Elara y Caelum una alianza imposible

capitulo 14

El sonido de la lluvia golpeando el techo del refugio despertó a Elara temprano al día siguiente. Era una lluvia constante, pesada, que hacía que el bosque pareciera más oscuro y cerrado de lo habitual. Abrió los ojos lentamente, sintiendo la humedad en el aire, y se encontró con Caelum revolviendo entre sus cosas cerca de la mesa.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con la voz todavía cargada de sueño.

Caelum se giró rápidamente, claramente incómodo por haber sido sorprendido.

—Nada.

Elara arqueó una ceja y se sentó, cruzando los brazos.

—No parece "nada".

Caelum soltó un suspiro, rascándose la nuca mientras evitaba su mirada.

—Perdí algo importante.

Elara frunció el ceño, preocupada.

—¿Qué perdiste?

—Un amuleto —admitió finalmente, con un tono de voz que no tenía su habitual confianza.

Elara se levantó y se acercó a él, más alerta ahora.

—¿Qué tipo de amuleto?

—Uno que pertenecía a mi manada. Es… simbólico, pero también tiene magia que nos ayuda a comunicarnos a través de largas distancias.

Elara abrió los ojos con sorpresa.

—¿Y lo tenías contigo todo este tiempo?

Caelum asintió, cruzando los brazos con un gesto algo defensivo.

—Sí, lo tenía escondido. No suelo usarlo porque no quería arriesgarme a que los cazadores lo rastrearan.

—¿Y cómo lo perdiste? —preguntó ella, tratando de mantener la calma.

Caelum se encogió de hombros, con una expresión que mezclaba frustración y culpa.

—No lo sé. Tal vez fue durante el enfrentamiento en el santuario, o cuando estábamos en Claroscuro. Lo noté esta mañana.

Elara apretó los labios, sintiendo cómo una ola de preocupación crecía en su interior.

—Si los cazadores encuentran ese amuleto, podrían usarlo para rastrear a tu manada.

—Lo sé —dijo Caelum, su tono bajo—. Por eso necesito recuperarlo.

Elara lo observó por un momento antes de asentir lentamente.

—De acuerdo. ¿Tienes idea de dónde buscar?

Caelum levantó la vista hacia ella, sorprendido por su disposición.

—¿Eso significa que me ayudarás?

—Por supuesto que te ayudaré. No puedo dejar que algo así caiga en manos de los cazadores.

Caelum sonrió ligeramente, aunque el peso de la situación seguía reflejado en su rostro.

—Gracias, bruja.

La lluvia no les facilitó la búsqueda. El bosque era un laberinto de hojas mojadas, barro resbaladizo y ramas bajas que parecían empeñadas en entorpecer su camino. Caelum lideraba el camino, moviéndose con una determinación silenciosa que Elara no estaba acostumbrada a ver en él.

—¿Crees que lo perdiste en el santuario? —preguntó Elara mientras apartaba una rama de su camino.

Caelum asintió, sin volverse a mirarla.

—Es lo más probable. Fue ahí donde tuvimos el enfrentamiento más intenso.

—¿Y si los cazadores ya lo encontraron? —insistió ella, con el ceño fruncido.

Caelum soltó un gruñido bajo.

—Entonces tendremos que quitárselo.

La respuesta directa de Caelum la hizo sentir tanto admiración como preocupación. Había algo en su determinación que era inquebrantable, pero también temerario.

Cuando llegaron al santuario, el área estaba desierta. Elara sintió un escalofrío al cruzar el claro. Las marcas del enfrentamiento aún eran visibles: ramas rotas, huellas en el barro y un árbol caído que bloqueaba parte del camino hacia el santuario.

—Busca en los alrededores —dijo Caelum, agachándose para examinar el suelo.

Elara asintió y comenzó a buscar entre las hojas mojadas, moviéndose con cuidado mientras lanzaba hechizos menores para iluminar las áreas más oscuras.

Pasaron al menos veinte minutos antes de que un destello plateado captara la atención de Caelum.

—¡Aquí! —exclamó, inclinándose para recoger el objeto.

El amuleto brillaba tenuemente bajo la luz de la lluvia. Era un colgante redondo, con un grabado de una luna creciente rodeada por runas que Elara no reconocía. Caelum lo sostuvo con cuidado, como si fuera un tesoro inestimable.

—¿Es este? —preguntó Elara, acercándose a él.

Caelum asintió, soltando un suspiro de alivio.

—Sí. Es este.

Antes de que pudieran relajarse, un sonido de pasos apresurados rompió el silencio del claro.

—¡Esos son ellos! —gritó una voz masculina.

Elara y Caelum se giraron justo a tiempo para ver a tres cazadores emergiendo de entre los árboles, con las armas listas.

—Genial —murmuró Elara, levantando las manos para comenzar a trazar un hechizo.

Caelum guardó el amuleto en su bolsillo y se colocó frente a ella, mostrando sus colmillos con un gruñido bajo.

—Tú haz tu magia, bruja. Yo me encargaré del resto.

Los cazadores avanzaron rápidamente, sus movimientos coordinados y precisos. Uno de ellos disparó una flecha encantada, pero Caelum la desvió con un movimiento rápido de su brazo, rompiéndola en el aire.

Elara terminó su hechizo justo cuando uno de los cazadores se acercaba demasiado. Una ráfaga de energía lo empujó hacia atrás, dejándolo aturdido por un momento.

—¡Date prisa! —gritó Caelum, derribando al segundo cazador con un golpe que lo envió contra un árbol cercano.

Elara lanzó otro hechizo, creando una barrera mágica entre ellos y el último cazador.

—¡Corramos! —exclamó, agarrando a Caelum por el brazo mientras la barrera los cubría.

Ambos se adentraron en el bosque, dejando atrás a los cazadores mientras la lluvia continuaba cayendo con fuerza.

Cuando finalmente llegaron al refugio, ambos estaban empapados, pero vivos. Caelum sacó el amuleto de su bolsillo y lo colocó sobre la mesa, mirándolo con una mezcla de alivio y arrepentimiento.

—Gracias —dijo, con una sinceridad que rara vez mostraba.

Elara se sentó frente a él, sacudiéndose el agua de la capa.

—La próxima vez, no pierdas algo tan importante.

Caelum rió entre dientes, pero su sonrisa era genuina.




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