Elara y Caelum una alianza imposible

Capitulo 16

La mañana siguiente llegó más rápido de lo que Elara hubiera querido. Apenas había dormido unas horas, con el beso de Caelum todavía rondando en su mente. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentirlo de nuevo, como si el momento se hubiera grabado en su piel. Sin embargo, sabía que no podían perder el tiempo. Había demasiadas preguntas sin respuesta y peligros acechando a cada paso.

Caelum estaba afuera, sentado en un tronco frente al refugio, observando el bosque con una expresión seria. La calma en su rostro contrastaba con la energía contenida que Elara sentía cada vez que lo miraba. Era como si él supiera algo que ella no, como si estuviera reflexionando sobre un secreto que no estaba seguro de compartir.

—Estás despierto temprano —dijo Elara, saliendo del refugio y envolviéndose en su capa contra el frío de la mañana.

Caelum giró la cabeza hacia ella, mostrando una sonrisa ligera.

—No suelo dormir mucho. Es una cosa de lobos, supongo.

Elara se acercó y se sentó a su lado, con las manos cruzadas sobre las rodillas.

—¿Una cosa de lobos o una cosa tuya?

Caelum rió entre dientes, pero no respondió de inmediato. En cambio, miró hacia los árboles, donde el sol empezaba a filtrarse a través de las ramas.

—He estado pensando en lo que dijiste anoche, sobre el amuleto —dijo finalmente—. Y creo que hay algo que necesitas saber.

Elara frunció el ceño, girándose hacia él.

—¿Qué cosa?

Caelum tomó aire, como si estuviera preparándose para revelar algo que llevaba guardando mucho tiempo.

—Hay una razón por la que los cazadores quieren este amuleto —comenzó, sacando el colgante de su bolsillo y sosteniéndolo frente a ellos. La luz de la mañana lo hacía brillar, y las runas grabadas parecían pulsar con una energía sutil pero constante—. No es solo un símbolo de mi manada. Es… una llave.

Elara lo miró, su mente ya girando con posibilidades.

—¿Una llave? ¿De qué?

—De un antiguo poder que pertenece a los hombres lobo —respondió Caelum, su tono bajo y grave—. Hace siglos, antes de que los cazadores se convirtieran en una amenaza real, los hombres lobo eran mucho más fuertes de lo que somos ahora. Podíamos controlar nuestra transformación, usar magia similar a la de las brujas. Pero ese poder fue sellado por un pacto entre las brujas y los ancestros de mi especie.

Elara lo miró con incredulidad.

—¿Por qué sellarían ese poder?

Caelum dejó escapar un suspiro, su mirada fija en el amuleto.

—Porque era peligroso. Los hombres lobo de esa época no sabían cómo manejarlo. Se volvieron inestables, más bestia que humano. Así que, para protegernos a todos, las brujas ayudaron a sellar la magia en un lugar que solo puede abrirse con este amuleto.

Elara se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar.

—¿Y los cazadores lo saben?

Caelum asintió.

—Al menos, saben lo suficiente como para quererlo. Si consiguen acceder a ese poder, podrían usarlo para destruirnos o, peor aún, controlarnos.

Elara sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—Entonces no podemos dejar que eso pase.

—Por eso no quería que lo supieras —dijo Caelum, con una sonrisa amarga—. No quería arrastrarte a esto.

Elara lo miró fijamente, con determinación en sus ojos.

—Ya estoy metida en esto, Caelum. Y no voy a dejar que lo enfrentes solo.

Por un momento, Caelum pareció sorprendido por su respuesta, pero luego asintió lentamente, como si aceptara que no podía apartarla, aunque quisiera.

—Gracias —dijo en voz baja.

Elara extendió una mano y tocó el amuleto, sintiendo un leve cosquilleo en sus dedos.

—Si este amuleto es la llave, entonces necesitamos descubrir cómo mantenerlo seguro. Y si los cazadores quieren lo que guarda, también necesitamos averiguar cómo derrotarlos antes de que puedan llegar a ese lugar.

Caelum se rió suavemente.

—¿Tienes un plan para eso, bruja?

Elara sonrió, aunque su mente ya estaba trabajando en una estrategia.

—Todavía no. Pero lo tendré.

El resto del día lo pasaron estudiando el amuleto y discutiendo posibilidades. Elara usó todos los libros de magia que tenía en su bolsa para buscar pistas sobre el lugar donde estaba sellado el poder de los hombres lobo, pero las respuestas eran escasas.

—Esto no nos está llevando a ningún lado —dijo finalmente, cerrando un libro con frustración.

Caelum se acercó y se sentó a su lado, recogiendo el amuleto.

—Quizás no necesitamos libros para esto.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Elara, mirándolo con curiosidad.

Caelum sostuvo el amuleto frente a ella, sus ojos brillando con una intensidad renovada.

—Este amuleto está conectado con mi especie. Quizás, si lo uso, pueda sentir algo.

Elara dudó.

—¿Y si es peligroso?

—Todo esto es peligroso —respondió él con una sonrisa ladeada—. Pero si no intentamos algo, nunca lo sabremos.

Elara asintió lentamente, sabiendo que tenía razón.

—De acuerdo. Pero haremos esto juntos.

Caelum sostuvo el amuleto con ambas manos y cerró los ojos, concentrándose. Elara colocó sus manos sobre las de él, canalizando su magia para estabilizar el proceso.

Por un momento, no pasó nada. Pero luego, una oleada de energía recorrió el amuleto, enviando imágenes rápidas y confusas a las mentes de ambos: un bosque oscuro, una cueva rodeada de runas brillantes, y una figura imponente que parecía mitad hombre, mitad lobo, observándolos desde las sombras.

Elara y Caelum se separaron al mismo tiempo, jadeando mientras el amuleto dejaba de brillar.

—¿Viste eso? —preguntó Caelum, su voz temblando ligeramente.

Elara asintió, con los ojos aún abiertos de par en par.

—Lo vi. Sabemos dónde está.

Caelum dejó escapar un suspiro de alivio, pero la expresión en su rostro era seria.

—Entonces no hay vuelta atrás.

Elara lo miró, su propia determinación reflejada en sus ojos.




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