La luna llena brillaba en lo alto del cielo, iluminando el claro del bosque donde se celebraba la unión de Elara y Caelum. La ceremonia no era solo un acto de amor, sino un puente entre dos mundos que habían sido enemigos durante siglos: la magia ancestral de las brujas y la fuerza salvaje de los hombres lobo.
El círculo de piedra, el mismo que una vez había contenido el poder del amuleto, ahora estaba decorado con flores de tonos plateados y dorados. Cada piedra brillaba con un tenue resplandor, respondiendo al ritual que estaba a punto de comenzar. La manada estaba allí, junto con algunos miembros del antiguo círculo de brujas de Elara que, con el tiempo, habían aceptado su unión con Caelum.
Elara llevaba un vestido sencillo pero hermoso, blanco con bordados plateados que reflejaban la luz de la luna. Su cabello estaba trenzado con pequeñas flores, y en su cuello llevaba un colgante con un fragmento del amuleto destruido, un recordatorio de lo que habían superado juntos.
Caelum, en su forma humana pero con un aire ferozmente elegante, vestía una túnica negra con detalles dorados que representaban a su manada. Sus ojos dorados no dejaban de mirarla, llenos de admiración y amor.
El guardián del valle, el lobo gigante que los había puesto a prueba, estaba allí también, observando desde las sombras del círculo, como un testigo silencioso de su unión.
Thorne, quien había insistido en oficiar la ceremonia, se adelantó al centro del círculo. Su voz resonó con autoridad y solemnidad.
—Estamos aquí para presenciar algo que rara vez se ha visto: la unión de dos almas destinadas a romper barreras y construir un nuevo camino.
Miró a Caelum, con una leve sonrisa.
—Caelum, siempre fuiste un lobo rebelde, pero hoy demuestras que incluso los más tercos pueden encontrar su lugar.
Luego se giró hacia Elara.
—Elara, bruja de gran poder, has demostrado que no solo eres fuerte, sino que también tienes el corazón para unir mundos que antes estaban divididos.
Ambos asintieron, sosteniendo sus manos mientras las runas en el círculo comenzaban a brillar con más intensidad.
Thorne extendió las manos hacia ellos.
—Hoy, ante los ancestros y bajo la luz de la luna, juran protegerse, amarse y caminar juntos, incluso en las sombras más oscuras. ¿Aceptan este juramento?
—Sí —dijeron al unísono, sus voces resonando con firmeza.
Elara levantó su mano derecha, trazando un símbolo en el aire, mientras Caelum hacía lo mismo con su garra transformada. Cuando sus símbolos se encontraron, una luz plateada surgió de ellos, envolviéndolos en un resplandor cálido.
El guardián dejó escapar un aullido bajo, y la luz de la luna pareció intensificarse, bañándolos en su bendición.
Thorne asintió, con una sonrisa satisfecha.
—Entonces, por el poder de la luna y la magia que los une, los declaro uno.
La manada aulló al unísono, y los presentes vitorearon mientras Caelum tiraba suavemente de Elara hacia él, sellando su unión con un beso que parecía detener el tiempo.
Meses después, la pequeña cabaña en el bosque donde vivían se llenó de un nuevo tipo de magia: la llegada de su hija.
Elara estaba en la cama, sosteniendo a una pequeña bebé con mechones oscuros y ojos que brillaban como el oro de su padre. Caelum estaba a su lado, con una expresión de asombro mientras miraba a la pequeña criatura que tenía en sus brazos.
—Es perfecta —susurró Caelum, su voz llena de emoción.
Elara sonrió, aunque estaba agotada.
—¿Qué nombre le pondremos?
Caelum pensó por un momento antes de responder.
—Lunara. Por la luna que siempre ha estado con nosotros y por ti, mi bruja testaruda.
Elara rió suavemente, mirando a su hija.
—Lunara. Es perfecto.
Mientras la bebé se movía en los brazos de Elara, una pequeña chispa de luz dorada apareció en el aire, como si la magia misma reconociera su llegada. Era un símbolo de que Lunara no solo era el fruto de su amor, sino también un puente entre los dos mundos.
Esa noche, bajo la luz de la luna, Caelum se sentó fuera de la cabaña con Lunara en brazos mientras Elara descansaba. El bosque estaba tranquilo, y la pequeña se había quedado dormida, pero Caelum no podía dejar de mirarla.
—Te protegeré siempre —murmuró, con una promesa en su voz.
Elara apareció en la puerta, envuelta en una manta, y se acercó a ellos. Se sentó junto a Caelum, apoyando su cabeza en su hombro mientras miraba a su hija.
—Es increíble cómo hemos llegado hasta aquí —dijo ella, su voz llena de paz.
Caelum sonrió, besando suavemente la frente de Elara.
—Y esto es solo el comienzo.
Bajo la luz de la luna, rodeados por el bosque que ahora llamaban hogar, Elara y Caelum sabían que, sin importar los desafíos que el futuro les deparara, siempre tendrían algo más fuerte que cualquier magia o fuerza: su familia.