Elara y Caelum una alianza imposible

capitulo 15

La noche cayó con un peso inusual, envolviendo el bosque en un silencio inquietante. La lluvia había cesado, dejando tras de sí un aire húmedo que hacía que cada hoja y rama brillara bajo la luz plateada de la luna. Dentro del refugio, Elara y Caelum se sentaron frente al fuego, ambos en un extraño y cómodo silencio.

Elara había extendido el amuleto sobre la mesa, trazando pequeños círculos alrededor de él con un dedo mientras murmuraba palabras en un idioma antiguo. Desde que lo habían recuperado, su mente no había dejado de analizar las posibilidades de lo que podría significar para ellos y, sobre todo, para los cazadores.

—¿Vas a mirarlo toda la noche? —preguntó Caelum, rompiendo el silencio.

Elara levantó la vista, encontrándose con sus ojos dorados que brillaban con el reflejo de las llamas.

—Estoy intentando entender su magia —respondió, volviendo la vista al colgante—. Si los cazadores saben lo que esto puede hacer, significa que entienden más de lo que creemos.

Caelum soltó un gruñido bajo, apoyándose en el respaldo de su silla.

—No creo que entiendan tanto como aparentan. Si lo hicieran, ya habrían encontrado a mi manada.

—Quizás no necesitan encontrarla todavía. Quizás su plan es usarlo para algo más grande —murmuró Elara, más para sí misma que para él.

Caelum se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas mientras la miraba.

—¿Y si simplemente lo destruimos?

Elara alzó la mirada, sorprendida por la sugerencia.

—¿Destruirlo? Este amuleto podría ser la clave para entender qué están haciendo los cazadores. No podemos simplemente deshacernos de él.

—¿Y qué pasa si se vuelve nuestra debilidad? —insistió Caelum, su tono más firme de lo habitual—. No es solo un pedazo de metal para mí, Elara. Es un símbolo de mi manada, de lo que soy. Pero si eso significa ponerlos a ellos o a ti en peligro, entonces prefiero perderlo.

Elara sintió que algo se apretaba en su pecho ante sus palabras. Había algo en la sinceridad de Caelum, en la forma en que hablaba de proteger a los suyos, que le resultaba desarmante.

—No tienes que tomar esa decisión todavía —dijo suavemente, apartando el amuleto de la mesa y guardándolo en su bolsa—. Por ahora, lo mantendremos a salvo.

Elara se levantó, con la intención de ir a su cama, pero antes de que pudiera moverse, Caelum la tomó suavemente por la muñeca.

—Gracias, Elara. Por todo.

Ella lo miró, sorprendida por el contacto. Los dedos de Caelum eran cálidos contra su piel, y sus ojos parecían más intensos bajo la luz del fuego.

—No tienes que agradecerme. Estamos en esto juntos, ¿recuerdas? —respondió, con un intento de sonar ligera, aunque su voz tembló ligeramente.

Caelum sonrió, pero no soltó su muñeca.

—Eso lo hace diferente. No estoy acostumbrado a tener a alguien conmigo, a confiar en alguien así.

Elara sintió que el aire entre ellos se volvía más pesado, pero no incómodo. Era una especie de conexión que no podía explicar, un tirón invisible que parecía acercarlos más con cada palabra.

—Yo tampoco estoy acostumbrada —admitió en voz baja.

Por un momento, el mundo pareció detenerse. Elara podía escuchar el sonido de su propia respiración, el crepitar del fuego, el latido rápido de su corazón. Caelum se inclinó ligeramente hacia ella, y antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, sus labios rozaron los de ella.

Fue un contacto suave, casi incierto, pero suficiente para enviar una chispa recorriendo todo su cuerpo. Elara cerró los ojos, permitiéndose perderse en el momento. La calidez de sus labios, la seguridad de su cercanía, la extraña sensación de que esto era exactamente donde debía estar.

Cuando finalmente se separaron, ambos permanecieron en silencio, todavía demasiado cerca el uno del otro.

—Eso... no estaba planeado —murmuró Caelum, con una sonrisa ligera que no podía ocultar su nerviosismo.

Elara no pudo evitar sonreír también, aunque sus mejillas ardían.

—No lo estaba, pero… estuvo bien.

Caelum se echó hacia atrás, riendo entre dientes mientras se pasaba una mano por el cabello.

—Bien. Entonces no me convertirás en un sapo por eso.

Elara rodó los ojos, pero su sonrisa no desapareció.

—Aún no. Pero no abuses de tu suerte.

Caelum la miró con un brillo travieso en los ojos, pero no dijo nada más. Elara se volvió hacia su cama, aunque sabía que le costaría dormir esa noche.

Mientras se acomodaba entre las mantas, no pudo evitar tocarse los labios, todavía cálidos por el beso. Y aunque su mente estaba llena de preguntas y dudas, por primera vez en mucho tiempo, no sintió miedo.

Sentía algo completamente diferente.




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