Elara y Caelum una alianza imposible

Capitulo 32

La criatura frente a ellos era imponente, un lobo gigante que parecía formado por las mismas sombras que rodeaban el círculo de piedras. Su pelaje negro como la noche absorbía la luz del amuleto, y sus ojos dorados brillaban con una intensidad inhumana. Cada paso que daba resonaba en el suelo, como si el valle mismo temblara ante su presencia.

—¿Quiénes osan perturbar este lugar sagrado? —volvió a rugir el lobo, su voz resonando en el aire como un trueno.

Elara respiró hondo, dando un paso adelante mientras sostenía el amuleto en alto.

—No estamos aquí para perturbar nada —dijo, intentando mantener su voz firme—. Venimos buscando una forma de destruir este amuleto sin liberar el poder que contiene.

Los ojos del guardián se clavaron en ella, brillando con desconfianza.

—Ese amuleto no debería haber salido de la cámara. Su propósito era proteger, no condenar.

—Lo sé —admitió Elara, bajando ligeramente el amuleto—. Pero los cazadores lo encontraron. Si no hacemos algo, ellos lo usarán para liberar ese poder y destruir todo a su paso.

El guardián giró la cabeza hacia Caelum, evaluándolo con atención.

—Y tú… un lobo que ha perdido su conexión con el verdadero espíritu de su especie. ¿Por qué ayudas a esta bruja?

Caelum apretó los puños, pero su mirada no vaciló.

—Porque sé lo que está en juego. No estoy aquí solo por la manada o por mí. Estoy aquí porque quiero proteger algo más grande que eso.

El guardián permaneció en silencio por un momento antes de dar un paso hacia ellos.

—Si realmente buscan destruir el amuleto, deberán enfrentarse a las pruebas del espíritu. Este lugar es el último vínculo con los ancestros de los hombres lobo, y su juicio determinará si son dignos de completar esta tarea.

—¿Pruebas? —preguntó Elara, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.

—Sí —dijo el guardián, con un tono solemne—. Ambos serán juzgados, no solo por su fuerza, sino por la pureza de su propósito. Si fallan… este valle será su tumba.

Elara y Caelum intercambiaron miradas. Ambos sabían que no tenían otra opción.

—Aceptamos las pruebas —dijo Caelum, con una determinación que resonaba en su voz.

El guardián levantó la cabeza, dejando escapar un aullido profundo que reverberó en todo el valle. Las runas en las piedras comenzaron a brillar intensamente, y el suelo bajo sus pies tembló mientras una energía antigua llenaba el aire.

Elara y Caelum fueron separados por una ráfaga de viento que los empujó hacia extremos opuestos del círculo. Elara cayó de rodillas, levantando la vista para encontrarse en un espacio completamente diferente. Ya no estaba en el valle; ahora estaba en un bosque oscuro, donde los árboles eran altos y retorcidos, y el aire estaba cargado de un silencio inquietante.

—¿Caelum? —llamó, pero su voz parecía no llegar a ninguna parte.

De repente, una figura emergió de entre las sombras. Era ella misma, pero más joven, vestida con las túnicas del círculo de brujas al que había pertenecido. Su expresión era fría y desaprobatoria.

—¿Qué crees que estás haciendo, Elara? —preguntó la figura, con un tono lleno de desprecio—. No eres lo suficientemente fuerte para manejar este poder. Siempre has sido una decepción, incapaz de estar a la altura de lo que se esperaba de ti.

Elara sintió cómo esas palabras se clavaban en su pecho, pero apretó los puños y levantó la barbilla.

—Eso no es cierto. He luchado por todo lo que he logrado, y no voy a rendirme ahora.

La figura sonrió fríamente, dando un paso hacia ella.

—¿Y qué pasa con él? —preguntó, señalando hacia la oscuridad, donde una imagen de Caelum apareció, luchando solo contra una multitud de cazadores.

Elara sintió una punzada de dolor al verlo.

—Él confía en ti, pero ¿qué harás cuando lo pierdas? ¿Qué harás cuando todos te abandonen?

—No voy a perderlo —dijo Elara, con la voz firme.

La figura se detuvo, evaluándola con una mirada fría. Finalmente, asintió, y las sombras comenzaron a desvanecerse.

Caelum, por su parte, se encontraba en un paisaje completamente diferente. Estaba en la aldea de su manada, pero estaba vacía. No había sonidos de vida, solo el eco de sus propios pasos.

—¿Qué es esto? —murmuró, mirando a su alrededor.

De repente, una figura apareció frente a él. Era su padre, un hombre imponente con ojos dorados que brillaban con la misma intensidad que los suyos.

—Has fallado, Caelum —dijo su padre, con un tono severo—. Abandonaste a tu manada cuando más te necesitaban.

Caelum sintió cómo esas palabras lo golpeaban como un puño.

—No los abandoné… me fui porque pensé que era lo mejor.

—¿Y ahora qué? —preguntó su padre, señalando hacia el horizonte, donde se veía a la manada luchando contra cazadores. Sus gritos llenaban el aire—. ¿De verdad crees que puedes protegerlos?

Caelum apretó los dientes, pero no retrocedió.

—Voy a hacer lo que sea necesario. No importa cuánto me cueste.

Su padre lo miró por un largo momento antes de desaparecer, dejando a Caelum solo una vez más.

Ambos despertaron en el centro del círculo de piedras al mismo tiempo. Elara y Caelum se miraron, viendo en los ojos del otro la misma mezcla de agotamiento y determinación.

El guardián los observaba desde las sombras, su expresión inescrutable.

—Han enfrentado sus miedos y han demostrado ser dignos. Pero el camino no termina aquí.

Las runas en el amuleto comenzaron a brillar con más intensidad, y el guardián dio un paso hacia ellos.

—La decisión final está en sus manos. El poder puede ser destruido, pero uno de ustedes debe ofrecerse como recipiente para contenerlo mientras se realiza el sello definitivo.

Elara y Caelum se miraron, comprendiendo lo que eso significaba.

—¿Quién de ustedes será? —preguntó el guardián, con un tono solemne.

El silencio se hizo pesado mientras ambos procesaban la magnitud de la decisión.




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