Emprendiendo vuelo rumbo a los bosques que rodeaban la ciudad, nuestro valiente y pequeño zorzal, junto a sus amigos el queltehue y la golondrina, seguían de cerca a la zorzal rosa y al peuco, en dirección a dichos lugares ya mencionados, debido a la aparición repentina de una gigantesca llamarada de fuego que surgió por una violenta explosión, vista desde lo alto de un edificio en el centro de la ciudad.
En efecto, se había iniciado un violento incendio forestal, que estaba amenazando con consumir un buen trecho de bosque, cercano al parque aledaño donde el zorzal conoció a sus amigos y que amenazaba con expandirse por todo el cerro, ahogando a la ciudad en un mar de humo y cenizas calcinadas.
Lo peor de todo era que en esos bosques del cerro habitaban muchas aves y animales de otra índole, que producto del fuego, debían abandonar sus hogares y salvar sus vidas de morir quemados o asfixiados por las llamas y el humo, respectivamente.
De inmediato las cinco aves llegaron hasta un enorme árbol, que estaba cerca del lugar del incendio. La zorzal rosa le indicaba a nuestro valiente alado donde se encontraban sus camaradas.
Así fue como el zorzal se encontró con los de su especie, que estaban abandonando el bosque a través del vuelo y piaban desesperados por salir del bosque antes que las llamas los consumieran. Los dos zorzales se lanzaron al rescate de sus camaradas, mientras en el otro lado, la golondrina, el queltehue y el peuco trataban de salvar a los polluelos de las aves, que estaban abandonados en los nidos e indefensos ante el extremo calor generado por las llamas.
Mientras las tres aves salvaban a los polluelos, gigantescos chorros de agua aparecían de la nada para apagar el fuego, y a la vez, mojar a las aves que escapaban del incendio. El queltehue pudo divisar a lo lejos la llegada de los bomberos humanos, quienes venían cargados con potentes mangueras para extinguir las poderosas llamas que se alzaban con extrema violencia sobre los árboles.
La golondrina había sido alcanzada por uno de esos chorros, por lo que ya no podía volar debido a que sus alas estaban muy mojadas. Desgraciadamente, el fuego comenzaba a aparecer por ese lugar y aunque el queltehue intentaba acercarse a ayudarla, las llamas no le permitían entrar, aun con el agua cerca.
El peuco, viendo la dificultad que tenía el queltehue para entrar a rescatar a la golondrina, intentó rescatarla volando por debajo de los árboles, pero tampoco logró sacarla de allí dado el intenso humo que se formaba por el fuego.
La pobre golondrina, piaba de tristeza con todas sus fuerzas para que pudieran ayudarla y el queltehue y el peuco piaban de impotencia por no poder sacarla de allí. Sin embargo, el piar de la golondrina fue escuchado por el zorzal, que estaba cerca de allí junto a la zorzal rosa, quienes iban a colaborar con el resto de sus camaradas. El zorzal entró raudamente hacia el interior del bosque para socorrer a la golondrina, a lo que de inmediato la sacó en cuestión de segundos, para alegría de la zorzal rosa, el peuco y el queltehue. La golondrina, parecía estar en un sueño, siendo rescatada por su valiente salvador alado.
En eso llegan hacia el incendio un sinfín de aves de diferentes especies, entre pelícanos, gaviotas e incluso palomas, quienes intentan apagar las llamas trayendo agua a través de los primeros, más el trabajo de los bomberos humanos.
Al final, el incendio fue controlado, pero el costo había sido muy elevado. Miles de aves habían muerto calcinadas y asfixiadas producto de las llamas y el humo que se desataron. Sin embargo, se había logrado salvar a un gran número de polluelos, pero que no tendrían destino ahora que sus padres habían muerto por el fuego.
Los zorzales sobrevivientes decidieron retirarse al otro lado del río para comenzar de nuevo sus vidas. El zorzal finalmente había entendido la razón de por qué seguía con vida. Luego de ser protagonista del rescate de sus camaradas y de ver como el incendio arrasó con todo, entendió el significado de su existencia: El debía seguir con vida para ayudar a los suyos a sobrevivir en el mundo que ahora dominan los humanos y protegerlos tanto de ellos como de otras aves y animales que quieren dañarlos.
El peuco, al ver el valor del zorzal, le extiende su ala en señal de agradecimiento por salvar a la golondrina, piando feliz por ello. El zorzal corresponde extendiendo también la suya, lo que en lenguaje humano es el equivalente a un apretón de manos, en señal de amistad.
La golondrina se acerca al zorzal y lo sobrevuela en señal de cortejo para demostrar su amor por él tras ser rescatada de las llamas. El valiente alado se disponía a corresponderle el vuelo de la misma forma, pero en ese instante, la zorzal rosa se pone en medio de los dos y le vuela al joven zorzal, en señal de admiración por él, para molestia de la golondrina, que piaba de rabia contra la bella ave rosada por entrometerse en su conquista.
Lamentablemente, el zorzal, al ver los ojos de su hermosa camarada, quedó prendado de su belleza y finalmente le comenzó a volar, correspondiéndole el vuelo.