Tras emprender el vuelo, el pequeño zorzal se alejó de los restos de lo que alguna vez fue su hogar de nacimiento y se dirigió hacia la ciudad, con la esperanza de encontrar el porqué de haber sobrevivido al acto de crueldad perpetrado por el hombre que mató a sus padres y hermanos alados.
Y es que claro está que a medida que el zorzal volaba y volaba, sus pensamientos trataban de asimilar el porqué de la crueldad de los seres humanos ante los animales, especialmente las aves, aunque se daría cuenta también que el hombre no es el único animal que hace daño.
A medida que volaba sobre los edificios de la ruidosa ciudad, las personas que la habitaban espantaban al ave para que no se posara sobre algún techo, confundiéndolo con una paloma, ave que era muy común en las ciudades. La madre del zorzal le había advertido sobre lo peligroso que era frecuentar a esas aves, al igual que a las gaviotas, aves de corazón frío y que no escatiman en lastimar a otras aves más pequeñas que ellas.
Temeroso por eso y por los humanos, el zorzal se fue con cuidado y emprendió vuelo alto lejos de los techos y azoteas para evitar ser lastimado.
Finalmente, nuestro valiente y pequeño amigo alado llegó finalmente hasta un enorme parque, de árboles verdosos y hojas perennes, que se encontraba al lado de un enorme cerro de bosque nativo. Allí el zorzal descansó en la rama de un enorme árbol y bajó hacia el pasto del parque para alimentarse. A medida que percibía los sonidos del subsuelo, el pequeño alado picoteaba con rapidez, sacando los gusanos de la tierra y comiendo al instante. Había aprendido bien de su padre, quién le había enseñado como cazar.
Sin embargo, a medida que recordaba a sus padres y hermanos, el zorzal sentía tristeza y volvía el fantasma de aquel incidente que los humanos provocaron y que le costó la vida a su familia. Las lágrimas le brotaban de los ojos casi al instante, pero luego tuvo que recobrar la cordura y seguir adelante, ya que esa era... la ley de la vida.
Mientras el pequeño zorzal seguía alimentándose de pequeños y diminutos gusanos de pasto, divisó a lo lejos un grupo de aves, golondrinas azules para ser más exactos, que estaban alimentándose en una parte de las hierbas del parque, tranquilas y contentas, cuando de pronto, un grupo de palomas apareció de la nada y empezó a espantar a las golondrinas e incluso a picotearlas agresivamente. Las golondrinas piaban en señal de protesta por la actitud de las soberbias aves, pero estas no hicieron caso y empezaron a hacer "ruu" para asustar a las golondrinas y correrlas de su lugar.
En eso una de las golondrinas comienza a estorbar el paso de las mugrientas palomas, como diciendo: "¡Quienes se creen que son para agredirnos así!", a lo que el líder de las palomas, una paloma de color café, respondió con un profundo y salvaje "RUU", como diciendo: "¡Qué te importa enana!", a lo que la golondrina respondió con un picotazo en el rostro a dicha ave de cacapiña.
Las otras palomas, furiosas, fueron a darle picotazos y aletazos a la golondrina y tal fue el impacto de sus acciones que la pobre terminó coja y herida de un ala. Triste, el ave comenzó a piar pidiendo auxilio, pero ninguna de las otras golondrinas se atrevía a enfrentar a las malvadas y cochinas palomas.
El piar de la golondrina fue percibido por el Zorzal, quien acudió sin dudar en su auxilio antes que las palomas la mataran a picotazo limpio. El pequeño desafió a las aves de cacapiña y estas fueron hacia él para atacarle, a lo que el zorzal respondió con picotazos y aletazos a la cara de las susodichas, dejándolas tuertas e incluso medias ciegas, golpeándose unas con otras y quedando lastimadas entre sí. La paloma de color café, que lideraba a las demás, al ver esto, se dirigió a donde estaba el zorzal y lo amenazó con un profundo "RUU", como diciendo: "¡Pagarás por esto, ave de pacotilla!", a lo que el zorzal respondió con fuerte piar, como diciendo: "¡Atrévete, pero no dejaré que lastimes a esta golondrina!".
El zorzal y la paloma se enfrentaron a muerte por los cielos, mostrando superioridad al vuelo. Sin embargo, la inexperiencia del zorzal ante este tipo de situaciones le jugó totalmente en contra ante la agresividad y experiencia del ave de cacapiña, quien embistió, picoteó y derribó en menos de un minuto al pequeño alado, hiriéndolo seriamente.
La golondrina, ya algo recuperada, fue a socorrer al zorzal y en eso la paloma les da aletazos a ambas aves, enviándolas contra los troncos de los arboles. El ave de cacapiña no dejaba de hacer "RUU", como diciendo: ¡Gané! ¡Soy el mejor! ¡Ahora las mataré y me las comeré!".
Y justo cuando la paloma de color café se disponía a matar al zorzal y a la golondrina, otro alado apareció de la nada y embistió con furia a la ave de cacapiña directo al cuerpo, haciendo que se retuerza de dolor, seguido de aletazos a gran velocidad y un violento picotazo a la cola, que hizo que esta aleteara de dolor.