Elara y Caelum una alianza imposible

Capitulo 24

Elara y Caelum siguieron avanzando por el paso estrecho, dejando atrás el eco de la batalla. El silencio que los rodeaba era opresivo, interrumpido solo por el crujir de las hojas bajo sus pies y sus respiraciones entrecortadas. La tensión en el aire era casi palpable, como si el bosque mismo estuviera conteniendo el aliento mientras observaba sus movimientos.

Elara mantenía una mano sobre el amuleto que colgaba de su cuello. Aunque estaba agotada, la magia dentro del objeto parecía brillar con más intensidad cuanto más se acercaban a su destino.

—Siento que esto nos está guiando —dijo en voz baja, mirando el amuleto.

Caelum, que caminaba un par de pasos por delante, se detuvo y se giró hacia ella.

—¿Qué quieres decir?

Elara frunció el ceño, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Es como si… algo en el amuleto supiera que estamos cerca. La energía es más fuerte, más… viva.

Caelum la miró con atención, sus ojos dorados brillando bajo la luz de la luna.

—¿Crees que el amuleto tiene conciencia?

—No lo sé —respondió ella, sacudiendo la cabeza—. Pero hay algo más profundo en esta magia. No es solo un objeto. Es como si estuviera conectado con todo lo que representa.

Caelum se quedó en silencio por un momento antes de asentir lentamente.

—Entonces debemos seguir confiando en él. Si nos está guiando, quizás nos lleve exactamente a donde necesitamos estar.

El paso estrecho finalmente se abrió en un claro amplio rodeado de altos árboles que se inclinaban hacia adentro, creando una especie de cúpula natural. En el centro, una formación rocosa sobresalía del suelo, con símbolos antiguos tallados en su superficie.

Elara se detuvo en seco, sintiendo una oleada de energía que la dejó sin aliento.

—Este es el lugar —susurró, casi sin darse cuenta.

Caelum la miró, frunciendo el ceño.

—¿Cómo lo sabes?

Elara levantó el amuleto, que ahora brillaba con una luz intensa, como si respondiera al lugar.

—El amuleto… está reaccionando. Esto tiene que ser el sello.

Ambos se acercaron a la formación rocosa, estudiando los grabados que cubrían su superficie. Las runas eran intrincadas, con líneas que parecían entrelazarse en patrones que cambiaban sutilmente cuando las mirabas por mucho tiempo.

—¿Puedes leerlo? —preguntó Caelum, pasando una mano por las marcas.

Elara sacó un libro de su bolsa, uno de los pocos textos que había traído consigo. Pasó las páginas rápidamente, buscando algo que coincidiera con los símbolos.

—Algunas de estas runas son antiguas, pero puedo intentar descifrarlas —dijo, trazando los grabados con sus dedos mientras comparaba las páginas del libro.

Caelum cruzó los brazos, observándola con atención mientras trabajaba. Aunque parecía calmado, Elara podía ver la tensión en su postura.

—¿Qué estás pensando? —preguntó sin mirarlo, enfocada en las runas.

—Estoy pensando en cuánto depende de esto —respondió él, con un tono más bajo de lo habitual—. Y en lo que podríamos estar despertando.

Elara se detuvo, girándose hacia él con una mirada seria.

—Lo sé. Pero no podemos ignorarlo. Si no hacemos esto, los cazadores lo harán.

Caelum asintió lentamente, su mandíbula apretada.

—Tienes razón. Pero debemos ser cuidadosos.

Elara volvió a concentrarse en las runas, murmurando para sí misma mientras intentaba descifrar el mensaje que guardaban. Finalmente, dejó escapar un suspiro, levantando la vista hacia Caelum.

—Estas runas hablan de un "guardían". Algo que protege el poder que está sellado aquí. Si queremos acceder al sello, tendremos que enfrentarlo.

Caelum frunció el ceño.

—¿Qué tipo de guardián?

Elara negó con la cabeza.

—No lo dice, pero no creo que sea algo… amistoso.

Antes de que pudieran discutir más, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar. Las runas en la formación rocosa brillaron con una luz azul brillante, y un sonido bajo, como un rugido distante, llenó el aire.

—Creo que acabamos de activarlo —murmuró Caelum, adoptando una postura defensiva.

Elara retrocedió, levantando las manos mientras trazaba un hechizo de protección.

—Prepárate. Lo que sea que esté aquí, está despertando.

El rugido se intensificó, y una figura comenzó a emerger de la roca. Era alta, imponente, con un cuerpo que parecía estar hecho de la misma piedra que el sello. Sus ojos brillaban con un azul etéreo, y su forma, aunque vagamente humana, tenía rasgos bestiales: una cabeza de lobo y garras afiladas que rasgaban el aire.

El guardián los miró, emitiendo un gruñido bajo que reverberó en sus huesos.

—Intrusos… —dijo con una voz profunda y resonante—. Este lugar está prohibido para los no dignos.

Elara tragó saliva, levantando las manos en un gesto pacífico.

—No queremos romper el equilibrio. Solo queremos proteger el sello del peligro.

El guardián inclinó la cabeza, evaluándolos.

—Para proteger este lugar, primero deben demostrar su valía. Solo los que son dignos pueden cargar con el peso de este poder.

Caelum dio un paso adelante, con sus ojos dorados brillando.

—¿Y cómo lo hacemos?

El guardián extendió una garra, señalándolos.

—Ambos deberán enfrentar sus miedos más profundos. Solo entonces sabré si son dignos.

Elara y Caelum intercambiaron miradas, sintiendo que estaban entrando en un territorio desconocido.

—¿Estás listo para esto? —preguntó Elara en voz baja.

Caelum sonrió ligeramente, aunque había una tensión en su rostro.

—Nunca. Pero vamos a hacerlo de todos modos.




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