Elección Fatal

Capitulo 5

Maura lo miró con desconfianza contenida. René tenía el porte del hombre que entiende el espectáculo político y la red de favores. Había en su rostro una abrupta suavidad cuando hablaba con Amanda y una alerta calculada cuando miraba a la detective.

—René —dijo Maura—. Sería útil que me dijera todo lo que sabe. ¿Quién tenía motivos para... complicar la vida del presidente? ¿Y por qué actúa tan preocupado por la exposición de la familia y no por la investigación?

René sonrió con una distancia que no era amable.

—Porque la exposición puede matar la posibilidad de una transición ordenada. Y porque no quiero que Amanda sufra más de lo necesario. Eso no es lo mismo que entorpecer. Lo que sí le pido, detective, es que no convierta esto en una operación mediática. Las investigaciones funcionan en silencio.

La frase sonó a advertencia. Maura la anotó mentalmente, mucho más valiosa que cualquier papel. Los intereses privados y los del grupo se solapaban de forma peligrosa.

Las horas avanzaron. El equipo forense le entregó a Maura un informe adelantado sobre fibras: el hilo rojo encontrado en la escena coincidía con un lote de hilo importado que la sastrería que vestía al equipo de campaña había usado en tres prendas.

No era una confirmación, pero era una traza que conectaba al equipo de campaña con la escena. Álbum de fotos del vestidor mostró varias piezas con aquella terminación. Ágata, que coordinaba vestuario en ocasiones, tenía acceso.

Además, una revisión más a fondo del despacho reveló que bajo el sofá del salón, donde Amanda acostumbraba conversar con Mauricio, había restos de ceniza con tinta quemada y un pedazo de papel parcialmente legible. Maura lo recogió con guantes: era la esquina de una carta, donde se leía "...si no me das lo que pides, lo diré todo". La firma era ilegible. Un posible chantaje, o una extorsión que el presidente intentó apagar en la intimidad antes de apagar su vida.

Esa noche, cuando la casa se vació en silencio, Maura quedó sola con Amanda en el salón. La mujer ya no poseía la máscara total; las lágrimas asomaban y su voz se quebró.

—Fue mi marido —susurró—. Se metió en problemas. Gente le acorraló con cuentas. Yo... sabía que mentía. No pensé que...

—¿Pensó que alguien podría matarlo por eso? —preguntó Maura.

Amanda negó con la cabeza.

—No. No era de ese mundo. Pensé que escaparía, que arreglaría las cosas. Pero los hombres hacen cosas que las esposas no ven a tiempo. Y yo no pude protegerlo.

Antes de irse, Maura pidió silencio y ordenó que la chaqueta de Ágata quedara bajo custodia de la policía. Se llevó fotocopias de las transferencias, una imagen del cuaderno con la inicial "L" y la esquina de carta quemada. Un croquis mental: hay un hilo rojo, hay pagos ocultos, hay una llamada a las 22:10, hay una letra que podría ser un nombre. Y, en el medio de todo, relaciones que mezclan lo íntimo y lo político.

En la puerta, René se le acercó como por casualidad.

—Detective —dijo en voz baja—. Si necesita algo, me tiene a mí. Y si alguna vez se ve en peligro, llámeme.

Su mano rozó ligeramente la del borde de la puerta. Fue un gesto con doble filo: oferta de apoyo y ribete de posesión.

Maura lo miró. No aceptó la tarjeta. No dijo que llamaría. Pero anotó en su cabeza la sensación de que las manos que ahora ofrecían auxilio podían, también, ser dedos que mueven hilos.

Caminó a su coche con una lista de nombres y un peso que no cesaba. Las familias esconden, protegen y a veces destruyen por amor o por interés. Los amantes mienten por pasión o por estrategia. Entre las sombras domésticas y las oficinas elegantes, la verdad seguía siendo una tela enredada. Maura sabía que para desenmarañar tendría que tirar de cada hebra, aunque eso rompiera alguna costura sagrada.

Antes de cerrar el coche, revisó por enésima vez las cosas que se había llevado. Entre papeles y fotografias, una anotación marginal del cuaderno decía: "No confíes en A.S." La sigla estaba escrita con la misma letra rápida que la "L" del otro apunte. Maura dejó escapar un suspiro corto.

El expediente crecía. Las familias y los amantes dejaban sus marcas en el mundo real: transferencias, hilos, llamadas. Las heridas eran íntimas y públicas. Y en ese cruce —donde el rencor se mezcla con la ambición y la ternura con el secreto— Maura sabía que estaba la clave o, al menos, la línea más verosímil de la investigación.

Pero para seguirla necesitaría paciencia, documentos, y la voluntad de enfrentarse a quienes preferirían que todo siguiera como si nada hubiera pasado...



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#33 en Novela policíaca

En el texto hay: misterio, crimen, detective

Editado: 30.09.2025

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