Elara y Caelum una alianza imposible

Capitulo 12

Elara despertó con el primer rayo de luz que se filtró por las grietas del refugio. El interior del lugar era más grande de lo que parecía desde afuera, una red de túneles y pequeñas cámaras que las brujas habían encantado hace siglos para servir como un escondite seguro. Las paredes estaban cubiertas de musgo brillante, y el aire tenía un olor húmedo y terroso que, aunque no era del todo agradable, les daba una sensación de aislamiento que necesitaban desesperadamente.

Caelum estaba sentado cerca de la entrada, con la espalda apoyada contra la pared de roca y los brazos cruzados. Aunque parecía relajado, Elara sabía que estaba alerta. Sus ojos dorados se movían constantemente, escaneando cada rincón del refugio como si esperara que algo saltara de las sombras.

—¿Dormiste algo? —preguntó Elara mientras se acercaba, sentándose frente a él con una taza de té caliente que había preparado con las hierbas que llevaba en su bolsa.

—Un poco —respondió Caelum, encogiéndose de hombros—. No es fácil dormir cuando tienes a cazadores siguiéndote la pista.

Elara asintió, mirando el líquido humeante en su taza.

—Este lugar debería mantenerlos alejados por un tiempo. Los hechizos de protección son fuertes, y el refugio está bien oculto.

—Eso no significa que podamos quedarnos aquí para siempre —dijo Caelum, su tono más serio de lo habitual.

Elara levantó la mirada hacia él, notando las sombras bajo sus ojos y el peso en sus hombros. Caelum siempre se mostraba fuerte y despreocupado, pero ahora parecía diferente, como si el peso de las últimas semanas finalmente hubiera comenzado a afectarlo.

—Lo sé —admitió ella, apoyando la taza en el suelo—. Pero necesitamos tiempo para planear nuestro siguiente movimiento. Si salimos ahora, sin una estrategia, solo estaremos corriendo en círculos.

Caelum la miró por un momento, evaluando sus palabras. Finalmente, asintió, aunque todavía parecía inquieto.

—Está bien, bruja. ¿Entonces cuál es el plan?

Elara respiró hondo, tratando de organizar sus pensamientos.

—Primero, necesitamos más información. Los cazadores sabían que estábamos en el santuario, lo que significa que alguien les dijo dónde buscarnos. Podrían haber rastreado a las brujas o… —Hizo una pausa, observando cuidadosamente la reacción de Caelum—. Podrían haberte estado siguiendo a ti desde el principio.

Caelum apretó los dientes, su mirada endureciéndose.

—¿Crees que es mi culpa?

—No estoy diciendo eso. Pero si tienen a alguien que conoce a los hombres lobo, podrían estar usando tus patrones de movimiento para localizarte.

Caelum soltó un gruñido bajo, pero no respondió.

—Por eso necesitamos investigar. Hay un asentamiento mágico cerca de aquí. Las brujas no lo usamos a menudo, pero los hechiceros y mercaderes pasan por allí con frecuencia. Podría ser un buen lugar para buscar información —continuó Elara.

Caelum inclinó la cabeza, frunciendo el ceño.

—¿Y qué te hace pensar que no estarán buscándonos allí?

—Porque no saben que estamos aquí. El asentamiento está lo suficientemente lejos del santuario como para que no lo consideren una prioridad. Además, no podemos escondernos para siempre.

Caelum no parecía convencido, pero finalmente cedió.

—De acuerdo. Pero si vamos, necesito saber que no vamos a terminar rodeados de nuevo.

Elara asintió, consciente de que él tenía razón.

—Será rápido. Entraremos, recopilaremos lo que podamos y saldremos antes de que alguien note nuestra presencia.

Caelum dejó escapar un suspiro y se levantó, estirándose mientras sus músculos crujían ligeramente.

—Suena como una mala idea, pero qué más da. Estoy dentro.

El asentamiento mágico, conocido como Claroscuro, estaba situado en una pequeña hondonada entre las montañas. Era un lugar discreto, con casas de madera y piedra que parecían integrarse perfectamente con el paisaje. Las calles estaban llenas de figuras encapuchadas, criaturas mágicas y comerciantes que ofrecían sus productos en puestos improvisados.

Elara y Caelum caminaron entre la multitud, manteniéndose juntos pero intentando no llamar la atención. Elara había usado un hechizo menor para ocultar su cabello rojizo, reemplazándolo por un tono más oscuro, mientras que Caelum llevaba su capucha bien ajustada, ocultando su rostro.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Caelum en voz baja.

—Por los mercaderes. Si los cazadores están moviéndose por esta región, alguien aquí debería haberlos visto.

Elara se detuvo frente a un puesto donde un goblin viejo vendía pociones y amuletos de protección. Su piel era de un verde opaco, y sus ojos brillaban con astucia mientras examinaba a los posibles clientes.

—¿Qué buscas, niña? —preguntó, con una sonrisa que mostraba sus pequeños colmillos.

—Información —respondió Elara, bajando la voz—. Sobre cazadores.

El goblin alzó una ceja, mirando a su alrededor como si buscara asegurarse de que nadie los escuchara.

—Eso te costará.

Elara sacó un pequeño saco de monedas y lo dejó caer sobre el mostrador.

—Esto debería cubrirlo.

El goblin revisó las monedas y asintió lentamente.

—Los he visto. Pasaron por aquí hace unos días, preguntando por criaturas mágicas en el área. No dijeron mucho, pero mencionaron algo sobre un "objetivo especial".

Elara sintió un escalofrío.

—¿Qué más sabes?

El goblin se inclinó hacia adelante, bajando la voz aún más.

—Solo esto: están siguiendo algo, o a alguien, y no se detendrán hasta atraparlo. Parecían más organizados de lo normal. Diría que están trabajando para alguien importante.

Elara intercambió una mirada con Caelum, quien frunció el ceño.

—¿Quién? —preguntó él.

El goblin negó con la cabeza.

—Eso no lo sé. Pero si quieres mi consejo, aléjate de ellos. No son como los cazadores comunes.

Elara asintió, agradeciéndole al goblin antes de apartarse del puesto con Caelum a su lado.




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