Elara y Caelum una alianza imposible

Capitulo 21

La luna ya estaba alta en el cielo cuando la reunión de la manada comenzó a disolverse. Los lobos regresaron a sus tareas, preparándose para el enfrentamiento que todos sabían que se avecinaba. Elara, sin embargo, no podía sacudirse la sensación de inquietud que había comenzado a crecer en su interior desde que selló el pacto con la manada.

Caelum caminaba a su lado mientras se dirigían hacia una cabaña que les habían asignado para descansar. Aunque intentaba parecer despreocupado, Elara podía notar la tensión en sus hombros y la forma en que sus ojos no dejaban de escanear los alrededores.

—Estás inquieto —dijo Elara, rompiendo el silencio.

Caelum la miró de reojo, soltando un suspiro.

—Siempre lo estoy cuando se trata de mi manada.

—¿Por qué? —preguntó ella, inclinando la cabeza.

Caelum dudó antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—No todos están de acuerdo con mi regreso. Hay quienes piensan que mi partida hace años fue una traición.

Elara frunció el ceño.

—¿Por qué te fuiste?

Caelum se detuvo frente a la cabaña, con la mano en la puerta, pero no la abrió.

—Porque no podía aceptar las reglas de Thorne. Su visión de la manada no siempre encajaba con la mía. Pensé que sería mejor alejarme que seguir causando conflictos.

Elara lo observó en silencio, comprendiendo más sobre el peso que cargaba.

—Y ahora vuelves, no solo con un amuleto peligroso, sino con una bruja —dijo ella, esbozando una pequeña sonrisa para aligerar el ambiente.

Caelum rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

—Sí, definitivamente no lo estoy haciendo más fácil para mí.

Ambos entraron en la cabaña, un espacio pequeño pero cómodo, con una chimenea y dos camas sencillas. Elara dejó su bolsa junto a la mesa y se sentó en una de las camas, mientras Caelum encendía el fuego.

—¿Crees que todos en la manada están de nuestro lado? —preguntó ella, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.

Caelum se detuvo, su espalda hacia ella, antes de responder.

—No. Pero espero que confíen lo suficiente en Thorne para seguirlo.

Elara asintió lentamente, pero algo en sus palabras hizo que su inquietud creciera. Había visto cómo algunos lobos la miraban durante la ceremonia, sus ojos llenos de desconfianza, incluso de resentimiento.

Esa noche, Elara despertó abruptamente, con el corazón latiendo con fuerza. Había sentido algo, una presencia extraña que no podía ignorar. Miró hacia la cama de Caelum y lo vio sentado, con la mirada fija en la puerta.

—¿Lo sentiste? —preguntó ella en voz baja.

Caelum asintió, sus ojos brillando con un destello dorado.

—Sí. Alguien está aquí.

Ambos se levantaron rápidamente, moviéndose con cuidado hacia la puerta. Caelum abrió con cautela, y Elara lo siguió mientras salían al exterior. El aire estaba frío, y el claro parecía desierto, pero la sensación de ser observados era inconfundible.

—Por aquí —susurró Caelum, guiándola hacia un grupo de árboles cercanos.

Elara preparó un hechizo, trazando runas en el aire con movimientos rápidos. Cuando llegaron a los árboles, Caelum levantó una mano para detenerla.

—Ahí está —dijo, señalando una figura encapuchada que se movía sigilosamente entre las sombras.

Elara sintió cómo su magia se intensificaba mientras observaba al intruso. No llevaba el olor de la manada, pero tampoco era un cazador. Era alguien diferente.

—Lo tenemos que atrapar —dijo Caelum en voz baja, y antes de que Elara pudiera responder, se lanzó hacia la figura con un movimiento rápido.

El intruso reaccionó con sorprendente agilidad, esquivando a Caelum y corriendo hacia el bosque.

—¡Espera! —gritó Elara, lanzando un hechizo que formó una red mágica en el aire. La red atrapó al intruso, derribándolo al suelo con un golpe sordo.

Ambos se acercaron rápidamente, y Caelum arrancó la capucha del intruso, revelando un rostro familiar.

—¿Kieran? —dijo Caelum, con incredulidad.

Elara lo observó, su mente trabajando rápidamente para entender lo que estaba pasando. Kieran era uno de los lobos que había estado presente en la ceremonia, un joven que había mantenido un perfil bajo durante toda la reunión.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Caelum, su voz cargada de rabia y decepción.

Kieran los miró, con una mezcla de desafío y miedo en sus ojos.

—No entiendo por qué sigues a esa bruja —escupió, mirando a Elara con desprecio—. No podemos confiar en ella. Ella nos llevará a la ruina.

Elara sintió una punzada de furia, pero mantuvo la calma.

—¿Estás trabajando con los cazadores? —preguntó Caelum, sus ojos brillando peligrosamente.

Kieran apretó los dientes, sin responder.

—¡Respóndeme! —gruñó Caelum, agarrándolo por la camisa y levantándolo del suelo.

Kieran finalmente habló, con un tono desafiante.

—No estoy con los cazadores, pero tampoco estoy contigo. Lo único que quiero es proteger a la manada. Y tú, Caelum, has traído problemas a nuestra puerta.

Caelum lo soltó, dejándolo caer al suelo, pero sus ojos seguían fijos en él.

—Si realmente quieres proteger a la manada, entonces lucha con nosotros. Esta no es solo mi batalla. Es la de todos nosotros.

Kieran lo miró, su expresión oscilando entre la duda y la terquedad.

—Lo pensaré —dijo finalmente, antes de levantarse y desaparecer entre los árboles.

Elara y Caelum se quedaron en silencio por un momento, hasta que ella habló.

—Esto no es bueno. Si hay divisiones dentro de la manada, será más difícil enfrentar lo que viene.

Caelum asintió, su mandíbula apretada.

—Lo sé. Pero no voy a dejar que eso nos detenga.

Elara lo observó, sintiendo una mezcla de admiración y preocupación. Aunque Caelum era fuerte, también estaba cargando con un peso que no debería llevar solo.

—Estamos juntos en esto —dijo ella, con suavidad.




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