Eldricht y el legado oculto

Capitulo IV / Los sueños de Elara

Desde aquel baile los sueños se de Elara cada noche se convertían en pesadillas. Pesadillas llenas de recuerdos pasados, decisiones que jamás debió tomar, arrepintiéndose cada vez más. Cada noche a la misma hora, Elara soñaba con Theodore, los gritos y el calor de la hoguera de aquella traición se sentía cada vez más real conforme la pesadilla tomaba control de su mente, adueñándose de sus sueños. Cada noche se repetía la misma pesadilla, haciendo que cada día pareciera que Elara perdía la cordura lentamente. Su esposo trató de consolarla Pero ni un té aliviaba su culpa y arrepentido.

Elara despertó de nuevo justo cuando el reloj marcaba las 3:33

Exactamente la misma hora. Exactamente el mismo sueño. Su respiración era agitada, como si hubiese corrido una distancia imposible. Sentía el corazón golpeándole el pecho, y la habitación estaba tan silenciosa que hasta el tic del reloj parecía un eco dentro de la cabeza. Otra vez Theodore... mirándola. Se llevó una mano al rostro. Estaba húmedo, pero no sabía si de sudor o de lágrimas. A su lado, Marcus su esposo se incorporó, con el cabello oscuro pegado a la frente.

-¿Otra vez? -preguntó con voz baja, somnolienta pero preocupada.

Elara no respondió de inmediato. Miraba hacia la esquina de la habitación, la más oscura, la que siempre evitaba.

-Sí... -susurró-. Es el mismo sueño.

Marcus extendió la mano y la tomó con suavidad. Sus dedos eran cálidos, estables, un ancla en medio de la tormenta invisible que ella padecía.

-Amor, solo es un recuerdo. Debes soltarlo ya. Es solo tu mente quien te está atormentando-intentó consolarla.

Elara negó con la cabeza lentamente.

-No es solo mi mente -dijo, con un hilo de voz-. Él está aquí... yo lo siento.

Marcus frunció el ceño, pero no la soltó.

-Elara...

Ella tragó saliva, sin apartar la mirada de la esquina oscura. Porque ahí estaba. Otra vez. La silueta alta. Los hombros rectos. El rostro apenas visible, pero los ojos...Esos ojos que parecían atravesarla incluso en vida. No hablaba. No se movía. Solo la observaba con una calma antinatural, como si esperara que ella hiciera algo... o recordara algo que había borrado. Elara apretó la mano de Marcus con fuerza.

-Está ahí -susurró, temblando-. ¿No lo ves? Siempre ah estado ahí, siempre está atormentándome. Cada noche después del sueño. Siempre ahí. Mirándome. Sin parpadear.

Marcus miró hacia la esquina vacía. Él no veía nada. Y eso lo inquietaba aún más.

-No hay nadie, Elara -dijo con cuidado-. No estás sola, estoy contigo. No es real.

Pero para ella sí lo era.

-Cada que veo a su hija...veo su imagen viva en ella...-Confeso en un susurro tembloroso- No puedo verla ni a los ojos...

Elara sintió un escalofrío recorrerle la espina. Cada noche era lo mismo: el sueño y luego... él. Siempre a la misma hora. Siempre observándola, silencioso, como un recuerdo que se niega a morir.

-Ya no puedo distinguir qué es real y qué no... -confesó entre susurros.

Marcus la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia él. Ella apoyó la cabeza en su pecho, pero sus ojos seguían fijos en la silueta inmóvil en la esquina.

-Voy a ayudarte a salir de esto -prometió él-. No voy a dejar que te quiebres.

Elara quería creerle. Quería que su voz la envolviera y callara esa presencia oscura. Pero Theodore seguía allí. Silencioso. Implacable. Como si esperara el momento exacto para hablar. Y Elara sabía, con un peso helado en el pecho, que si él alguna noche daba un paso hacia ella...Su cordura podría no resistir.




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