La caminata de regreso al refugio fue más tensa de lo que Elara hubiera querido admitir. Las palabras del goblin seguían resonando en su mente. "No son como los cazadores comunes." Esa frase la inquietaba más de lo que quería demostrar. Sin embargo, el silencio entre ella y Caelum era casi insoportable, y la creciente oscuridad del bosque solo lo hacía más pesado.
—Bueno, esto fue divertido —dijo Caelum de repente, rompiendo la tensión con su tono usualmente sarcástico—. Me encanta cuando nos dicen que somos los objetivos principales de un grupo de lunáticos.
Elara lo miró con el ceño fruncido, aunque no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa cansada.
—Sí, porque nada dice "diversión" como estar al borde de la muerte constante.
Caelum se encogió de hombros, con una sonrisa burlona.
—Todo depende de cómo lo veas. Al menos estamos vivos, ¿no? Eso cuenta como una victoria.
—Una victoria temporal —replicó Elara, sacudiendo la cabeza—. Esto no es un juego, Caelum. Están cazándonos.
—Lo sé —respondió él, su tono volviéndose más serio—. Pero si vamos a enfrentarlos, también necesitamos momentos para... no sé, respirar un poco.
Elara arqueó una ceja, sorprendida por su respuesta.
—¿Respirar? ¿Eso es lo que haces? ¿Reírte de todo para no pensar en lo horrible que es la situación?
Caelum se detuvo, girándose hacia ella con una mirada inesperadamente sincera.
—Exactamente.
Elara parpadeó, sorprendida por su honestidad.
—¿Eso te funciona?
Caelum asintió lentamente, una sombra cruzando sus ojos.
—No siempre. Pero prefiero reír que dejar que el miedo me controle.
Elara no respondió de inmediato. Había algo en las palabras de Caelum que resonaba con ella, aunque nunca lo admitiría. Durante toda su vida, había aprendido a mantener la compostura, a seguir las reglas del círculo y a no mostrar debilidad. Pero ahora, enfrentándose a un peligro que no entendía del todo, empezaba a cuestionar si su enfoque rígido era suficiente.
—Tal vez deberías intentarlo alguna vez —dijo Caelum, interrumpiendo sus pensamientos.
Elara lo miró con incredulidad.
—¿Reírme de nuestra posible muerte? No lo creo.
Caelum sonrió ampliamente, mostrando sus colmillos.
—No de eso. Pero sí de las cosas pequeñas. Por ejemplo, podrías reírte de cómo casi me conviertes en un sapo la semana pasada.
Elara no pudo evitar soltar una pequeña risa.
—Eso no fue un accidente. Fue intencional.
Caelum rió también, y por un momento, el peso de sus problemas pareció disiparse un poco.
Cuando finalmente llegaron al refugio, ambos estaban visiblemente más relajados. Caelum se dejó caer junto a la chimenea, mientras Elara preparaba un té caliente con las hierbas que había recogido en el camino.
—Dime algo, Elara —dijo Caelum, mirando el fuego con una expresión pensativa—. ¿Qué hacías antes de que todo esto empezara?
Elara lo miró, sorprendida por la pregunta.
—¿Antes de encontrarte en el bosque, herido y cubierto de sangre?
—Exacto. Antes de que mi encantadora presencia arruinara tu vida —dijo él con una sonrisa ladeada.
Elara rodó los ojos, pero se sentó frente a él con su taza de té.
—Mi vida no era tan emocionante, para ser honesta. Estaba entrenando en el círculo, intentando demostrarles a todas que no era solo una aprendiz.
Caelum alzó una ceja.
—¿Y lo eras?
Elara lo miró fijamente, con un leve toque de desafío en sus ojos.
—Por supuesto que no. Pero ellas nunca lo admitirían.
Caelum se rió entre dientes.
—Así que siempre has sido una rebelde en el fondo.
Elara negó con la cabeza, aunque una sonrisa jugueteaba en sus labios.
—¿Y tú? ¿Siempre has sido un lobo terco?
Caelum fingió pensarlo por un momento.
—Diría que sí. Aunque creo que me he vuelto más encantador con los años.
Elara dejó escapar una risa suave, sorprendida de lo natural que se sentía hablar con él. A pesar de sus diferencias y el peligro que los rodeaba, había algo en la forma en que Caelum enfrentaba la vida que la intrigaba.
—¿Sabes? Es extraño —dijo ella después de un momento de silencio—. Nunca pensé que terminaría aquí, trabajando con alguien como tú.
Caelum levantó la vista, sus ojos dorados brillando a la luz del fuego.
—¿Un hombre lobo, quieres decir?
—Sí. Pero también alguien que… me desafía.
Caelum sonrió, apoyándose en la pared.
—Bueno, bruja. Siempre hay una primera vez para todo.
Elara rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
Mientras el fuego crepitaba suavemente, ambos se quedaron en silencio, disfrutando de un momento raro de calma. Sabían que no duraría mucho, pero por ahora, era suficiente.