Electricidad; entre nosotros.

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Estefanía estaba jodida, y esta vez no se trataba solo de lo innegablemente tragada que estaba por James, había llegado la energía eléctrica —o al menos así había sido en la mayoría de los estados—, sin embargo, resultaba y acontecía que el hermoso presidente que tenía —nótese el sarcasmo— había suspendido las clases en todos los rubros por una semana.

Una semana, ¿Saben ustedes lo que era una semana? Una semana perdida de clases ¡Y ya de por sí Estefanía estaba atrasada por el tema apagón!

Si lograba pasar ese semestre iba a ser un milagro del espiritu santo, o lo que fuese; se llevó las manos al rostro contrariada y gruñó profundamente; además de todo aquél dilema existencial su Universidad no iba a extender el tiempo de entrega de las evaluaciones, tenía los días contados, el semestre acababa en tres semanas y ¡Ni siquiera habían tenido ni una evaluación decente! ¡Ni una!

Debía leerse un montón de leyes antes del Lunes de la semana siguiente y ¡A penas era Jueves! —porque para su desgracia no pudieron informarle de eso ni el martes, ni el miércoles ¡Se lo dijeron el jodido Jueves!—, bufó; en serio deseaba poder the er Naruto en ese momento y poder tener clones de sombra para estudiar, trabajar y tratar de tener una relación amorosa medianamente estable y sana.

Pero eso, obviamente, era imposible.

De ellas solo existía una y debía hacerse cargo de sus responsabilidades —aunque estas a veces parecían querer comérsela viva—; acababa de llegar de la panadería, eran las siete de la noche, y al llegar a su casa un espíritu holgazán se quiso apoderar de ella, tanto así que los primeros 20 minutos luego de llegar lo único que hizo fue procrastinar —ya saben, escuchando música, viendo vídeos en Mtv, e intentando cocinarse algo decente para amortiguar antes de la cena—.

Estaba realmente agotada, sin embargo, se dirigió arrastrando los pies hacia su habitación y de la micro biblioteca que había en ese pequeño espacio que llamaba cuarto, sacó 25 leyes y tirándose en su cama con el aire a toda mecha y el teléfono cargando —porque sí señores, el apagón había aumentado su paranoia, ahora no dejaba que la batería bajase de 50%—. Con el resaltador en la mano empezó a marcar artículos relevantes, claúsulas y demás cuestiones que le embotaron la mente de manera inmediata; hasta las nueve y media de la noche estuvo inmersa en las leyes, ya que no podía buscar absolutamente nada en internet porque el Aba Cantv no les funcionaba desde que había llegado la luz y —como cosa rara— los servidores nunca contestaban el atención al cliente.

El celular —que estaba tirado en una esquina de la cama, cargándose— sonó repetidas veces y de inkediato supo que eran como tres whatsapps, sonrío pensando que sería James.

El día martes habían intercambiado números de teléfonos, él la encontró en la panadería y dedicándole una sonrisa deslumbrante le arrebató el celular de las manos para anotar su número telefónico —que de hecho, en la primera conversación que tuvo con ella por whatsapp se rió en su cara diciéndole que Digitel era mejor que Movistar—.

Ella, se tuvo que quedar callada, porque bueno... Movistar si que estaba fallando bastante y querían robar a la gente sin pistola.

Abrió la bandeja de mensajes y una sonrisa se le abrió paso en el rostro de oreja a oreja.

 
Sr. Ironía. 🐺

Ve la luna, como la veo yo. 
Pura, limpia e inigualable. 
Ve el océano y siente su frescor, como ese alivio que siente mi corazón cuando se encuentra latiendo al son de tu corazón. 
Sé la voz de la razón y disipa todo temor; ya que eres luz en tinieblas. 
Ungüento en herida. 
Y miel para abejas.

James.

 

¿Cómo estás lunática? ¿Qué tal el día?

 

Ella viró los ojos y bufó, desde el lunes había tomado la costumbre de llamarla lunática, inclusive así la había guardado en su celular, así que ella se había tomado la molestia de llamarlo Sr. Ironía, porque para irónicos él.

Sin pensarlo mucho le contestó a la prosa con un sticker de corazones y respondió:

 

Ahí, más o menos. 
Me entere de vainas desagradables, pero ajá. 
¿Qué se hace? Me toca parir. 
¿Y tú, qué tal? ¿Cómo está la sra Maritza?

 

Luego de enviarlo, revisó el whatsapp que tenía de Eva, en el que imploraba que fuera a su casa el día siguiente para hacer una pijamada por todo lo alto, aunque la verdad el mensaje era más de la siguiente manera:

 

Evaaaaa.👅

Mrk, tengo sendos betas que contarte, perra. 
Llegate mañana a mi casa, yo pongo los dulces. Traeré chocolate de la tienda.




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