Elara y Caelum emergieron de la cámara, con el cuerpo magullado y el corazón acelerado. El aire fresco del bosque nocturno les golpeó el rostro como un recordatorio de que aún estaban vivos, pero no había tiempo para celebrar. A sus espaldas, la cámara seguía resonando con una energía inestable, como si el poder sellado estuviera esperando la oportunidad de liberarse completamente.
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que vuelvan? —preguntó Caelum, mirando hacia el sendero oscuro que los llevaba de regreso al paso estrecho.
Elara sostenía el amuleto con ambas manos, sintiendo cómo la energía dentro de él se calmaba poco a poco.
—No lo sé, pero no será mucho. Lo que sea que hice los detuvo, pero no por completo. El líder de los cazadores... volverá.
Caelum gruñó, su mandíbula apretada.
—Necesitamos regresar a la manada. Si los cazadores se están reorganizando, no podemos enfrentarlos solos.
Elara asintió, aunque su mente seguía dándole vueltas a lo que había ocurrido en la cámara. Había sentido el inmenso poder del amuleto, pero también una oscuridad subyacente, como si la magia contenida en él no estuviera destinada a ser manipulada por nadie.
—Caelum… —dijo en voz baja mientras comenzaban a caminar—. Algo no está bien con este amuleto.
Caelum la miró de reojo, con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir?
Elara se detuvo, girándose hacia él con una expresión grave.
—Cuando canalicé la energía del amuleto, sentí algo… algo antiguo. No era solo poder. Había una conciencia, como si estuviera viva.
Caelum se cruzó de brazos, claramente preocupado.
—¿Estás diciendo que el amuleto tiene su propia voluntad?
Elara asintió lentamente.
—No lo sé con certeza, pero si estoy en lo correcto, usar este poder podría ser más peligroso de lo que pensamos.
—¿Más peligroso que dejarlo en manos de los cazadores? —preguntó Caelum, su voz cargada de frustración.
Elara suspiró, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.
—No. Pero necesitamos ser muy cuidadosos. Si abusamos de este poder, podríamos desencadenar algo mucho peor que los cazadores.
Caelum se quedó en silencio por un momento, antes de asentir.
—Entonces tendremos cuidado. Pero primero, necesitamos sobrevivir.
Mientras avanzaban por el sendero, el bosque parecía más oscuro de lo habitual. Las ramas de los árboles se extendían como garras sobre sus cabezas, y el suelo estaba cubierto de una niebla baja que parecía seguirlos a cada paso.
Elara no podía sacudirse la sensación de que estaban siendo observados.
—¿Sientes eso? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Caelum asintió, con los ojos brillando mientras se transformaba parcialmente.
—No estamos solos.
De repente, un gruñido bajo resonó desde las sombras. Elara levantó las manos, preparando un hechizo, mientras Caelum se colocaba frente a ella en posición defensiva.
—¿Cazadores? —susurró ella.
Caelum negó con la cabeza, olfateando el aire.
—No… esto es algo diferente.
Antes de que pudieran reaccionar, una figura salió de las sombras. Era enorme, con un cuerpo cubierto de pelo negro y ojos rojos que brillaban con un odio feroz. Su forma era vagamente lupina, pero más monstruosa, como si hubiera sido corrompida por alguna magia oscura.
Elara sintió cómo el amuleto pulsaba en su mano, reaccionando a la presencia de la criatura.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Caelum, retrocediendo mientras la criatura los rodeaba lentamente.
Elara tragó saliva, su mente trabajando a toda velocidad.
—Creo que es un eco… un fragmento de la magia del amuleto que escapó cuando canalicé su poder.
—¿Un fragmento? —repitió Caelum, con incredulidad—. ¡Eso es un maldito monstruo!
La criatura rugió y se lanzó hacia ellos, moviéndose con una velocidad sorprendente para su tamaño. Caelum reaccionó rápidamente, transformándose por completo y chocando contra la bestia en el aire. Ambos cayeron al suelo, enredados en un combate feroz de garras y dientes.
Elara retrocedió, levantando las manos mientras comenzaba a trazar un hechizo en el aire.
—¡Caelum, manténlo ocupado!
—¡Eso intento! —gruñó él, esquivando un golpe de la criatura antes de contraatacar con sus garras.
Elara cerró los ojos, concentrándose en canalizar la energía del amuleto. Sentía cómo el poder fluía a través de ella, pero también la resistencia de la magia dentro del objeto, como si estuviera luchando contra su control.
—Vamos… —murmuró, su voz temblando mientras el hechizo tomaba forma.
La criatura lanzó un zarpazo que golpeó a Caelum en el costado, enviándolo contra un árbol con un ruido sordo. Elara gritó su nombre, pero no perdió la concentración.
Cuando finalmente terminó el hechizo, una ráfaga de luz dorada salió de sus manos, envolviendo a la criatura en un resplandor cegador. La bestia rugió, intentando liberarse, pero la magia de Elara la inmovilizó, desgarrándola lentamente hasta que se desvaneció en una nube de humo negro.
Elara cayó de rodillas, respirando con dificultad mientras el amuleto volvía a emitir su tenue brillo plateado.
—¿Caelum? —llamó, mirando hacia donde él había caído.
Caelum se levantó lentamente, apoyándose en el árbol mientras se transformaba de nuevo en su forma humana. Estaba cubierto de cortes y moretones, pero todavía sonreía.
—Estoy bien. Aunque definitivamente no quiero volver a pelear con algo así.
Elara soltó una risa nerviosa, todavía temblando por el esfuerzo del hechizo.
—Eso hace dos de nosotros.
Caelum se acercó y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse.
—¿Crees que habrá más de esas cosas?
Elara lo miró, con el amuleto todavía brillando débilmente en su mano.
—No lo sé. Pero si esa criatura fue solo un fragmento del poder del amuleto… tenemos que encontrar una forma de contenerlo antes de que algo peor se desate.