Elara y Caelum una alianza imposible

Capitulo 25

Elara y Caelum permanecieron inmóviles frente al guardián, que los observaba con una intensidad que parecía atravesarlos. Su voz resonó en el claro, profunda y solemne.

—El miedo revela el alma. Lo que enfrentarán no es una ilusión, sino una verdad oculta en sus corazones. Si fallan, el poder de este lugar no les será confiado… y no saldrán con vida.

Elara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Miró a Caelum, que apretaba los puños con fuerza, pero no dijo nada. Ambos sabían que no había vuelta atrás.

El guardián levantó una garra y trazó un círculo en el aire. Una luz azul envolvió a Elara y Caelum, separándolos como si el mundo se fragmentara. De repente, Elara se encontró sola en una penumbra infinita, con el corazón latiéndole con fuerza.

—¿Caelum? —llamó, pero su voz parecía no llegar a ningún lugar.

Un susurro bajo y siniestro llenó el espacio a su alrededor, creciendo hasta convertirse en una risa suave y burlona.

—Siempre has temido estar sola, Elara… —dijo una voz que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez.

Elara giró sobre sus talones, tratando de localizar el origen, pero no había nada, solo sombras que parecían moverse en el borde de su visión.

—No estoy sola —dijo con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente.

La risa se intensificó, y las sombras comenzaron a tomar forma. Primero fue un círculo de figuras encapuchadas, las brujas del círculo al que había pertenecido. Sus rostros estaban ocultos, pero sus voces eran inconfundibles.

—Nunca fuiste suficiente para nosotros, Elara. Siempre fuiste una carga.

Elara sintió un nudo en el pecho, pero apretó los puños y levantó la barbilla.

—Eso no es cierto. Los dejé porque quería más que solo seguir órdenes.

—¿Más? —respondió una de las figuras, dando un paso adelante—. ¿Y ahora qué tienes? Un hombre lobo que probablemente te traicionará. Un amuleto que no comprendes. Y un destino que no puedes controlar.

—¡Cállate! —gritó Elara, lanzando un hechizo que atravesó las sombras. La figura se disolvió en la nada, pero su risa permaneció, reverberando en su mente.

Las otras figuras se desvanecieron lentamente, dejando a Elara jadeando, sola en la oscuridad.

—Esto no me detendrá —dijo en voz alta, tratando de convencerse tanto como al guardián—. No estoy sola. No lo estoy.

La oscuridad comenzó a disiparse, y Elara sintió que la magia en su interior se fortalecía.

Mientras tanto, Caelum estaba de pie en un bosque que parecía idéntico al de su aldea. Pero algo estaba mal. El aire era pesado, y las hojas caídas crujían bajo sus pies como si estuvieran hechas de cristal.

—¿Elara? —llamó, pero no obtuvo respuesta.

De repente, un aullido rompió el silencio, seguido de gruñidos que reconoció al instante. Su manada. Corrió hacia el sonido, pero lo que encontró lo dejó helado.

Frente a él, los miembros de su manada yacían en el suelo, inmóviles. Thorne estaba de pie en el centro, con sangre manchando su ropa y sus garras. Cuando levantó la cabeza, sus ojos brillaban con una luz peligrosa.

—Todo esto es culpa tuya, Caelum —dijo Thorne, su voz baja y cargada de reproche—. Abandonaste a tu manada y los condenaste a la muerte.

Caelum sintió que su pecho se apretaba.

—Esto no es real. No es real —murmuró, sacudiendo la cabeza.

Thorne dio un paso hacia él, sus movimientos lentos pero amenazantes.

—¿No es real? Tú lo sabes, Caelum. Siempre fuiste un lobo débil, incapaz de cumplir con tu deber.

—¡Eso no es cierto! —rugió Caelum, transformando sus manos en garras mientras retrocedía—. Regresé. Estoy protegiendo a la manada.

—¿Protegiéndonos? —Thorne rió, un sonido frío y vacío—. Trajiste a una bruja aquí. Nos expusiste. Solo eres un lobo perdido, buscando redimirse, pero no puedes.

Caelum sintió que la rabia lo consumía, pero también algo más profundo: miedo. El miedo de que esas palabras fueran ciertas.

Cerró los ojos, respirando profundamente mientras intentaba calmarse.

—No eres real. No eres él —murmuró. Cuando abrió los ojos, las figuras habían desaparecido, y el bosque estaba vacío.

Una figura familiar apareció a lo lejos: Elara, rodeada por un tenue brillo de luz dorada.

Elara y Caelum avanzaron el uno hacia el otro, ambos jadeando pero aliviados al verse.

—¿Estás bien? —preguntó Caelum, con los ojos fijos en ella.

Elara asintió, aunque todavía sentía el peso de lo que había enfrentado.

—¿Y tú?

—Podría estar peor —respondió él, con una leve sonrisa.

El rugido del guardián llenó el aire nuevamente, y la figura de piedra reapareció frente a ellos.

—Han enfrentado sus miedos y se han mantenido firmes. Han demostrado ser dignos.

La luz azul de las runas en la formación rocosa se intensificó, iluminando el claro mientras una puerta tallada en la piedra se abría lentamente.

—El poder está detrás de este sello. Pero recuerden, con gran poder viene un gran costo.

Elara y Caelum intercambiaron una mirada, ambos conscientes de lo que estaba en juego.

—¿Listo para esto? —preguntó Elara, extendiendo una mano hacia él.

Caelum la tomó sin dudar.

—Siempre.

Juntos, cruzaron el umbral, dejando atrás al guardián y adentrándose en lo desconocido.




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