Electricidad; entre nosotros.

19.

Un silencio sepulcral se extendió por todo el ambiente y el departamento de Arturo, en ese preciso momento, parecía que estaba sumido en una oscuridad sumamente turbia, Arturo, Estefanía y Eva intercambiaban miradas entre sí, tensos.

El pelinegro estaba expectante y las dos mujeres, nerviosas hasta la médula, Nina estaba a punto de darle un coñazo a su amiga, por dejarla con la intriga durante tanto tiempo, se molestó demasiado.

— Resulta y acontece que un farandulero de por allá por Amazonas le tomó una foto a tu galán con una tipeja —comentó Eva, haciendo que la sangre en las venas de Estefanía hirviera, eso ya no era sangre, era lava circulando por su sistema—; y antes de que digas nada, no, no son pareja... —en ese momento soltó el aire caliente que sus pulmones estaban reteniendo, un notorio alivio se le manifestó en el rostro a la castaña y su amiga se sintió mal por ella, la bomba que le soltaría iba a ser no grande, sino gigantesca— están comprometidos.

Esa palabra atravesó a Estefanía por completo, como si una helada le estuviera poseyendo el cuerpo, dejando cada mínima parte de su anatomía fría, dura e inmóvil; fueron solo unos segundos que para la castaña fueron minutos. Sintió calor y frío, pensó que le iba a dar fiebre, su pulso aumentó considerablemente y su corazón empezó a palpitar de forma descontrolada, su respiración desigual.

Arturo se ahogó con su propia saliva, sorprendiéndose por la información que acababa de ofrecerle Eva, el tipo nunca le cayó bien, pero jamás lo pensó capaz de hacer algo así, tan endemoniadamente estúpido, sabiendo que iba a afectar a Nina.

La castaña estaba temblando, había alzado las piernas y las tenía abrazadas en el pecho, mientras se movía de atrás hacia adelante, perturbada por lo que había escuchado.

— Es un compromiso por convenio —soltó la muchacha de sopetón—, entre sus empresas, él le pidió matrimonio a ella dos años atrás, al parecer se casarán el año entrante; dicen que va a ser la boda del año y se celebrará en uno de los lugares más costosos de Caracas...

— Basta... —masculló la castaña, con un tono de voz tan mordaz que hizo que su amiga respingara en su sitio, le dedicó una mirada asesina, llena de muchas emociones nada agradables— cállate la boca —ladró, fúrica, cogió su celular y le sacó la sim card, para luego con un yesquero quemarla, viendo las llamas sintió que su dolor se apaciguaba, sin embargo, no era así, el agujero que la palabra compromiso le había abierto en el pecho no se cerraría tan fácilmente.

Le costaba respirar, realmente le costaba hacerlo, todo el sueño que había vivido los días del apagón había sido solo eso, una ilusión, una imaginación, algo que ella había creado en su cabeza.

Se rio, de una manera cruel, causándole miedo a sus amigos que la veían como si fuera un espécimen de otro planeta.

Todas esas emociones, esas palabras, esas caricias... Falsas, todo aquello, era mentira, una mentira vil que le había hecho rema en el corazón, se había instalado allí y no quería salirse de ese cálido lugar —que por culpa de esa pequeña semilla que el ojiazul sembró, se estaba haciendo cada vez más frío—; su corazón se estaba marchitando cada vez más y ella no sabía cómo detener esa progresividad nociva, que estaba segura en algún momento la mataría.

Se levantó de un golpe mientras tomaba todos los chocolates que podía en sus manos y se encaminaba hacia otro pasillo que había en ese departamento, con una mirada vacía y un rostro inexpresivo, volteó hacia sus amigos y los analizó durante unos segundos.

— Arturo, me voy a quedar hasta hoy —comentó, con la voz ronca—, dormiré en tu cuarto, no me molestes hasta que amanezca.

Y con esas palabras arrastró los pies hacia la habitación, azotó la puerta cuando se adentró y simplemente bufó, entre ceja y ceja ya no tenía esos ojos azules que la invitaban a saborear los placeres del mundo junto a él, ni tenía esos abrazos que la llenaban de calma.

En ese momento, solo sentía furia y de eso viviría de ahora en adelante, porque se encargaría de borrar todo archivo que estaba en su memoria acerca de aquél chico —y se obligaría a ello—, aun así, se volviese loca en el intento.

 

 

✨✨✨

 

 

James estaba en un avión, vía Caracas, iba a dormirse cuando recordó que no quería tener de nuevo esa pesadilla que se había vuelto tan recurrente en su vida, así que prefirió quedarse despierto, Charlize estaba a su lado, recostada en su hombro, y no había cosa que le molestara más que aquella; volteó la mirada viendo su reflejo en el vidrio de la ventana, imaginándose a esa chica de ojos olivas que posiblemente estaba desorientada y no entendía el motivo de su partida.




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