LAS LECCIONES CONTINÚAN
ELA
El sol de la tarde se filtra por los ventanales del salón, pero en lugar de brindarme un respiro, parece burlarse de mi fatiga. Lady Wren no da tregua.
—De nuevo —ordena, señalando la bandeja con la vajilla de plata—. Toma la copa como si fuera de cristal fino, no como si estuvieras sosteniendo una jarra de barro.
Contengo un suspiro y ajusto mis dedos en el tallo de la copa, con movimientos lentos y deliberados. La institutriz me observa con ojo crítico, lista para encontrar el más mínimo error.
—Aún demasiado rígida —dice con fastidio—. Debe parecer natural.
—Quizás porque no lo es —murmuro, pero ella me escucha.
—Precisamente por eso estamos aquí, lady Ela.
Me obligo a mantener la compostura. No importa cuánto intente hacerme tropezar, no le daré la satisfacción de verme perder la paciencia.
—Pasemos al saludo —anuncia, poniéndose de pie—. Cuando se encuentre con la nobleza, inclínese con gracia, sin bajar demasiado la cabeza. No es una sirvienta.
—Qué alivio —murmuro con ironía, pero obedezco.
Repito la reverencia una y otra vez, hasta que mis músculos empiezan a doler. Lady Wren me corrige cada vez con la misma precisión meticulosa, sin demostrar ni un rastro de satisfacción.
—Si esto es todo lo que puede ofrecer, su alteza real tendrá razón en pensar que no es apta para este lugar.
Levanto la vista de golpe y mis dedos se tensan sobre la falda de mi vestido.
Así que Frederick ha estado hablando de mí.
—¿Eso piensa su alteza? —pregunto con suavidad, fingiendo indiferencia.
Lady Wren sonríe apenas.
—No me corresponde opinar sobre lo que piensan los príncipes, pero no es un secreto que muchos consideran este matrimonio un error.
Mi mandíbula se aprieta, pero me obligo a mantenerme serena.
—En ese caso, será mi deber demostrar lo contrario —respondo con una sonrisa cortés.
Lady Wren me observa en silencio, como si midiera mi determinación. Finalmente, asiente.
—Bien. Descansaremos por hoy. Pero mañana, espero más progreso.
Se da la vuelta y se retira del salón, dejándome con la sensación de que esta guerra apenas comienza.
Aún me duele la espalda por la postura forzada, mis manos están entumecidas por la tensión y mis pies palpitan por las horas de práctica.
Pero no importa.
Voy a seguir adelante.
El día siguiente comienza temprano, demasiado temprano. Apenas ha salido el sol cuando una doncella entra a mi habitación para ayudarme a preparar para la nueva sesión con Lady Wren.
—Debo admitir que esperaba que se rindiera ayer —comenta la institutriz apenas me ve entrar al salón.
—Y yo esperaba que tuviera un poco más de fe en su alumna —respondo con calma, tomando asiento con la espalda recta.
Lady Wren presiona los labios en una fina línea, pero no replica. En cambio, da una palmada y dos sirvientas traen una bandeja con diferentes utensilios de plata, cubiertos y platos de porcelana impecable.
—Hoy perfeccionaremos su etiqueta en la mesa. No solo cómo utilizar los cubiertos, sino cómo mantener una conversación adecuada durante una cena formal.
Me esfuerzo por no fruncir el ceño. Sé que esto es importante, especialmente después de la humillación del desayuno con los reyes y Frederick. No permitiré que él tenga otra oportunidad para exponerme.
—Comencemos con los cubiertos. ¿Cuál utilizaría primero para la entrada?
Miro los utensilios ordenados frente a mí. Hay demasiados, más de los necesarios para cualquier comida común.
—El tenedor pequeño —respondo con cautela.
Lady Wren observa mis manos.
—Correcto. Pero la forma en la que lo sostienes es torpe. Más suavidad en los dedos, menos rigidez en la muñeca.
Corrijo mi postura y ella asiente antes de continuar con la lección.
Los minutos pasan convertidos en horas. Sopa, ensaladas, carnes, postres. Cada uno con su propio conjunto de reglas y herramientas. Aparentemente, incluso la forma en que sostengo una cuchara puede ser motivo de escándalo en la corte.
—Ahora, repasemos la conversación —dice Lady Wren, tomando una taza de té—. En una cena con la nobleza, los temas de conversación deben ser apropiados. Nada de asuntos mundanos o triviales.
—Entonces, ¿de qué se habla? —pregunto con una pizca de sarcasmo.
—Política, arte, economía, literatura… cualquier cosa que demuestre educación y refinamiento.
—Me temo que mis conocimientos en política son escasos.
Lady Wren deja la taza con cuidado sobre el platillo.
—Por eso, a partir de ahora, estudiarás cada día sobre estos temas. No puedes permitir que te dejen fuera de una conversación.
La idea de sumergirme en tratados políticos y libros de etiqueta no me entusiasma, pero tampoco me quejo. No puedo darles el placer de verme rendirme.
—Muy bien. Terminemos por hoy. Pero prepárese, lady Ela. Lo que sigue será aún más difícil.
Observo su expresión y entiendo que me está advirtiendo algo más. No se trata solo de las lecciones.
Se trata de lo que me espera en la corte.
Y de quién me espera.