Electricidad; entre nosotros.

17

Esa semana había sido jodidamente extenuante, tener pareja, un trabajo y el deber de la Universidad a cuestas era totalmente agotador, parecía que su tiempo se le escapaba de las manos y —aunque no era muy organizada que se dijera— a Nina le encantaba tener el control de su vida, lo que podía asegurar que en ese preciso momento no tenía.

Le había costado bastante acostumbrarse a su nuevo horario; luego de empezar la Universidad el padre de Efraín le concedió dos días libres a la semana —con la condición que trabajara más arduamente los días que debía trabajar, que era de martes a jueves—, cuando no debía ir a la panadería su apuesto novio ojiazul la pasaba buscando en aquella hojalata que llamaba carro y la llevaba a cualquier lugar que la alejarla de la realidad.

Lo que más le encantaba de aquél chico, nada delicado, era que, aunque tuviera los recursos monetarios —que realmente los tenía, poseía una micro fortuna y ella lo sabía—, no veía el dinero como una gran ventaja, de hecho, disfrutaba llevarla a lugares simbólicos, cuando solo se trataba de salidas causales, James, aunque no lo pareciera era un chico que se inspiraba fácilmente por la naturaleza y los colores que en esta se encontraban.

Existía cierta calidez en toda aquella estructura de hielo grueso que él había intentado forjar en el transcurso de su vida y Estefanía se sentía orgullosa, orgullosa porque poco a poco estaba descubriendolo, paulatinamente desmesuraba sus mecanismos, los derrumbaba, los aplacaba y los hacía invisibles, inexistentes... Con una mesura casi insoportable se le había cosido bajo la piel, había conectado sus nervios con los de él, a veces hasta llegaba a pensar que su conexión era tal que podían llegar a leer los pensamientos del otro con tan solo una mirada, un amago o un gesto.

La castaña suspiró, mientras se percataba del hilo de sus pensamientos y se ruborizaba al recordar el disque almuerzo al que le había invitado el chico. Le había comentado poco después que eso era una cita, y que por eso había sido el formalismo y todo eso.

Se mordió el labio sintiendo cada mínima gota de agua recorriendo su cuerpo, cerró el grifo y salió de la ducha —sí, la ducha—, habían logrado almacenar un poco de agua en el tanque subterráneo de la casa, por lo que ya podía disfrutar al 100% de una verdadera ducha, con regadera incluida y todo.

Dejó la toalla por ahí mientras se colocaba la ropa interior, cuando fue a agarrar su celular frunció el ceño al tener un mensaje de James —cosa que era extraña, porque la chica no había escuchado su celular—.

 

 

Sr. Ironía 🐺

Estefanía, debo hablar contigo.

Es algo importante. Nos vemos en la plaza.

 

 

La mano le tembló, no supo porqué, pero una semilla de pánico le aterrizó en lo más profundo de sus entrañas y se extendió por todo su cuerpo, como un virus, como un parásito; sus ojos se desviaron de aquél mensaje y se posaron sobre cada mínimo detalle que se encontraba en su habitación, un nerviosismo incontrolable la quería consumir. El asunto parecía serio y ellos jamás —nunca— habían tenido una conversación seria.

Se tiró encima lo primero que encontró y sin importarle mucho su cabello —ni su aspecto—, salió de su casa corriendo camino a esa plaza, con el corazón latiéndole por todos lados y la respiración acelerada.

Ese día todas sus alarmas se activaron y se asustó, porque la razón era un simple mensaje de una persona más en el mundo.

 

✨✨✨

 

 

Estefanía, debo hablar contigo.

Es algo importante. Nos vemos en la plaza.

 

Cuando el ojiazul presionó enviar, sintió que todo el aire que había retenido dejaba sus pulmones.

Su cabello tenía leves gotas de sudor, había estado trotando para quemar el estrés que lo acongojaba, le estaba inundando las venas de manera tal que sentía que su sangre no circulaba, sentía que la ansiedad le estaba ahogando la capacidad de razonar.

 

 

Charlize.

¿Si vas a venir?

Te estoy esperando, amor.

 

 

El pecho le ardió arduamente y un sentimiento de repulsión le abrasó la anatomía por completo, aquella sensación no se la deseaba ni a su peor enemigo.




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