Electricidad; entre nosotros.

5

James caminó unos pasos lejos de ella y se sentó en frente, un poco alejado, la detalló de pies a cabeza, andaba en unas pantuflas de cerdito, rosadas pálidas, un short que casi casi no le cubría el trasero, se deleitó con sus piernas torneadas y brillantes, parecían de porcelana, posó la mirada en sus caderas anchas y en su cintura estrecha, no tenía brasier, así que se le notaban por completo los senos. La camisa era muy traslucida, aunque ella quizá no lo había notado.

Estefanía estaba callada, devorándolo con la mirada igual que él a ella, sin embargo, ella estaba total e innegablemente avergonzada, por la fría mirada que se estaba deslizándo por todo su cuerpo; no se consideraba una chica fea, de hecho, era muy bonita, superaba la media y sabía lo que tenía y cómo podía usarlo a su favor.

Aunque con ese chico de ojos azules no podía hacerlo muy bien, sobre todo porque el muchacho la desencajaba completamente de lugar, no sabía qué decir, ni cómo actuar con esa mirada tan escéptica sobre ella, la ponía nerviosísima. Sintió la necesidad de cruzarse de brazos, y así lo hizo.

Era como abrazarse a sí misma.

— Cuéntame... —soltó él mirándola por primera vez a los ojos, se sentía pequeñita bajo su mirada— ¿Cómo te ha ido con tus relaciones sexuales?

—¿¡Marico qué!? —su pregunta se convirtió en un grito que ensordeció al castaño, este se río demasiado alto, el sonido de su risa era encantador y se le hacían unas pequeñas arrugas alrededor de los ojos que a la castaña le parecieron adorables.

James se acarició el abdomen con paciencia y cuando abrió los ojos le dedicó una mirada que muy lejos de ser fría era cálida, Estefanía se quedó loca, nunca pensó que aquél hombre tuviera ese tipo de faceta.

—Solo lo dije para agarrarte fuera de base —se burló, satisfecho de que su cometido había funcionado—, se nota a leguas que eres virgen.

Estefanía agrandó los ojos, sorprendida e indignada. ¿¡Pero qué!? ¿Qué le pasaba a ese musculitos que le decía eso y de esa manera?

Se cruzó aún más los brazos y lo miro iracunda, volteándo la cara para otro lado, caprichosa, sin querer dirigirle la palabra.

—¿Me vas a decir que es mentira? —el ojiazul negó con la cabeza, observando su postura cómico.

— ¿Eso acaso te incumbe? —desvío la mirada, apenada.

—No, pero es gracioso verte así de roja.

—No estoy roja.

— Por supuesto —alzó las tupidas cejas mirándola con detalle, ella destensó los músculos pensando entre sí que de nada le serviría actuar como una niña pequeña delante de ese guapetón.

Cogió el plato en el cual estaba su pastel y dio otro delicioso bocado, sus labios quedaron pegajosos y se los lamió mientras masticaba.

— ¿Por fin me dirás tu nombre? —interrogó el chico, sonriendole, sacó de sus bolsillos un Trident de hierbabuena, lo destapó y se lo llevó a la boca, suspirando por el sabor.

Ella pestañeó, pensando en si decirle o no su nombre, le molestaba que estuviera tan relajado, en el patio de una casa que ni conocía, frunció el ceño.

— Espérame un momento —le dijo, dejó la torta a un lado y se levantó para adentrarse a su casa. 

James se quedó allí, incrédulo, haciendo bombas con su chicle repetidas veces, era increíble. Lo dejaba allí esperando por lo que fuese a decirle, no mentía si decía que era la primera vez que al ojiazul lo dejaban con la palabra en la boca y además esperando.

Bufó, malhumorado, frunció el ceño y coloco las manos en el pavimento, despreocupado.

Escuchó un griterío dentro de la casa y se levantó para saber qué sucedía, la castaña que antes tenía el cabello recogido venía corriendo hacia él, con el cabello ondeando alrededor de su rostro, un hombre mayor que él la estaba persiguiendo por toda la casa.

— ¡Estefanía que vengas acá! —soltó el hombre, tenía una bata de médico y el muchacho se burló internamente cuando empezó a pensar en paracetamol.

— ¡Atrapame si puedes! —le gritó juvenil, esquivándolo, sus brazos casi la atraparon pero ella se zafó con éxito.

James no entendía  qué estaba sucediendo hasta que se percató del toblerone que tenía la muchacha en la mano y que la mirada del chico estaba justamente allí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.