en las afueras de la ciudad. Allí se encontraba un nido, formado por dos zorzales, aves de contextura gruesa, pero pequeños en tamaño. Estas aves son las más perceptivas de todo el universo alado conocido. A diferencia de las gaviotas, las palomas e incluso las golondrinas, los zorzales poseen un agudo oído, que les permite escuchar hasta el más diminuto sonido, de ahí que ellos acostumbran quedarse quietos en un lugar, como si estuvieran mirando fijamente a alguien. Gracias a su oído, pueden cazar los gusanos con gran precisión.
Esta parejita de zorzales había construido de a poco su nido en el pequeño árbol y al cabo de un año, nacieron tres polluelos, amarillitos como los pollos. Un verdadero milagro de la naturaleza como es el nacimiento de nuevos seres que habitarán este mundo, según lo que la madre naturaleza decida.
Los zorzales adultos, macho y hembra, estaban muy felices y no dejaban de piar por la alegría del nacimiento de sus crías, a las que alimentarían y cuidarían, hasta que aprendieran a volar por si solos, emprendiendo su propio camino a través de la vida.
A medida que el tiempo transcurría, los polluelos eran alimentados constantemente por sus padres. El macho volaba constantemente de un lugar a otro trayendo comida para sus polluelos, mientras la hembra hacía lo mismo, cuando el macho se quedaba en el nido y viceversa. Cuando los polluelos ya crecieron, comenzaron a dar sus primeros pasos dentro del nido, que tuvo que expandirse un poco para poder darles espacio a los pequeños.
Lo curioso era que cada vez que piaba la hembra de alegría, llamaba la atención de las personas que estaban en los alrededores, contemplando el espectáculo de alegría de la zorzal. Misma alegría que transmitía a los animales que circulaban cerca del árbol (perros, gatos, palomas, gaviotas y demás).
Finalmente los polluelos crecieron y ya había llegado el momento de que aprendieran a volar y así emprender vuelo hacia lo desconocido. Los tres novatos se pusieron en el borde del nido, listos para lanzarse al vuelo, ante la mirada de sus padres.
Cuando los tres se lanzaron al vuelo, algo terrible ocurrió. El árbol que sostenía el nido comenzó a caer súbitamente hacia un lado para impactar contra el suelo, de inmediato los zorzales adultos emprendieron vuelo para ayudar a sus hijos que estaban tambaleando por los aires por ser su primera vez volando.
El árbol cayó al suelo de lado y ellos contemplaron al responsable: Un ser humano, armado con una motosierra, comenzó a cortar el árbol en pedazos, destruyendo el hogar de los zorzales. La hembra, horrorizada, pió de rabia con tanta fuerza que todos escucharon su piar. Con rabia, fue hacia donde estaba el motosierrista y lo empezó a picotear en la mejilla, ya que estaba protegido por implementos de seguridad en todo el cuerpo, menos ahí.
El motosierrista trató de zafarse de la zorzal, pero esta siguió insistiendo. De inmediato aparecieron otros humanos, quienes venían con herramientas para golpear al ave. El macho, al percatarse de ello, fue a picotear en la cara a los otros individuos, quienes trataron de derribar al zorzal, como si trataran de matar a una mosca.
Los hijos, asustados, volaban sin saber que hacer. Tenían miedo y era natural, pues ellos no comprendían el horror que estaban viviendo.
Los obreros, tras varios intentos eran presa de los fuertes picotazos del zorzal macho, hasta que un cuarto obrero apareció y con una pistola de clavos, derribó de un balazo al macho, atravesándole el pecho con un clavo y matándolo en el acto.
La hembra se dio cuenta de ello y trató de ir en auxilio de su macho, pero en ese instante el motosierrista sacó un cuchillo y le cortó un ala a la hembra, cayendo al suelo violentamente. La hembra no dejaba de piar, como si estuviera gritando del dolor y en forma desconsolada por sus hijos y su macho, que murió a manos de esos energúmenos. La gente escuchaba con tristeza el piar doloroso de la zorzal, pero no hicieron nada, solo observaron la situación y los animales que estaban ahí no podían acercarse por temor a ser asesinados por los humanos.
Y como si eso fuera poco, los malvados obreros vieron volar a los críos y de inmediato les lanzaron piedras para derribarlos, logrando su cometido.
La hembra, ya perdiendo sus fuerzas, pió hasta que ya no pudo más, y finalmente... falleció desangrada por el ataque del motosierrista.